Jacques Ramírez

El jueves pasado se realizó la tercera marcha nacional en la ciudad de Quito en contra del gobierno de Lenín Moreno, en la cual los manifestantes corearon permanentemente el grito de “Lenín chau chau chau” que sintetizó el deseo de los marchantes.

Los miembros de la Revolución Ciudadana, quienes fueron los convocantes (aunque no fueron los únicos) plantean que su proyecto fue interrumpido por la traición y la mentira del licenciado Moreno quien se alejó del plan de gobierno por el que votó la mayoría de los ecuatorianos. A muchos nos preocupa la pérdida del Estado de derecho, el retorno al poder de los grandes grupos oligárquicos, económicos y mediáticos y las nuevas formas de posicionar el modelo neoliberal en nuestro país visibilizado en la Ley para Fomento Productivo, mejor conocida como la “Trole 3”.

No solo que el actual gobierno se alejó de las políticas sociales en beneficio de los más necesitados, lo que ha dado como resultado el incremento de la pobreza y la extrema pobreza en el último año, sino que se ve con asombro el establecimiento de prácticas propias de gobiernos fascistas: el asesinato por parte de la policía a un ciudadano mientras protestaba y el despido a un docente por opinar en contra del gobierno son una clara muestra de las políticas de terror y amedrentamiento utilizadas por el régimen.

El Consejo de Participación y Control Ciudadano Transitorio, elegido a dedo por el Ejecutivo luego de una consulta inconstitucional, ha construido un “Estado de Excepción”, encargando la mayoría de poderes del Estado y declarando “vacancia constitucional” –algo nunca visto en Ecuador- que sumado al oligopolio de la palabra de los medios de comunicación configuran las nuevas formas de dictadura en el siglo XXI.

El desgobierno de Moreno está destruyendo los grandes logros de la revolución ciudadana en beneficio del pueblo y la conquista de sus derechos: derechos a una educación pública, gratuita y de calidad; la garantía del derecho a la salud; el derecho al trabajo de los servidores públicos y privados sin ningún tipo de precarización; la no reducción del presupuesto social; la defensa de las ocho millas para los pescadores artesanales, mejores condiciones para nuestros campesinos,  el derecho a migrar, etc.

Indigna ver un gobierno que vende la Patria a grandes transnacionales como Chevron; que no defiende los intereses de nuestra Amazonía ni de los pueblos afectados; que se alinea a la Alianza del Pacífico, que retoma los Tratados Bilaterales de Inversión, que arruina los espacios de integración regional como UNASUR, que incrementa los precios de la gasolina y el diesel, entre una larga lista de hechos, que siguen motivando al pueblo a organizarse “para sacar al gran traidor”.

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