Su hipocresía está naturalizada, se autodenominan demócratas y creen que con la manida neutralidad o supuesta criticidad a todo lo que huela política ya se gradúan de periodistas. Y en la práctica reciben todos los favores (directa o indirectamente) de quienes, en la práctica, gobiernan Ecuador, con su delegado en Carondelet.
Basta ver lo que hacen los Pelagatos, los Villavicencio o los Calderón en su supuesto periodismo independiente. Y qué decir de dos canales, como Teleamazonas y Ecuavisa, que no tienen nada que envidiar a los llamados canales incautados en su precaria visión del periodismo de crónica roja o comunitario. O la perniciosa postura editorial de El Comercio o El Universo cuando encubre la calamitosa situación económica.
Ninguno de ellos y sus “prominentes” figuras han dicho una sola palabra sobre la promesa de Lenín Moreno (y su obsecuente Andrés Michelena) de vender los medios incautados. Ahora ganan más los “ancor” y despiden a todo aquel que huela a correísta.
¿Ninguno de los críticos del correísmo y sus supuestos periodistas obsecuentes han dicho una sola palabra de los “periodistas” socialcristianos al servicio de Jaime Nebot y su alcaldesa o de los otros que en las provincias más pequeñas trabajan de la mano de los futuros candidatos de la lista 6?
En su moralidad bien cotizada no revelan ni desnudan a las entrevistadoras de la televisión que fungen de asesoras externas del gobierno y hacen media training a los ministros o sirven de comensales en las mansiones de los dueños de las empresas contratistas del Estado.
Hacer verdadero periodismo, en estos tiempos, para todos ellos, es prestarle un flaco favor al correísmo. Denunciar la verdadera y honda corrupción de las empresas privadas, de los parientes del Contralor o cerrar la boca con el caso INAPapers es ajeno a su moralidad y ética. Claro, hay boquisueltos como Vivanco, que de rato en rato puede “excederse” diciendo que los ecuatorianos “son tarados” por votar o añorar a Rafael Correa.
Ahora, a propósito del “exabrupto” de la Arcotel contra la radio Pichincha Universal, no han encontrado mejor expiación para su ilustre moralismo que denunciar por ilegal e ilegítimo el acto inconstitucional. Pero también ha sido la ocasión para redescubrirse en lo único que tienen como bandera: revictimizarse como supuestos perseguidos del gobierno anterior. Y el eco sigue en la nostalgia que ahora les anula. ¡Cuánto darían por el retorno de Correa para sentirse los reales opositores y los “perseguidos”!
Y lo más importante: mienten. Mienten sobre la labor editorial de Pichincha Universal. Acusan de ser “reducto correísta” y no señalan una sola evidencia. Desconocen la pluralidad de los espacios de entrevistas y los programas de grupos sociales. Claro, con eso le hacen el juego a su verdadero amo: el aparato de seguridad del Estado. Bajo el mentiroso argumento de que desde una radio provincial se quiso tumbar al gobierno, ahora advierten que de pasar este acto ignominioso de Arcotel habría que revisar el rol de esa emisora y proponen la elaboración de una Ley para Medios Públicos.
Que a nadie sorprenda que mañana el más experimentado jurisconsulto de la historia Patria, como es el licenciado Andrés Michelana, mande a la Asamblea un proyecto para congraciarse con sus acólitos y benefactores pelagatos o los de fundamedios (que en realidad son operadores políticos de cierta embajada).