No sé bien aquello de la asistencia del Espíritu Santo, pero Francisco, Papa de la Iglesia Católica, es un tipo claro en sus ideas y preciso en sus expresiones. Se puede estar de acuerdo o no con él, pero es difícil encontrarle una declaración ambigua o desordenada.
Desde la saludable distancia y las licencias que me permite vivir en el agnosticismo vi hace pocos días la entrevista que Francisco dio en el programa Salvados, de la televisora española La Sexta. Le dediqué particular atención a los minutos en los que se refirió a los medios de comunicación, ese protagonista político bastardo que tanto poder detenta y tan pocas responsabilidades asume.
Francisco citó cuatro ‘pecados’ de la mayor parte de los medios de comunicación y los definió y ejemplarizó con pulcritud:
Desinformación: “Doy la noticia pero doy la mitad nomás. Eso va contra el derecho de quien recibe la noticia de estar [bien] informado”.
Calumnia: “El medio de comunicación tiene tanto poder que puede calumniar impunemente”. La calumnia, para definirla con simpleza, es acusar de un delito a un inocente para provocar una acción legal en su contra.
Difamación: “Es más sutil todavía [que la calumnia]; si vos hace veinte años pegaste un resbalón […] y pagaste la pena, sos ahora una persona libre; no te pueden los medios de comunicación cargar una historia que está pagada ya”. Difamar es afectar la reputación de una persona, es esparcir un rumor lesivo a su honra; el difamador no persigue una acción legal, sino el escarnio social de su víctima.
Coprofilia: “El amor a la cosa sucia; literalmente el amor a la caca. Hay muchos medios que viven de publicitar escándalos, sean o no verdaderos”.
Solo con eso ya es suficiente para entender que las personas no se informan gracias a los grandes medios de comunicación sino a pesar de ellos, a pesar de las verdades a medias, de las calumnias, de la difamación y del afecto por jerarquizar siempre lo peor. La metáfora que ha ganado la calle dice que hay periódicos que si se los exprime sale sangre, de otros sale mierda.
Precisión no es completitud; al menos no siempre. Al sucesor de Pedro se le olvidaron otros tres para configurar una lista maldita que en nada se somete a esa otra compuesta por soberbia, avaricia, gula, lujuria, pereza, envidia e ira.
Los pecados que se le olvidaron a Francisco son los siguientes:
Cinismo: Es el descaro en la mentira; es la praxis impúdica de falsear y la defensa deshonesta y enérgica de tal proceder. ¿Hemos visto en estos últimos diez o doce años a algún medio hacer un mea culpa de sus errores y corregir?
Mercenariato: Es la práctica de pagar por los favores de alguien para que agreda a un tercero con quien no tiene casus belli alguno. En estos casos el mercenario escribe o titula lo que le conviene a los grandes anunciantes o a los aliados políticos del dueño del canal o de la radio. El pago no solo es en dinero a través de pauta publicitaria sino en cuotas de poder, en licencias para operar sin control, en lobbying para tumbar leyes regulatorias.
Demagogia: Es el empleo de halagos o promesas falsas para convencer a colectivos ciudadanos de una propuesta política. Vamos para dos años con centenas -o miles- de titulares dulzones para mitigar la insatisfacción popular. La demagogia, que bien debiera ser denunciada por los medios de comunicación, es protagonizada por ellos.
Tomás de Aquino, santo y doctor de la Iglesia Católica, escribió que los pecados capitales (de caput, cabeza) son denominados así no por su gravedad per se sino por los vicios que provocan. Es decir que cada pecado es cabeza de otros muchos, es decir que cada noticia viciosa de un periódico engendra irremediablemente nuevos y peores vicios.
La ciudadanía, es decir usted o yo, somos los directa y brutalmente afectados cuando un periodista actúa como mercenario a favor de cierta élite, cuando un editor ordena un titular falsario o cuando en una cuenta Twitter un “referente del periodismo” difama de forma cínica. Nos vuelven zombies sociales, nos reducen, nos conculcan el pensamiento crítico.
La mala prensa estorba, es un ancla en la mochila de las sociedades que necesitan caminar hacia espacio-tiempos más justos, inclusivos y desarrollados. Ecuador, por ejemplo, estaría mucho mejor sin esa prensa.