Por Lucrecia Maldonado
Nos estamos equivocando en las apreciaciones en relación con el tema de la tesis de la Fiscal General del Estado. El problema no es su probidad académica o la falta de ella, el problema no es tampoco la benevolencia con la que la academia ecuatoriana ha tomado los hechos y los ha evaluado. El problema no es ni siquiera la defensa acalorada que de ella hace toda la derecha neoliberal y sus ‘sucursales’. El problema no pasa por los elementos de nuestra idiosincrasia que saltan a la vista en este tipo de crisis. No.
El problema no está ni siquiera encerrado en nuestras fronteras. Y para corroborarlo, existe una anécdota relacionada con Anastasio Somoza, el padre, cuando se descubrió que era un tipo moralmente impresentable, y un funcionario le dijo al entonces presidente de Estados Unidos, Harry Truman, que el dictador nicaragüense era un “hijo de puta”, a lo que Truman respondió, muy orondo: “Sí, pero es NUESTRO hijo de puta”.
Si el Imperio actual aprueba y defiende a la Fiscal Diana Salazar, como lo ha demostrado a través de su Embajada con declaraciones y fotografías, poco se puede hacer contra cualquier incorrección, error, contravención o delito que ella cometa. No importa la calidad moral del personaje, no importan su pasado ni sus acciones en ninguna época, por malas y deleznables que hayan resultado. Lo único que importa es que está bien aleccionada para serles funcional, ella y sus defensores. Y es muy probable que Salazar haya sido cooptada por los agentes de la Central de la Ignominia Americana no a pesar de su falta de límites éticos y morales, sino precisamente por esa carencia, que la convertía en alguien capaz de todas las acciones y contradicciones que se han visto en los últimos seis años.
Lo triste es que no solo se da a nivel de una o dos personas. Lamentablemente, nuestros países y otros lugares de mundo presentan una vasta oferta de eso que dijo el funcionario del gobierno de Truman, dispuestos a dejar de lado cualquier filiación a su país e incluso a sus familias con tal de recibir la dudosa recompensa de ser acogidos como pertenecientes a las huestes imperialistas.
¿Qué es si no el presidente Guillermo Lasso, que tácitamente invita a formar parte de su gabinete al embajador norteamericano para una visita a las islas Galápagos, y que las canjea por deuda? ¿Qué es el Rector de la otrora gloriosa y revolucionaria y antiimperialista Universidad Central, a quien no le importa no solo echar por tierra su propio prestigio personal y académico sino el de la institución a la que pertenece con tal de seguir la consigna de defender a la fiscal porque es ‘de ellos’ por encima de cualquier otro valor humano o patriótico? ¿Qué son los miembros del Consejo Académico que justifica lo que en cualquier universidad norteamericana podría llegar a ser incluso una causal de procesos penales en el supuesto no consentido de que superara los filtros académicos correspondientes?
La historia del dominio Imperial en América Latina está llena de estos individuos e individuas de perfil psicopático, ajenos a cualquier límite ético, capaces de vender a su madre envuelta para regalo y de abjurar de cualquier principio de cualquier tipo con tal de ser considerados por el Imperio SUS traidores, SUS asesinos en serie, SUS genocidas, SUS plagiarios y plagiarias, SUS mentirosos, SUS lamebotas, SUS extorsionadores, SUS mentirosos, SUS defensores de lo indefendible, SUS alcahuetes de todo lo demás, SUS pseudo izquierdistas infiltrados, SUS ejércitos de ocupación, SUS agentes encubiertos, dispuestos a sacrificar a la Estatua de la Libertad y al Tío Sam cualquier valor o persona con tal de poder salir en las páginas sociales de Vistazo, brindando por la Independencia del país que se empeña en que ninguna otra nación la tenga ni la disfrute, jamás mejor definidos que por aquel lejano funcionario del gobierno de Truman que, con un poco de visión, supo expresar exactamente lo que eran, lo que son y lo que jamás dejarán de ser.