Por Abraham Verduga
Cien días ya… No entiendo a quienes reclaman la ausencia de un Plan Económico, ¿es que no se han dado cuenta que de esto mismo va la cosa? No hace falta explicitar nada, ¡si está más claro que el agua!, es la profundización del modelo de Moreno, algo así como su versión “súper Saiyajin”. La mesa quedó servida.
Entre los últimos anuncios están las “facilidades” –diabólico eufemismo- a los empleadores para distribuir a su antojo las cuarenta horas laborables entre lunes y sábado. “Flexibilidad” le llaman, flexibilidad para desbaratar derechos laborales, para gambetear el pago de horas extras y suplementarias; en definitiva, flexibilidad para hacerle un epic twerking a la Constitución. Se reduce ostensiblemente el presupuesto del Estado para becas universitarias porque más barato sale reabrir las universidades de garaje. Villavicencio approves this message. El fantasma de la privatización deambula por el Banco del Pacífico, por las refinerías, carreteras, telefónica y por una seguridad social convenientemente “quebrada”, aun recibiendo más de 372 millones de dólares mensuales…
Se anuncia también con pompa carnavalesca la eliminación de algunos tributos. Arrancaron con el Impuesto a la salida de divisas (ISD). Amagan que el objetivo es generar empleo, atraer la inversión extranjera, quien sabe y de pronto hasta consideren repatriar el billete que tienen en paraísos fiscales. ¡Confirma Positano!
No es difícil intuir por donde van las balas, algunas de estas “sorpresas” constaron por escrito en el plan de gobierno que “tooodos” leyeron (guiño-guiño). ¡Por esto votó la mayoría de ecuatorianos! La purita verdad es que Lasso no es tan farsante como su antecesor, su bandera fue siempre la del austericidio. Sin embargo, es probable que muchos no hayan logrado dimensionar la magnitud del despeñadero. Vamos a lo de fondo: ¿Hacia qué horizonte “civilizatorio” nos conducen los zapatos rojos?
Intentaré graficarlo con un ejemplo, hablemos de la más reciente campaña del Ministerio de Educación bautizada con el nombre “Apadrina una Escuela”. Esta alegre iniciativa pretende que la empresa privada, cooperadores internacionales y sociedad civil participen en una vaca para el presupuesto escolar. Explicaba la ministra Brown Pérez que el “apadrinamiento” se daría mediante una carta de intención dirigida a su cartera por medio de donaciones como dispositivos tecnológicos, útiles escolares –“desde un borrador”-, insumos de bioseguridad, alimentación y equipamiento. Advirtió, eso sí, para los mal pensados, que de momento no habría incentivos tributarios, que la donación debe nacer de lo más profundo del corazón de todo buen samaritano porque es caridad de la auténtica, nada parecido a la Teletón del exmatrimonio Nebot-del Cioppo. Una apelación a la economía del goteo pura y a secas, sin triquiñuelas.
De esto se trata, es la apuesta a un capitalismo “humanizado”, condescendiente, uno menos cruel. Ese que dice que tener individuos compasivos y solidarios está bien para contrarrestar la pobreza, porque soluciones políticas o una reorganización sistémica “ya es avaricia”. Es que hay que actuar de una vez, ¡no hay tiempo para la moralina!, se vuelve imperativo suspender la discusión política en nombre de la inmediatez ética… Es el triunfo del “no hay alternativa”, la ideología del cinismo disfrazada de pragmatismo. Algo así como decir: “somos conscientes de que las cosas andan mal, pero más aún somos conscientes de que no podemos hacer nada al respecto más que recurrir a la filantropía”. De modo que “ser solidario” se convierte en privilegio de clase, en una oportunidad para ser más que un buen ciudadano, un buen patriota, un buen cristiano que duerme con la conciencia tranquila. ¿Para qué perder el tiempo combatiendo la desigualdad estructural, si podemos contribuir donando dinero? Solo es cuestión de seleccionar las causas correctas.
No es animadversión contra el sector privado, es repudio a un modelo que normaliza la “caridad”, que clama por la filantropía y no por la justicia. Un modelo perverso que pretende reemplazar el rol del Estado por la “responsabilidad social empresarial”, que pondera el buenismo voluntarista por sobre las políticas públicas llamadas a garantizar los derechos sociales. Lo cierto es que la inequidad no se resolverá con gestos de buena voluntad, aquello es una fantasía que refuerza la idea de un “realismo capitalista”, como si fuera el único juego que podemos jugar procurando controlar sus “excesos”. Es la píldora azul de The Matrix.
¿Por qué no nos preguntamos qué pasa con los empresarios, banqueros y corporaciones que, al aumentar sus márgenes de ganancia, en lugar de mejorar los sueldos o los beneficios sociales de sus empleados responden reduciendo su personal, sacándose de encima una importante fuerza de trabajo para crear un inestable ejército de empleados freelance y de medio tiempo, sin los beneficios de la seguridad social? ¿No sería más eficaz controlar la evasión tributaria que, según la CEPAL, alcanza el 7,7% del PIB, lo que representa más de USD 7.000 millones que no ingresan cada año a las cuentas del Presupuesto General del Estado? ¿Y si inyectamos a la economía los USD 30.000 millones que tenemos en el exterior, según datos del Banco Central?
¿Es que no nos damos cuenta que las mismas élites que hoy gestionan el caos son en parte responsables de ocasionarlo? Es el mismo capitalismo reinventándose, maquillándose, burlándose en nuestra cara, demostrándonos que su hábitat natural son las crisis que él mismo genera, vendiéndose como la cura siendo la enfermedad. He aquí la filosofía del “gobierno del encuentro”, de esto va la perversa paradoja. ¡La vacuna no alcanza, presidente Lasso! De poco sirve garantizar supervivencia si se recorta el derecho a la vida, ya hay dos señales inequívocas del fracaso: el aumento exponencial de los problemas de salud mental y el acelerado éxodo de compatriotas vomitados de su tierra. Se repite la historia… ¡Fuck filantrocapitalismo!