Ella siempre tan superior, tan rebelde, tan inteligente, tan “aspectuda” como diría mi abuelita. Ella que leía Nietzsche mientras los demás leían, con suerte, a Hess. Ella, la que se vestía como si tuviera 10 años más de los que realmente tenía. Ella la primera presidenta del gobierno estudiantil de la San Pancho que era de izquierdas. Ella la que siempre soñó con que sería la primera Presidenta de la República. Ella, la que impulsaba las asociaciones y cooperativas de vivienda popular, y que, a la vez, era incapaz de bañarse en cualquiera de las casas que había, supuestamente, ayudado a construir porque su clase y condición social no le permitían bañarse en baños pequeños con agua caliente de ducha eléctrica, por irónico que suene.
Ella, la que se apoyó en Fundación Esquel para armar un grupo de guambras como ella, rebeldes como ella, líderes como ella, para consolidar un movimiento que en 2004 saltó a las grandes ligas gritando: ¿Quién jodió al país? Justo esa misma persona. La que 16 años después encontró la respuesta más contundente y cruda a esa respuesta que se había hecho hace tantos años. Qué ironía la que debe sentir en su yo más profundo al darse cuenta de que quien jodió al país, fue ella precisamente.
Ella, la que, junto a sus acólitos, crearon el movimiento de izquierda llamado a transformar la patria, que apareció como una revolución conceptual al marcar un antes y un después de la democracia feudal que nos había gobernado y establecieron una Ruptura con esa formalidad de democracia que teníamos y que ellas y ellos vendrían a revolucionar. Qué ironía la que deben experimentar sus antiguos amigos viéndola allí, siendo la artífice de la ruptura de la democracia y la República, siendo la directa responsable política de los excesos policiales de octubre que terminaron con la vida de 11 ecuatorianos y ecuatorianas y un sinfín de personas heridas.
Ella, la que se formó en las convicciones más profundas de la izquierda progresista, que cree en el Estado de bienestar, en la ampliación de las libertades individuales, en la lucha contra la desigualdad estructural contra mujeres y minorías étnicas. Ella, la que hablaba con total convicción sobre el reconocimiento de su privilegio (universidad más cara del país, departamento en la zona más cara de Quito, auto a la puerta) y que, con todo y eso, era consciente de que había que disminuir las brechas estructurales, de manera definitiva para toda la población. Que irónico que sea la misma persona que ahora comparte mesa con la más rancia banca representada en todos los corifeos que acompañan el gabinete de Moreno y aplaude que Martínez prefiera pagar la deuda a los tenedores de bonos y no destinar ese dinero para la crisis del coronavirus.
La digna María Paula que, cuando Correa lanzó la consulta popular de 2011 para meter la mano en la justicia, salió por la (supuesta) puerta grande porque ni ella, ni sus 4 gatos en el gobierno podrían tolerar un resquebrajamiento de la institucionalidad democrática. Y ahora toda ella es un mar de ironías, al ser la operadora de la debacle institucional que vive el sistema de justicia a todo nivel, no solo en el nivel de lo político en la que ella ha sido una gran operadora de decisiones que ha dilapidado la reputación de la que gozó en algún momento de la década pasada, la función judicial; sino de todo el sistema en su conjunto: fiscalía, jueces, defensores públicos, servicio forense.
La demócrata María Paula que creó la Ruptura en 2004 y en 2011 se fue del gobierno de Correa porque sus valores fundamentales eran la democracia, la República y el Estado de derecho. Y ahora, la democracia se la pasa por el forro, la República la terminó de sepultar y el Estado de derecho pues… bien gracias.
La tan preparada María Paula, tan solvente, tan de buen verbo. La que hizo cursos de hablar en público, la que tenía ensayadas respuestas para casi cualquier pregunta, la que sabía de economía, de salud, de ciencia política, de cómo gobernar el país. La Ministra que tiene bien pautados a todos los periodistas de los mainstream a los que les da las preguntas que quiere responder. Ella, que ayer miércoles 25 de marzo se encontró con un Fernando del Rincón, que tampoco es que sea santo de ninguna devoción porque se nota que es pautado cuando le conviene, que la zarandeó en vivo y en directo para todo el continente porque no tuvo ni tiene respuestas que valgan para justificar el manejo mediocre, mamarracho, indolente, fascista de la crisis más grave de la historia contemporánea.
La querida María Paula que en esta noche oscura en la que atravesamos como Humanidad, se ha puesto a la cabeza de esta crisis, en franca lucha contra todos los frentes internos y externos del gobierno para sobresalir y hacerse ver, queriendo convencernos de su profunda convicción social y su capacidad de liderazgo. Y no ha hecho más que demostrar todo lo contrario, su nula visión estratégica, su cabeza caliente, su ego distorsionado y la constatación fehaciente de que no tiene nada de lo que se requiere para dirigir, no un país, ni siquiera el condominio donde vive. Y, sin embargo, ella está segura de que hace una dupla perfecta con Otto y que juntos serán la dupla imbatible en 2021, porque al menos, ya se dio cuenta de que no será Presidenta, pero Vicepresidenta sí que será. Capaz y luego se marca un Lenin Moreno a toda regla. Vaya paradoja la que verá cuando, llegado el momento ni será candidata ni será recordada como la heroína que siempre quiso ser, sino será de las peores villanas de toda nuestra historia republicana. Ella que siempre pensó ser la Manuela Sáenz del siglo XXI, terminará siendo la Robles Plaza del peor gobierno de la historia del Ecuador.