Black Lives Matter tiene potencia ética equivalente en el Ubuntu al ‘si tú eres ese humano yo también soy ese mismo humano».Soy porque nosotros somos, y porque somos, soy[1].
A la luz sideral, a la más brillante del anochecer urbano, nuestra muchachada acostumbraba a nombrarlas como nos saliera del forro de la ternura o de la melancolía. Los nombres son la activa memoria comunitaria pronta y aglomerada. Cuando repetimos los saberes del Abuelo Zenón estiramos reminiscencias gnoseológicas hasta la colectividad de abuelas y abuelos. Defendemos nombres, aquellos que nos son necesarios, por resguardo simbólico de lo épico libertario, por el largo momento creativo o por el tiempo impostergable de la reconstrucción social. El nombre tiene fuerte contenido político y a la vez es corriente cultural. Por el nombre alumbramos unas decisiones y por el nombre enunciamos intenciones. Los nombres para la diáspora afrodescendiente amplían el límite del origen nacional al internacionalismo cimarrón. Si nombramos a Malcolm X, Manuel Zapata Olivella, Marielle Franco o Juan García Salazar más que sus biografías nos acercan sus conexiones con nuestro factor de resistencia política, cultural y comunitaria. Es la lumbre permanente en la proa del bongo[2] de nuestra Historia. Silvio Rodríguez confirma a plenitud la trashumancia de los nombres en las humanidades activas dentro de su misión liberadora: “[…] sé que hay muertos que alumbran los caminos”[3].
George Perry Floyd, Jr fue el nombre trágico que mandó gente solidaria a las calles de muchas ciudades del mundo, a desafiar la asfixia opresora y policial. ¿La última rebelión contra el extendido sistema político de plantación? Es el neoliberalismo de plantación con sus brutalidades intelectuales y policiales. Después de la corrida progresista en las Américas como que empezó a reconstruirse el imaginario de la plantación en los Estados-nación americanos. ¿Estados-plantación? ¿O los Estados son una imitación escalofriante de la plantación? Las administraciones estatales se cargan de plantadores y mayorales decimonónicos con argucias políticas del siglo XXI. Así es, toscos plantadores que no ocultan el desprecio por las comunidades negras americanas y las comunican con tal desparpajo que muchos se quedan boquiabiertos, unos organismos estatales de represión que por algún bucle temporal adquirieron artículos mentales del mayoral y también el ambiente señorial de la sociedad dominante. Unas sofisticaciones mediáticas convierten lo evidente en retahílas analíticas. Pero los asesinatos de personas negras son reales, trágicamente reales, en Estados Unidos, Brasil y Colombia. También en Ecuador y Honduras, aunque con baja noticiosidad.
Maisha Nyeusi[4]
Bonita paradoja para derrotar el olvido y la ceguera cotidianos: Black Lives Matter[5] . La plantación responde con desdoro: White Lives Matter. Los nombres de esa inteligencia cimarrona emocional es absolutamente válida allá, en el monstruo[6] y por acá también, deben estar aquí, en la punta de nuestra lengua: Alicia Garza, Patrisse Cullors y Opal Tometi. Nadie condena al pueblo estadounidense, por favor. Por ahora, el monstruo se colorea anaranjado.
Las barracas allá, al fondo de las ciudades, trepando los cerros hasta el tíbiri tábara de las cornisas geológicas o a un jeme de los ríos de periódicas crecidas, son llamadas genéricamente según la rebeldía sociológica: favela, guasmo o slum. El racismo se mide en baja escolaridad, mala calidad de la educación, programas de salud de lástima y el desempleo es la subida vertical de la desesperación. Todo indicador precario que sube equivale al abismo social. Como en la plantación clásica la campana convoca a recibir regaños, regateo y rebuznos. Es la política como se la entiende por estos meses, es un acuerdo entre plantadores del norte centro y sur, para que las barracas jamás dejen de serlo. Hay algo constante como un entretenimiento al estilo del perro de Pavlov, se llama oportunidad. Motivadora palabra convertida en trampa social. Para que la oportunidad sea algún cuerno de la abundancia hay que emprender. El masticado se llama ‘emprendimiento’. Y mil programas mediáticos para una ‘ciudadanía-emprendedora’. ¿Educación? Na’, emprendimiento. ¿Salud? Na’, emprendimiento. Tremenda estafa política y económica (voluntad + voluntad + voluntad= enriquecimiento. Financiamiento = 0). Y la contraparte empequeñecer al Estado. Pongan atención, por favor, un Estado-plantación con apenas el plantador, los mayorales y los jornaleros de a real y medio. ¿Qué se crea mientras se leen estas líneas? Tremendo ejército industrial de reserva al que se obliga a admirar las veladas del poder político en la casa señorial. En esta parte, la expresión de un deseo: que esas barriadas de por allá sean los negros y las negras del campo en la versión de Malcolm X.
¿Cuánto cambió para las comunidades negras americanas en las temporadas de revoluciones y progresismo? Es la pregunta que no está en los debates de la blanquitud progre. ¿Mucho? ¿Poco? ¿Nada? La discusión es aplazada para el conservadurismo más reaccionario devuelto a los mandos gubernamentales. Y no se espera ningún diálogo de estos Gobernantes-de-plantación con la diversidad. En la orilla de enfrente, otra vez la izquierda de las Américas en sus enredos eurocéntricos. Muchas citas al Barbudo de Tréveris, mucha comparación con revoluciones de por allá, muchísima cantidad de análisis. Muchos sonidos y ninguna melodía. ¿Y el diálogo horizontal, de palabra suelta comunitaria, con las organizaciones negras? No, ¿para qué? Al progresismo de Latinoamérica alguien debería mostrarle el calendario: ¡año 2020! Siglo XXI. Si el Black Lives Matter de las organizaciones afroestadounidense, con la traducción y con semántica cimarrona y diaspórica que se necesite, debería motivarlas a ir más allá del cicatero deseo de un chin menos de Gobierno de plantación. Y que no falle la comunicación: las izquierdas deben evolucionar al antirracismo discursivo y efectivo.
Черные жизни имеют значение[7]
Antes una parte de la humanidad era mercancía y a la vez producía mercancías, pero apenas las consumía. Ahora aumentó el consumo, pero la oferta de la mercancía del trabajo obliga a negociar el humanismo de esa humanidad histórica. U ocurrió algo peor: se selecciona como dictadura y privilegio social la compra de ese trabajo. Eso es el racismo operativo del siglo XX y del XXI. Nuestro cimarronismo resistente debe proponerse un nuevo esfuerzo antirracista (como sea que se lo entienda, para activar respuestas de cambio con las comunidades negras) y reclamar para sí mismo una reevaluación de prioridades políticas e reinventar estrategias para enfrentar a la sociedad dominante y su Estado-plantación. Achille Mbembe anticipó: “Antes de que las colonias se conviertan en los grandes laboratorios de la modernidad en el siglo XIX, la “plantación” ya prefigura una nueva conciencia del mundo y de la cultura”[8].
La tragedia de George Perry Floyd, Jr quizás devolvió a las muchedumbres diversas del mundo un entendimiento sencillo y no codificado de otra política sin más precisiones que las simpatías humanas antirracistas. Y una expresión política: a los puños del black power se unió la rodilla en tierra. Esa es la política real, de acción directa y transgeneracional. Esa tragedia, en Minneapolis, hizo inservible los refinados análisis, agrió el enzumacao teórico de los académicos de podio y, como se le pedía al hijo otoñal de Bendición Alvarado, se salió a la calle a mirarle la cara a la verdad[9]. La verdad de la calle esa es la verdad inmediata. La calle animada es expresión de poder político sin liderazgos crepusculares. Una calle para encantar a la juventud que con Silvio Rodríguez proclamaría cierto optimismo con poca escuela de metodologías y más de poesía callejera: “¿quién fuera un poderoso sortilegio?”[10]
Se me ocurre una bienaventurada frase de esquina: “nosotros la diáspora cimarrona decimos que, de ahora en adelante, se cumplirá la profecía de la unidad en la diversidad y será verdad evidente…” Y ya puedes decir que tienes un sueño y que la calle rebelde lo devuelve a la realidad. O al menos esa es la intención inmediata. Otra vez con Silvio: “somos prehistoria que tendrá futuro”[11]. Es la frase definitoria en las capitales de países europeas, en ciudades americanas y para quienes con una máscara no-zapatista ve pasar a los caminantes, escucha sus voces y observa sus performances. Yes, we can! La frase movilizadora no la creó Barack Obama ni David Axelrod. La primera vez la escuché en Esmeraldas, cuando la ciudad era un desastre sumado a otro, la dijo el hermano Ernesto Estupiñán Quintero como convocatoria a su campaña electoral para la alcaldía: “Sí es posible cambiar, Esmeraldas”. O sea Yes it is possible to change, Esmeraldas. El pueblo futbolero asiduo a los estadios la cambió a tres palabras simples: sí se puede. Y ya. La gente de calles liberadas no la grita, pero la práctica y exige algo que parecía imposible: se vuelva realidad.
Las vidas negras importan
Black Lives Matter una sencillez expresiva creada no para resolver dudas y sí para desafiar el racismo primario de los organismos institucionales de allá y de acá. ¿A quiénes no les importan las vidas de las personas negras? Nuestras vidas. A las sociedades racistas dominantes con sus Gobiernos perpetuadores de injustos e históricos privilegios de las burguesías blancas. Gobiernos-mayorales de frac y banda presidencial, la elegancia no clausura lo evidente. Las Vidas Negras Importan es una complejidad afro-ontológica para nuestras comunidades negras asediadas por los violentos paraestatales y estatales (Brasil, Colombia y Estados Unidos) y en aquellas que tiene menos impacto la violencia, pero hundidas en las desgracias retratadas en estadísticas de rabia principalmente por el empleo, la educación y la salud. Aumentadas en estos malos tiempos de la pandemia. Lively Up Yourself![12] Recomendaría Bob Marley.
Los procesos evolutivos de nuestras comunidades negras americanas tienen sus apoyos metafísicos en la narrativa mitológica vía oralidad pedagógica, así fue y aún lo es. Esta narrativa es sostenida por alguien que en el yoruba afroamericano se califica de omòluabí o sea persona emancipada. Estas narrativas mitológicas son metáforas para crear, consolidar y preservar el ánima de la comunidad (o de las comunidades) en el transcurso de sus luchas por el estar-bien-colectivo. Los Ancestros sentenciaban con este mandato solidario: “la sangre estira pero no arranca”. Todavía no ha sido colonizado ese apelativo sentipensante: ‘hermano’ o ‘hermana’, ‘mi sangre’, ‘familia’, ‘pariente’. O a hablar de la familia ampliada o extendida. Es como un encuentro perpetuo diaspórico que solo aplaza la separación temporaria y es renovado con estas palabras sagradas al punto de un nuevo encuentro. La sangre es la vida en términos físicos, literarios, antropológicos y filosóficos. La sangre resume: familiaje, parentescos y fortaleza de amistad. En nuestras comunidades afropacíficas se santifica: “la sangre no traiciona”. “El abuelo y la abuela por el lado de la sangre me contaron la historia de Playa de Oro, por sus palabras supe y aprendí que esta comunidad era el lugar de origen de muchos los primeros troncos familiares que llegaron al norte de Esmeraldas”[13].
Black Lives Matter tiene potencia ética equivalente en el Ubuntu al ‘si tú eres (ese humano) yo también soy (ese mismo humano). Está más allá de una transitoria carga política o de una consideración simple de ‘izquierda’, es mucho más porque propone asumir combativamente, sin importar la humanidad del momento, la opresión trágica de las comunidades e individualidades negras. Es Ubuntu de las barricadas para cerrar calles y abrir múltiples vías hacia mejores perspectivas sociales y culturales. Y no digamos económica que es la herramienta de la equidad. Son tantas sangres, pero todas tributarias una sola. Se renueva el sentido comunitario en las Américas y contiene eso de que la injusticia con el otro común en cualquier país del continente también la recibo como propia y contra mí. Como decían los revolucionarios haitianos de 1804, por estas andaduras hoy “todos somos negros (o negras)”. ¿Podría no importar el suelo sentimental? ¿Todos tienen sus prodigios anímicos? ¿Importa el rótulo: cristianismo, islam o internacionalismo proletario? ¿O todo queda explicado con el dicho ubuntológico: Black Lives Matter? Axê.
[1] Artículo Michael Onyebuchi Eze, publicado en la revista El Correo, de la UNESCO, 2011, pp.11-13.
[2] En Esmeraldas, Ecuador, es una embarcación parecida a la canoa. Se diferencia porque es de mayor calado y menor eslora. Se construyen para la pesca o el transporte.
[3] “Más de una mano en lo oscuro me conforta y más de un paso siento marchar conmigo, pero si no tuviera no importa, sé que hay muertos que alumbran los caminos”, La vergüenza, de Silvio Rodríguez.
[4] Las Vidas Negras Importan en swahili.
[5] Las vidas negras importan.
[6] Referencia a la Carta a Manuel Mercado, escrita por José Martí, el 18 de mayo de 1895. “Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas;-y mi honda es la de David”.
[7] Las Nidas Negras Importan en ruso
[8] ¿Qué es el pensamiento decolonial?-Achille Mbembe, entrevista realizada por Olivier Mongi, Nathalie Lempereur y Jean-Louis Schlegel. Revista de pensamiento contemporáneo. 2008. No. 26, pp. 50-61.
[9] “[…] el rudo embajador Mac Queen le replicó que ya no estamos en condiciones de discutir, excelencia, el régimen no estaba sostenido por la esperanza ni por el conformismo, ni siquiera por el terror, sino por la pura inercia de una desilusión antigua e irreparable, salga a la calle y mírele la cara a la verdad, excelencia, estamos en la curva final, o vienen los infantes o nos llevamos el mar…” El otoño del patriarca, Gabriel García Márquez, Editorial Club BRUGUERA, p. 101.
[10]Estoy buscando una palabra en el umbral de tu misterio. ¿Quién fuera Alì Babá? ¿Quién fuera el mítico Simbad? ¿Quién fuera un poderoso sortilegio? ¿Quién fuera encantador? Quien fuera, trova de Silvio Rodríguez.
[11] Por lo menos por eso es que estoy aquí. Somos prehistoria que tendrá el futuro, somos los anales remotos del hombre. Al final de este viaje, trova de Silvio Rodríguez.
[12] ¡Anímate!
[13] Pensar sembrando/Sembrar pensando con el Abuelo Zenón, Juan García Salazar y Catherine Walsh, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador y Ediciones Abya Yala, 2017, p. 21.