Humberto Freire Aguilar

Las campañas realizadas en favor de “Consume lo nuestro” o “Es mejor hecho en Ecuador” no han calado en el momento de elegir una película; al momento de escoger se prioriza la tendencia que se está presentando a nivel global en las carteleras manejadas por transnacionales del cine, delatando el carácter de consumo de un público que prefiere tendencias comerciales frente a propuestas narrativas diferentes, constituyéndose una forma cultural frente al cine (aunque no exclusiva del cine, y no propia de Ecuador).

¿Por qué no estamos eligiendo cine hecho en Ecuador? El primer factor que se podría encontrar vuelve la mirada hacia una carente tradición de crear cine, y, entre tantas posibilidades, se une un segundo factor: elaborar cine cuesta elevados recursos que se juntan a las exigencias técnicas y tecnológicas, propias de nuestra periferia del mercado al que hemos sido empujados. Un tercer factor, y posiblemente el de mayor importancia y que presentaré aquí, es la crisis de la creación de argumentos narrativos para llevarlos al código cinematográfico.

Estamos viendo películas que nos presentan historias que vivimos a diario y, en modo automático, casi que la cámara toma decisiones hacia a donde apuntar. Y es que no está mal que se nos cuente lo que ocurre afuera, pero si está mal que no haya propuesta en la forma de presentarnos esa realidad; necesitamos ver propuestas narrativas con contenido estético distinto al que estamos acostumbrados a ver en nuestro diario vivir, un modo paralelo de ver la realidad, sin que éste caiga en hacer películas únicamente de ciencia ficción.

No se trata de tener ideas espectaculares con producciones espectaculares, con que muestren una idea de forma clara y precisa, que cuando veamos la película sepamos lo que acabamos de ver, que tenga una lógica interna (no necesariamente corresponder a una lógica secuencial), pero lo que encontramos es una serie de eventos entrecortados, que nos desconectan de la propuesta narrativa (cuando hay propuesta).

Cada vez que veo una película hecha en Ecuador, me entero de manera inevitable cuáles son las preferencias del autor, un poco de su vida (una suerte de biografía); es que no es grosería, pero la vida de los directores es de interés para los propios directores. La producción nacional padece de ese narcisismo, como si la vida del director/guionista/productor fuera de gran interés. Ese interés hay que ganárselo con la obra y luego se enteren de la vida del autor, y aun así la vida de un director es periférica a la cinta, cuando lo que queremos es ver una auténtica y bella narrativa audiovisual.

Es que se están haciendo películas personales, o sea, el problema de YO con el mundo, de YO con mi abuela, de YO y mi frustración, de YO y mis problemas adolescentes, de YO en versión mayor YO. Y entonces se mezcla la vida del director/guionista/productor con alguna anécdota/problema sicológico/ocurrencia. Con esto se plantea que lo que se debe estar narrando en la pantalla es un argumento que presente y diga por sí mismo una idea, sin necesidad de que nos hagamos de las intimidades del director/guionista/productor, sino de la intimidad de la película.

Crear lazos en el cine entre quienes lo hacen posible y quienes lo vemos es una forma de saber que algo estamos haciendo, no importa si es del gusto o disgusto de todos, pero eso sí, es saber que se hizo realidad estética un argumento; argumento que sea llevado fuera de nuestras localidades, que sea comprensible sin necesidad de conocer la totalidad de la realidad que se nos está mostrando.

Los argumentos universales son los que se juegan en una narración, son aquellos que traspasan tiempo y espacio, es decir, que se comprendan aunque no se tenga referencia de los elementos que se exhiben. En las propuestas de saberes del cine en Ecuador se hallan una serie de argumentos, algunos de ellos arrancan y son llevados (desarrollados) hasta el final, pero muchos de ellos se quedan en la mitad; es necesario que el argumento sea cabalmente desarrollado, aunque sea uno; en este punto es preferible tener un solo argumento bien trabajado, a varios a medio elaborar.

¿La necesidad de verosimilitud dentro del film es otro imperativo? Creo que éste no requiere, ni tampoco es una representación pura de la realidad lo que vemos en pantalla. Cuando se dice en el cine, es cuando se elaboran varios postulados internos que permitan sostener al film, y aquí está la crítica a lo que vemos en pantalla: vemos una realidad que conocemos porque la vivimos, pero no por ello el film ya es verosímil; cuando nos sentamos frente a la película, entonces queremos creer, y lo logramos cuando nos llevamos a casa la conversación, cuando la reflexionamos, en resumen, cuando nos irrumpe; pero eso no se ha logrado de forma completa en el cine hecho en Ecuador.

Las propuestas en el cine en Ecuador podrían ser muy creativas, la infinidad de posibilidades para componer un film es enorme, aunque esto mismo podría constituir una limitación por la exigencia de ingentes recursos, pero aun así la narración puede ser hecha sin la necesidad de la artificialidad que nos puede también conceder el cine. Pero la narración, la creatividad no tiene que ver con cuántos recursos contamos, una pequeña historia contada sin artilugios nos puede trasladar, pues el cine no es apenas técnica. A veces pensamos al cine como un conjunto de accesorios para crearlo, al final termina todo lo que se fabrica en un accesorio, a eso le sumamos la vida personal que se cuenta en el cine hecho en Ecuador y entonces tenemos historias de vida en la pantalla con multiplicidad de argumentos y no hemos dicho nada.

Es momento de hacer cine con una identidad, y entonces llamarlo cine ecuatoriano. Los esfuerzos de los cineastas que han logrado una impronta son vitales para una nueva posta de creadores del cine que se están formando en institutos y universidades. Éstos deben tener referentes de propuestas de cine ecuatoriano. Se vuelve urgente cambiar los argumentos que vayan más allá de contar historias de carácter personal, que se implementen nuevos campos al momento de formar a los cineastas, como cine, literatura, sociología, artes, etcétera. Quienes vemos cine necesitamos de un cine que podamos reconocerlo como cine ecuatoriano comprensible en cualquier parte.

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