La decisión de la Corte Constitucional de aprobar el matrimonio igualitario ha colocado a todos en el lugar de sus convicciones. Y cada uno la defenderá a su modo. No solo que afloran las homofobias y las xenofobias más fascistas, sino que el acompañamiento mediático al tema pasa por colocar al matrimonio igualitario como un “fenómeno”, como el “asunto anormal” de una sociedad. Pero también están del otro lado quienes creen que con el matrimonio entre personas del mismo sexo los asuntos del amor han quedado resueltos, se alcanza la plena felicidad, el amor absoluto, con lo cual desvirtúan el sentido profundo de la decisión: la ampliación de derechos para garantizar igualdad, respeto e inclusión.

El jueves 13 de junio entrevisté a Efraín Soria (le pregunté si efectivamente estaban de acuerdo con el matrimonio como una institución impuesta por la Iglesia Católica (y luego asumida como una norma civil de los estados) que ahora les niega ese derecho a los ciudadanos que optan por ella siendo del mismo sexo. Respondió así: “Esto es importante porque tiene un valor simbólico sobre el acceso a los derechos para todos. En segundo lugar es importante porque la unión de hecho no garantizan los mismos derechos en la sociedad”. Quebrando la voz añadió: “Durante estos 19 años de lucha he visto mucho sufrimiento”.

Más allá de la euforia de los integrantes de los grupos LGBTI por una victoria histórica, incluso algunos cayendo en ciertas cursilería sobre el amor y el matrimonio como una sola cosa, hay otros detalles de orden político que están en juego en lo definido por la Corte Constitucional que darán lugar a otros debates en nuestra sociedad:

1.- ¿Hasta dónde está blindada una decisión de esta naturaleza cuando las derechas y ciertas instituciones políticas verán en ella un “atentado a la naturaleza” y a la “familia ecuatoriana”? ¿No se dijo lo mismo en su momento del divorcio y se lo estigmatizó como el modo en que las mujeres optarían por él para acabar con la familia y los hombres como un modo de perder su patrimonio económico?

2.- En nuestra sociedad y en este momento histórico es difícil entender los argumentos de quienes sufriendo pobreza, discriminación y exclusión por el sistema, cuando les tocan sus fibras básicas idiosincráticas, se ponen de lado de lo más conservador de nuestras “instituciones” sociales, culturales, religiosas y políticas. Si mañana llaman a Consulta Popular para aprobar lo hecho por la Corte Constitucional no me quiero imaginar la campaña generalizada para rechazarla y de qué modo serán tratados los que salgan a defenderla.

3.- Lo que en realidad me preocupa es ese concepto o adjetivo lanzado como blandón para defender el fundamentalismo: “Eso no es normal”. Entonces nos metemos en el campo de las paradojas, aparentemente obvias: ¿Quién define lo normal? ¿El matrimonio igualitario es una causa de la izquierda y de los revolucionarios y por lo mismo la derecha debe atacarla? ¿Los LGBTI por naturaleza son de izquierda y por tanto están en contra de la derecha y del conservadurismo?

En realidad la decisión de la Corte Constitucional provoca más debates que la crisis carcelaria, la prisión ilegal e injusta de Ola Bini, la condena a pena de muerte de Julian Assange y el ajuste del FMI. Y, por supuesto, destapa la ola de difamación, mofa y degradación del tema desde las fobias comunes al tema.

Si hay algo que ha provocado el ciclo político iniciado el 2007 es que cada quién ocupe el lugar que auténticamente merece y en el que se ha colocado con sus actos. Los traidores ya sabemos qué sitio ocuparán en la Historia. Y no hablamos de una traición a una persona en particular sino a unas ideas que dijeron defender, a una Constitución por la que votaron Sí y también a unos valores de la democracia, los derechos humanos y la misma Historia que nos cobija.

El matrimonio igualitario no nos hará más humanos, abrirá nuevas posibilidades para todos los seres de nuestra sociedad, sin importar su condición de género, pero también es cierto que quienes lo defienden como una cima para alcanzar el amor y la felicidad están equivocados y confunden sus propias luchas con las que impone el sentido común ni siquiera de la cursilería sino del mundo farandulero de la banalidad y de las novelas rosa. Nadie puede desconocer que el matrimonio es un contrato que ha llevado, por ejemplo, a que en el mundo el 75% de las personas (sin importar género) que se casan se divorcian.

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