Por Arturo Belano
Ya son parte del paisaje político electoral, los videos de Guillermo Lasso incapaz de calcular adecuadamente el valor de un pollo entero, sin atinar a dar un valor aproximado real de un litro de leche, y, más recientemente, incapaz de multiplicar el valor anual de lo que cobra en intereses, un chulquero. Para desviar la atención y lograr videos igualmente vergonzosos de Andrés Araúz; a Lasso y sus asesores, en contubernio con la prensa (nada) independiente de este país, se les ocurrió que lo mejor sería que Araúz participe de una entrevista en la que le tomen un examen de historia.
Fue suficiente para que los seguidores de Lasso pretendan amplificar videos en los que el candidato de Centro Democrático “falla” en las respuestas a preguntas de examen, y usan el argumento de que: “si no conoce la historia, cómo va a gobernar”. En su criterio, esto sería suficiente como para equiparar la cancha del imaginario popular a los permanentes desatinos del candidato de CREO. Pero no les salió.
Las respuestas de Araúz, si bien inexactas, no son falsas. En efecto, el inicio de la revolución alfarista se ubica históricamente en 1895, pero Alfaro gobernó también entre 1905 y 1911. Así mismo, tenemos 20 Constituciones aunque 19 procesos constituyentes. En relación a la historia, saberse fechas es algo que los profesores de antaño nos obligaban a todos, como si eso fuera lo importante. En el siglo XXI, lo importante de la historia, no son las fechas, sino los contextos y el procesamiento crítico de los hechos para aprender de ella y no repetir errores. No importa tanto saber cuándo empezó la revolución alfarista, como saber que los principales enemigos de Alfaro fueron la prensa y las élites retrógradas que, desde siempre, harán hasta lo imposible por revertir cualquier proceso de desarrollo que beneficie a las grandes mayorías.
Hay una gran diferencia política entre no saber una fecha exacta y no poder calcular el valor de un pollo entero. Las fechas se consultan, mientras se tenga claro lo que se tiene que aprender del hecho histórico. Aunque el precio de los productos de primera necesidad también se puede consultar, no tener en la mente el valor real de los productos de la canasta básica sí puede sugerir una profunda desconexión con la realidad social de un país. Probablemente, para alguien como Lasso, pagar USD 21 por un pollo pelado no es un gran problema, pero para la madre de familia que gana USD 400 al mes, eso es imposible.
Las políticas macroeconómicas que necesitamos para salir del país no precisan que los decisores sepan el año exacto en el que Alfaro inició la revolución, como sí necesitan que estas personas tengan claro la diferencia profunda que existe entre quienes deciden a favor de las grandes mayorías y quienes deciden en defensa de las élites más perversas. De otra parte, decisores de política que no entienden ni conocen la situación de la economía real, de lo complicado que es llegar a fin de mes, precisamente por las variaciones de los precios de los productos de primera necesidad, serán incapaces de tomar decisiones a favor de esas mayorías y pensarán (a lo mejor de buena fe) que lo que es bueno para ellos es bueno para el resto, porque se han comprado el dogma pseudo religioso del supuesto goteo milagroso, que como bien sabemos, no tiene ni pies ni cabeza.
El otro problema importante es el hecho de la prensa totalmente desvergonzada que, si siempre lo ha sido, hoy más que nunca es el actor político más peligroso para la democracia y la república. Ortiz hizo una entrevista en la que habló el 62% del tiempo, todo con el afán de asumir una supuesta posición crítica, que resultó abiertamente agresiva, que no cuestionó lo importante, sino que intentó tomar un examen escolar, que no venía al caso. ¿En qué clase de la carrera de periodismo enseñan que las entrevistas se caracterizan porque el entrevistador debe hablar más que el entrevistado? ¿En qué escuela de comunicación enseñan que la objetividad es opcional?
Coincido plenamente con Rafael Correa cuando dice que “es cierto que sin prensa no hay democracia, pero una mala prensa es fatal para la democracia”. El acuerdo cuasi mafioso entre prensa y élites económicas nos tiene aquí, sufriendo la peor crisis sanitaria y económica de la historia con un gobierno que debió renunciar hace rato por su propia incapacidad para articular ninguna respuesta necesaria para enfrentar la pandemia, a punto de decidir un proceso electoral en el que quieren hacerte ver como crítico que un candidato no sepa fechas exactas de la historia, y a la vez, convencerte que no importa que otro candidato no tenga la menor idea de la situación real de la gran mayoría de ecuatorianas y ecuatorianos.