Praxedis Razo

el cielo de sorpresas

la desnudez intacta de las horas

y el ruido de las vastas soledades.

1, Le marteau sans maître

Yo quiero arder mis pies en los braseros de la angustia más sola, para salir desnudo hacia el qué dirán de lo que viene en estos días en que la democracia hace justicia a quienes le confiaban todo todo. Parece que así es, la democracia vive (¿la lucha sigue?) ya en los corazones apretujados de los mexicanos que ven, que sienten que ahora sí ahí la llevan, y ahí la van llevando.

Es por eso –y por homenajearlo en domingo de resurrección– que me encomiendo al gran Carlos Pellicer, a veces mentor del presidente que se cuece en estos meses, largos, sensibles, descontrolados, nerviudos. De un tabasqueño a otro, la Revolución se institucionalizó en redondo, ahora sí, don Plutarco.

Aquél, bautistino de la Villahermosa finisecular, heredero del vasconcelismo idealista, de un proyecto nacional que había enmarcado a la educación vanguardista como punta de lanza hacia el deslumbre, materializó desde su breve curul senatorial (1975-1977) algunas metáforas edénicas, siempre militante revolucionario, rumiante de profundas sabidurías teocráticas; Pellicer también fue poeta siempre cívico y respetuoso del poder partidista que se gestó como una ceiba frente a él.

Éste, chonto de la Macuspana petrolífera de mediados de siglo, asió los ideales de aquel partido revolucionario institucional cuando éste ya se cocinaba como hegemonía zarista en una nación de retorcidas retóricas modernizadoras, se jugó largamente la tómbola por las ramas de la revolución democrática hasta su desplome (1989-2012) y ahora pretende gobernar un país cargado de algunas metáforas edénicas, basado en rudimentarias sabidurías teocráticas.

Los caudales del Usumacinta, del Gijalva y del Tonalá articulan y desarticulan los discursos de estos tabasqueños, ilustres cada uno a su manera, y ahí donde se encontraron, en la confluencia se vuelven a separar, y ahí donde se arremolinaron, hacia su desembocadura se diluyen francamente. La “revolución” de uno quiso llegar a ser la “revolución” del otro. Y sí, en el cauce final de los ríos, se trasluce esto en aquello. Y ahí, en el remanso cerca del Golfo, poco o nada queda de ninguna revolución.

Y la iguana nostálgica de siglos

en los perfiles largos de su tiempo

fue, es y será.

2, Cien kilos de barro

“Ganó, arrolló con carro completo el candidato de lo que se tiene por radicalidad en México, y ya engola la voz en el Zócalo de los corazones. Todos alineados ante la nueva reencarnación del tlatoani atienden al alba sus jornadas de trabajo imparables, sin goce de sueldo unos, o con sueldos incompletos otros, sólo con la pasión por servir a cuestas, van sus servidores públicos rumbo al renacimiento de una nueva era.”

El párrafo anterior lo escribí el 10 de diciembre del año 2000, cuando Andrés Manuel López Obrador tenía 5 días de rozagante jefe de gobierno del Distrito Federal. Ahora, esas líneas, se pueden quitar y poner donde sea, de su presidencia legítima (2006-¿2012, 2015?), hasta acá. ¿Qué ha pasado desde entonces en los cajones de sus escritorios?

Lo que sabemos es que él y su aparato simbólico del poder, hacia adentro, exacerbó un proceso de descomposición de un partido, el PRD, cuyo legítimo y procesual origen y desarrollo hoy es expuesto como carne de cañón en el mercado de pulgas, mientras que hacia afuera dejó un panorama de espesa calma para un lado de la balanza que se asume en alternancia e irrevocable progreso, legándonos versiones siempre muy honestas de un equipo incólume rodeado de un mar de incomprensión corrupta.

Lo que sabemos es que siempre ha triunfado a río revuelto, y que como buen pescador –metáfora por demás beneficiosa para él y su movimiento– sabe sacarle ventaja a las corrientes antes, durante y después de las tempestades. Ha tenido su barca en el abismo huracanado y desde allá ha retomado el rumbo, cualquiera que éste sea. Fascinado por su capacidad de bregar en la política, hace y deshace alianzas (¿entuertos?) para ejercitarse.

Obsesionado con algún capítulo de la vida del padre y generalísimo Morelos y Pavón, asume en sus jaculatorias en las plazas públicas la guerra de Independencia como un devenir y nunca como un precedente. El proyecto de López Obrador atraviesa la Historia volatilmente y le encanta reapropiarse de las fechas y los lugares que no le pertenecieron. Toda su presidencia legítima estuvo plagada de eso: fecha cívica relevante para la historia oficial (20 de noviembre, 15 de septiembre…), día en que se volvió a escribir un capítulo en su calendario; fecha trascendental en el imaginario de la protesta (2 de octubre, 26 de julio…), día en que él reendosó la factura.

Andrés Manuel es el perpetuo recién nacido, una creatura marca Frankenstein pero hecho solamente con las partes bien conservadas, dignas aún, de los muertitos: lleva la frente hirsuta de Juárez, la mirada aguda de Lázaro Cárdenas, el proyecto trunco de Madero. Frente al espejo que es la República Mexicana él se mira como una creatura de pureza fundamental, tanto que ni siquiera se ha elegido a sí mismo en su boleta electoral, sino que le gusta favorecer a sus ídolos tras los altares, de los que también porta segmentos de su lugar en el mundo.

No hay duda de que son suyos el genio discursivo de Monsiváis, el hablar cansino de Poniatowska y la generosidad de Ibarra de Piedra. Con él la Historia, sin él la oscuridad de la noche. México es amor para él, ya lo ha dicho, y nosotros sabemos bien, casi por casualidad, que el amor lo justifica todo.

La oda tropical a cuatro voces

podrá llegar, palabra por palabra…

3, El barzón

Bienestar social, libre mercado, educación garantizada, seguridad pública y alimentaria, libertad, igualdad, equidad. Pues sí, no veo cómo nos haga falta algo de estos ingredientes del buen Estado el próximo sexenio. Tampoco hicieron falta en éste, si le preguntan dos veces a la administración saliente, a la anterior, ni a la anterior a ésta…

Lo más importante es considerar, si en Puebla se nos permite, que Morena es el partido más joven de la historia democrática en todo el mundo que en menos de un lustro puede irse diciendo dueño de un porvenir político que se irá escribiendo bajo una concienzuda lupa global.

Moneda al aire, oda que no ha de llegar … la voz del mar que arrastra las ciudades./ ¡Oh trópico!/ y el grito de la noche que alerta el horizonte.

Nota bene. Los versos son, obviamente, del poema que da pretexto a este canto, “Esquemas para una oda tropical”, del libro Hora de junio, de Carlos Pellicer, escrito en pleno apogeo del Partido Nacional Revolucionario.

 

 

 

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