En Ecuador sentiremos los costos de haber perdido objetivos, liderazgos, militantes y organizaciones para la defensa de los intereses de los trabajadores. En los últimos 15 años, nunca experimentamos mayor desempleo, pobreza y desesperanza como ahora. Pero aquí… ¡aquí no pasa nada!. La desmovilización es total. Las centrales sindicales, simplemente, causan pena.
Aprovechando este vacío de respuestas colectivas, los gobernantes prosiguen implementando el programa de ajuste estructural diseñado por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sobre este tema se podría hablar mucho… para que la gente recuerde poco o casi nada. Por eso, a continuación, presentaré un solo aspecto de ese programa y sus consecuencias, buscando así que comencemos a comentar con otros, en forma sencilla, lo que sucede.
- Ecuador necesita el ingreso de dólares para mantener la dolarización. Para conseguir más dólares, se requiere exportar más.
- A corto plazo, para incentivar las exportaciones, la primera opción de política económica es devaluar la moneda. En Colombia, por ejemplo, una devaluación convierte a su quintal de papas en relativamente más barato que el quintal ecuatoriano. Esta circunstancia hace que las exportaciones colombianas aumenten pues los ecuatorianos preferirán comprar papas importadas.
- Ecuador no puede devaluar el dólar. La anterior posibilidad no existe para nosotros.
- Cuando no se puede quitarle valor a una moneda, la siguiente opción de política económica para fomentar las exportaciones es “reducir el salario real” de los trabajadores.
- El salario real está relacionado con aquello que se puede comprar efectivamente con una determinada cantidad de billetes y monedas. Por ejemplo, supongamos dos personas, una en Tulcán y la otra en Pasto, que reciben un salario de USD 100 en billetes de dólar. Con esa cantidad, el colombiano puede comprar 2 pares de zapatos; el ecuatoriano, en cambio, con USD 100 puede comprar solo 1 par de zapatos.
En este ejemplo pedagógico, aunque ambos personajes reciban 1 billete de USD 100 y tengan así el mismo “salario nominal”, sus ingresos reales son diferentes: el salario real ecuatoriano es la mitad del salario real colombiano. Solo en nombre, “nominalmente”, ambas personas ganan lo mismo… en la practica no.
- La reducción del salario real solo puede efectuarse con la “flexibilización laboral”, es decir, creando condiciones de trabajo que favorezcan ganancias empresariales “extraordinarias” aunque perjudiquen la situación de los trabajadores.
- Una forma de flexibilizar el trabajo consiste en aumentar la cantidad o intensidad relativa de trabajo manteniendo el mismo salario nominal.
- Para visualizar lo anterior, supongamos una república bananera en la cual la canasta familiar cuesta USD 700, el salario mínimo es USD 350 y la jornada laboral normal es 8 horas al día.
En 2018, Juan Pueblo ganaba USD 350 por 160 horas de trabajo que le permitían comprar 1/2 canasta familiar. Para poder comprar 1/3 más de esa canasta, él necesitaba trabajar un total de 48 horas extras durante 3 sábados y 3 domingos consecutivos. Aunque solo descansaba un fin de semana, él lograba así conseguir USD 210 adicionales… gracias a que las horas extras equivalían al doble del valor de 1 hora “normal” (USD 2,18).
En 2019, aquella republica bananera produce una flexibilización laboral que le permite al empresario distribuir las horas “normales” de trabajo en cualquier horario de lunes a sábado. La flexibilización podría incluso contemplar una homologación en el valor de las horas laborales para que el empresario pueda pagar lo mismo por lo que antes se denominaban “horas extras”.
En 2020, Juan Pueblo labora en una empresa que trabaja todos los días. Incluso suponiendo que tuviese un empleador “buena gente”, él podría ser asignado a trabajar sus 160 horas normales de martes a sábado y, como siempre, él ganaría USD 350. Aunque quisiera trabajar horas extras en lunes o domingo, él no podría hacerlo porque otras cuadrillas de trabajadores trabajan de lunes a viernes y de miércoles a domingo.
Para poder aumentar sus ingresos reales, sin embargo, él podría proponerle a su empresario que le permita hacer unas “dos horitas” extras cada día. Su empleador accede pero le comunica que le pagará USD 2,18 por cada hora extra porque, una vez implementada la flexibilización laboral, el valor de una hora de trabajo es el mismo independientemente de que aquella suceda en horarios normales o extraordinarios.
Sin otra opción más que esa, Juan Pueblo acepta y trabaja 40 horas adicionales por las cuales recibirá USD 87,5 extras. Su salario nominal total será USD 437,5.
Aunque recibió su remuneración en billetes y monedas que “no se devalúan”, su salario real SI disminuyó: ahora con USD 350 puede comprar 1/2 canasta familiar y con USD 87,5 adicionales solo puede comprar el 13% de una canasta familia.
Empresarios “no tan buenas gentes” (o sus portavoces) nos dirán que todo lo anterior está bien porque Juan Pueblo trabajaba antes 48 horas adicionales y ahora solo trabaja 40 extras. “A menor trabajo, menor remuneración” o “a menor productividad, menor salario” podrían ser las frases de quienes se inventan cualquier cosa para defender los privilegios de quienes tienen ingresos millonarios sin ser muy laboriosos o productivos que se diga.
También aquellos podrían alegar que las horas extras si se pagarán un poquito mejor. Esto solo alteraría la aritmética del ejemplo pero no el abuso a los trabajadores.
- Una vez que se logre la reducción de los salarios reales, las exportaciones ecuatorianas serán “más competitivas”, es decir, los productos ecuatorianos tendrán costos relativamente menores en comparación con otros similares… todo gracias a que los trabajadores ecuatorianos trabajarán más por igual (o menos) cantidad de dinero (nominal).
- Según el razonamiento descontextualizado del FMI, donde el comportamiento real de nuestras élites empresariales y políticas se olvida o perdona, se espera que un incremento de las exportaciones ocasione mayor ingreso de dólares a la economía ecuatoriana, aumento de los ingresos estatales generados por tributos e incremento de la inversión privada.
Estos son las tres virtuosas consecuencias que, con aquella alegría que emana de no mirar todo aquello que no conviene, el FMI espera que sucedan. Sin embargo, aquello pocas veces acontece porque… las élites no traen sus dólares, no pagan sus impuestos y no invierten en su país.
Pero esos pequeños detallitos no importan para el FMI y su gobierno… mientras “todo lo demás permanezca constante”.
Y, entre las cosas que deberán permanecer inalteradas para su cuántica felicidad, obviamente, se encuentra la resistencia social al ajuste estructural.
Si la gente no se da cuenta, entonces no pasará nada. Esa es la gran apuesta de las élites. Por eso ocultaron el acuerdo con el FMI. Por eso no quieren discutir su constitucionalidad.