En pocos años se cumplirá el nonagésimo aniversario de la aparición de los grupos de Alcohólicos Anónimos y todos sus derivados y filiales (Grupos de Familia Al-anon, Narcóticos Anónimos, Grupos de Familia Nar-anon, y un vasto etcétera). Su fundador, Bill Wilson, fue durante muchos años una persona aquejada por el grave trastorno de la adicción al alcohol, una sustancia tanto o más dañina que aquellas cuyo consumo se busca volver a penalizar en un país como el nuestro que, no conforme con estar siempre a la zaga de todo, mete el retro a fondo y le da sin miedo.
Wilson, uno de los más preclaros personajes del siglo XX, junto con otros personajes, y después de una nutrida correspondencia con estudiosos del comportamiento humano como Freud y Jung descubrió algo que en nuestros días es obvio para la mayoría de las personas: las adicciones no son un problema moral, no son eso que se llama, despectivamente, un ‘vicio’. Son un trastorno (una enfermedad, decía él) y son igual de dañinas cuando se dirigen a sustancias, comportamientos o personas. Quienes sufren de este trastorno no requieren de cárcel tanto como de tratamientos, grupos de apoyo e instituciones que no los miren como a apestados, sino que comprendan la naturaleza de su situación y, sin complacencia, les brinden la oportunidad de superar estas situaciones.
Otra de las cosas que Wilson y sus compañeros descubrieron puede ser muy triste, pero también es muy cierta: a un adicto activo, ya sea al alcohol o a cualquier otra cosa, nadie le va a impedir consumir si no lo desea. Como dice un principio de los grupos de familia: “No lo causé, no lo puedo curar y no lo puedo controlar”.
Se cuenta que en los Estados Unidos las mayores tasas de expendio y consumo de alcohol se dieron precisamente cuando se estableció la penalización de la fabricación, venta e ingesta de alcohol, período conocido como la “Ley seca”. En esta época se dice también que, mientras la fabricación y el expendio eran legales, existían pocas fábricas de bebidas alcohólicas, pero que cuando se estableció la Ley Seca se disparó de un modo alarmante, llegando a establecerse, en algunas zonas, un sitio de destilación artesanal e ilegal de bebidas alcohólicas por cada manzana. Fue también en esta época cuando se crearon las grandes mafias de Chicago y Nueva York con su cuota delincuencial de atracos, violencia y muerte.
Esto es solo un ejemplo en donde se pone de manifiesto que, si de consumo de sustancias se habla, las prohibiciones solamente hacen que se creen mecanismos para la aparición de mercados ilegales y de todas las indeseables consecuencias que esto arrastra.
En este tiempo, y como parte de la agresiva campaña de desprestigio hacia el gobierno de la Revolución Ciudadana, se ha tomado como uno de los puntos de ataque la Tabla de Porte autorizado que se había establecido en este período. Se ha estigmatizado a la persona que sufre de adicción como si fuera un delincuente más, ignorando (de ignorancia) y desconociendo lo que se sabe de la adicción como un problema de salud mental y un trastorno de la conducta. Es importante conocer también que una persona con adicción activa hará cualquier cosa por encontrar la sustancia para consumir, y que, si no se ofrecen alternativas de tratamiento o de apoyo a este sector de la población, la penalización del consumo (que de eso se trata) a lo único que conducirá es a más conflictos y situaciones indeseables.
Aparte de alimentar el odio y así poder seguir estigmatizando al gobierno de la Revolución Ciudadana… ¿quién se beneficiará de eliminar la tabla de porte de sustancias? ¿Acaso una fuerza pública que así podrá ejercer coerción y extorsionar a ciertos grupos de la población? ¿Acaso las grandes mafias de macro y micro narcotráfico que seguirán medrando a costa de la prohibición y el sufrimiento de quienes padecen este trastorno? Además, sabido es que no serán los adictos pertenecientes a clases pudientes quienes se vean afectados por estas medidas, sino aquellos desfavorecidos por la fortuna sobre todo de origen material.
Y vista esta situación… ¿cuál será el siguiente paso? ¿Acaso penalizar el alcohol, o de una vez la depresión y la psicosis?