Cuando en octubre del año pasado ‘la realidad superó a la legalidad’, Moreno y sus cómplices madrugadores -con el respaldo de la derecha y medios de comunicación vinculados- no apelaron al estado de derecho sino a la fuerza y a la obsesión anticorreista, que ha sido el elemento más recurrente para justificar el devaneo y el giro ideológico del gobierno, que pasó de la hipocresía inicial, a la más absoluta y total procacidad ideológica, sin ninguna vergüenza.

Por lo tanto, el actual sujeto político comenzó a gestarse desde que se constató el volteo de Moreno y no iba a tardar en aparecer para ejercer una contraviolencia que se amparaba en la ‘legitimidad social’ e histórica de poder resistir y reivindicar un ‘Estado alternativo’. Los acontecimientos de octubre de 2019, tuvieron al principio exigencias muy puntuales, circunscritas al decreto presidencial 883 que buscaba quitar los subsidios a los combustibles. Las demandas de la ciudadanía, no obstante, alcanzaron otros niveles e instancias, que pusieron al régimen al borde de su destitución.

El sujeto político de la crisis, tiene la doble condición de ser a la vez, ‘donador de forma’ y también ‘receptor de forma’, para usar las categorías de análisis que Bolívar Echeverría (B.E.) maneja cuando habla y define la violencia como ‘instrumento de la política’. Porque el otro elemento -bajo estas consideraciones y circunstancias- se refiere además a la inercia (que algunos llaman ‘normalidad’) como una manera de reproducir las formas de injusticia o de imposición que el sistema viene cometiendo bajo el esquema de una ‘violencia legitimada’, en complicidad con la derecha, la banca y los empresarios.

Aunque en octubre se había fracturado la temporalidad de la inercia y, además, se fisuraron aquellas formas de relación desiguales, puestas maliciosamente en práctica por el gobierno desde la consulta popular que contó, asimismo, con el respaldo de cierta izquierda que no madruga pero trasnocha, aquellos acuerdos posteriores ‘entre las partes’, -frase que se ha puesto de moda- licuaron de momento la protesta social.

La oligarquía criolla demandó el uso absoluto de las leyes que a la ministra Romo y la Fiscalía les sirvieron para reprimir y acusar a los revoltosos de subversivos y judicializar la protesta social. Enseguida, el régimen ordenó la adquisición de armas y suministros especiales para la policía y las fuerzas armadas, que hacía prever que no iba a dejarse rebasar por futuras protestas callejeras. La derecha política y mendaz debió inhumar algunos cadáveres políticos.

Sin embargo, la violencia dialéctica tuvo una referencia directa en los hechos de octubre que desnudó las intenciones visibles o escondidas de la oligarquía y del gobierno de Moreno, que impuso medidas que afectaron la institucionalidad y el estado de derecho.  Es decir, octubre fue el esbozo inicial de la desobediencia civil contra un gobierno que solo gobernaba para las élites. La sociedad civil impuso su voluntad de forma y le dio otro contenido a la revuelta. El Estado fue rebasado tal como acontece en estos momentos, frente a la incapacidad y la ausencia de liderazgo del presidente, el autoritarismo y la prepotencia de sus mañaneros subalternos.

En ese sentido, en el de la doble condición del sujeto político de ser al mismo tiempo donador y receptor de forma, la crisis de gobernabilidad también ‘interrumpe’ la línea de acontecimientos establecidos porque se rompe ‘la figura de la política dentro de la cual la modernidad (o la post modernidad) logró encerrar el ejercicio de lo político’. (B.E. Vuelta de Siglo 2006) La pandemia, siendo un fenómeno social -porque perturba y fija los comportamientos de convivencia y disloca la cotidianidad- y de salud -porque afecta directamente el sistema de sanidad y los hábitos de higiene- también es un hecho que liga lo político con la violencia y la intimidación cuando al mismo tiempo vuelve a mostrar las desigualdades económicas, la discriminación y la lucha de clases.

Lo fundamental es que el sistema capitalista ha construido y perfeccionado su andadura como el propio virus, por el contagio de las formas de vida, la deliberada producción de escasez y la desestimación obligada del excedente supuestamente no rentable. Otra vez, la ‘forma mercantil-capitalista’ (el consumismo) que sacrifica los derechos laborales. Otra vez el amedrentamiento y las amenazas que convierten a los individuos en ‘un-otro-enemigo, en objeto “justificado” del empleo coercitivo de la fuerza’. (B.E.)

¿Acaso no es violencia haber mermado los requerimientos de la emergencia sanitaria o haber recortado, antes, los presupuestos en salud -en un 33%- de educación y bienestar social? ¿No es violencia haber dejado que la pandemia se asentara en Guayaquil con deficiencias en sus servicios básicos -el 22% no tiene agua potable- y se provocara un crimen inmoral, casi de extermino, de responsabilidad compartida con los socialcristianos? ¿Acaso no fue un hecho de violencia extrema y de irresponsabilidad haber pagado los bonos 2020 en medio de una pandemia mundial y nacional, solo para favorecer a los tenedores de la deuda? ¿No es una muestra de estúpida violencia el proyecto urgente de ley ‘de apoyo humanitario’ que Moreno envió a la Asamblea -condicionada por la ‘muerte cruzada’ y el chantaje- para la precarización del trabajo, los despidos disimulados y la suspensión temporal  de salarios a los trabajadores y empleados del sector público y privado? ¿Y no es violencia deliberada encubrir lo que el régimen morenista encarna como hacen los medios de comunicación mercantiles?

En el marco de la misma violencia constituida, qué se puede decir de lo que propuso el entrometido e imprudente Augusto de la Torre, el estrenado gurú del régimen morenista, ex gerente del Banco Central del Ecuador (1993- 1996) y ex jefe del Banco Mundial para América Latina hasta 2016, cuando acaba de plantearnos que el país debe entrar en un periodo acelerado de ‘corrección de los desequilibrios’ o de ‘hibernación económica’ porque ‘la realidad terminó superando a la legalidad’. El mismo ‘gradualismo’ tonto y concentrador que nació de la ficción monetarista del FMI hace 40 años, esta vez con algunos condimentos tomados de alguna fantasía sicalíptica suya no cumplida, para inmunizar su estado de privilegio.

Porque las preguntas son todavía más graves: ¿Martínez, el ministro de las ‘fianzas’, se convirtió en el solícito recadero de Augusto de la Torre o es al revés? ¿Quién toma las decisiones en el país? ¿Quién gobierna? ¿Ahora tienen el control los asesores y consultores externos del macilento y alicaído gobierno de Moreno/Sonnenholzner, el príncipe de la intrascendencia y la fotogenia?  

Veamos algunos de los embustes y fruslerías del macro economista De la Torre (que son  parte del ideario de conocidas ‘minorías selectas’ que ahora gobiernan y quebraron al país en 1999) vertidas en alguna reunión privada: ‘Olvidarse del marco jurídico vigente, vamos a tener que suspenderlo por seis meses. Vamos a tener que reconocer que la realidad superó a la legalidad. Y vamos a tener que pasar a un periodo en el cual la ley sea el acuerdo entre las partes. Que las partes, para salvar sus puestos de trabajo, sus medios de vida, sus empresas, cedan y cooperen, lleguen a acuerdos’. En resumen, serán los ciudadanos quienes paguen los costos altísimos del ‘apoyo solidario’, como ocurrió con el feriado bancario: reducción del Estado y del gasto público en al menos 10 mil millones de dólares, cercano al 30% o 40% de PIB; corrección fiscal y estructural severas; reajuste e eliminación  de los subsidios. ¿Moreno -o lo que resta de él y de su periodo presidencial- debe gobernar vía decretos-ley como un dictadorzuelo?

Las post pandemia, debe ser el momento para que la autocrítica pueda generar nuevas formas de participación social para terminar con la inercia, en primer lugar; y enseguida, que la autocrítica nos encamine a crear las condiciones políticas y sociales para la constitución de un Estado alternativo, más plural y democrático. Otra forma de democracia que nos conduzca a la acción, con sujetos políticos participativos, que condicionen las nuevas demandas a la necesidad colectiva y procuren la transformación de las fuerzas productivas.

Están, por supuesto, la parte ideológica y organizativa, que se contienen en ese momento autocritico, como punto de partida para contrarrestar la violencia capitalista destructiva y castigadora, la violencia del mercado y la sistemática amenaza contra el empleo, la estabilidad social, la salud, la educación que cuando no se cumplen pesan siempre de manera decisiva contra los ciudadanos y el estado de derecho.

Hay que regresar al ‘mundo de lo humano’ pero ya no en los términos que hasta ahora han señalado el manual del ‘capitalismo salvaje’ y el mercado. La ‘era post virus’, por un tiempo dilatado, debe considerar la arquitectura de otras ‘formas civilizatorias’ que pudieran restablecer relaciones de convivencia con ‘la naturaleza viva, primordial, sin afectar su equilibrio y armonía’ compenetrada con el humanismo. Sin olvidar tampoco las responsabilidades judiciales que tiene el gobierno de Moreno por la crisis sanitaria, los muertos, heridos y desaparecidos de octubre de 2019 y el descalabro económico del país.  

Por Editor