Las experiencias brindan saberes que nos permiten progresar y apuntar hacia nuevos objetivos, a repensar la hoja de ruta previamente trazada. De esta manera, los economistas han sido menos abstractos en sus demostraciones y más conocedores del contexto en se que se desarrolla los fenómenos económicos. Sin embargo, para esto no hay que esperar 15 trimestres de recesión, alto desempleo, masiva fuga de capitales y el 70 % de la población sumida en la pobreza para aprender que el fin último de la economía no debe ser un régimen monetario sino el crecimiento y desarrollo económico de un país, de su población; todo lo demás viene por añadidura. Esta es la realidad de Domingo Felipe Cavallo.
The School of Economics de la Universidad San Francisco de Quito invitó a este economista argentino que es más reconocido en su país por el grado de destrucción que dejó su gestión en 2001 como ministro de economía que por muchos de los atributos conferidos por el poder mediático y esta universidad ecuatoriana, en particular. De paso, los más liberales, los que apostaban en Argentina por una convertibilidad más ortodoxa y por la dolarización tiempo después, han señalado que Cavallo fue el culpable del agresivo endeudamiento y la falta de control del gasto público al final de su primera gestión al frente del ministerio de economía (1991-1996). El propio George Selgin y los escritos del Cato Institute podrán confirmarlo.
Pero el poder mediático y esa universidad no saben (o tratan de ocultar) que Cavallo era un firme defensor en los ochenta de un tipo de cambio alto y competitivo, enemigo del dólar barato y de la desindustrialización, cito su libro “Volver a crecer” de 1984: “La elevada paridad cambiaria se transformará en el instrumento de protección de la producción doméstica” (p. 75). En 1991, hizo todo lo contrario: estableció un tipo de cambio fijo y bajo. Desconoció totalmente las enseñanzas del debate entre Keynes y Winston Churchill en el regreso al patrón oro clásico en Inglaterra entre 1923 y 1925.
Históricamente, está comprobado que Domingo Cavallo insistió hasta el final, en un país sumido en el estallido social, en la convertibilidad como vía para atraer la “masiva” inversión extranjera y la competitividad al sector exportador por medio de la profunda deflación. Todo esto recomendado e impulsado por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Entonces la pregunta es ¿por qué cambió? La respuesta está en su último libro “Historia económica de la Argentina” publicado por Editorial El Ateneo en 2018, donde él evidencia su desilusión con el FMI, por la falta de apoyo a la economía argentina en 2001. ¿Las actuales autoridades económicas del Ecuador aprenderán de esta experiencia, sobre todo aquellos que ya se están proponiendo para alguna institución multilateral de crédito en la región?
Aunque Cavallo, actualmente, cree que hay que sostener la economía y no la dolarización, él sigue insistiendo en medidas de austeridad y de liberalización económica, tan equivocadas como creer que Dahik, Bucaram o Mahuad son “políticos valiosos”. Las universidades y el país en general deben invitar a mejores expertos que nos lleve a debates más fructíferos con base en la idea de repensar el desarrollo económico del Ecuador y de un crecimiento alto y sostenido.