Orlando Pérez

Mauricio Rodas pagó muy mal su incapacidad, desconocimiento y falta de perspectiva política. Y las responsabilidades las deben asumir las clases medias y altas y un aparato mediático que lo encumbraron sabiendo de todo lo anterior. Votar con odio, a costa de lo que sea y en un afán de absoluta revancha política, sin plan ni estrategia, le ha costado a Quito cuatro años de desperdicio de recursos y también casos de corrupción que sino fuese por la complicidad de ciertos medios pondrían al actual alcalde en el ostracismo.

No olvidemos que en el arranque de la gestión de Rodas, El Comercio, La Hora, Teleamazonas y Ecuavisa taparon los primeros indicios, donde ya había presunciones de gente ligada al cartel de Sinaloa que aspiraba a proyectos y contratos, la ausencia de un plan integral y efectivo para la solución de los problemas pendientes y, sobre todo, su ligazón con grupos económicos capitalinos que recibieron inmediatamente los beneficios de su gestión.

No olvidemos que la entrevistadora Janeth Hinostroza violó la ley de contratación pública al dividir un contrato de la radio Municipal; que El Comercio imprimía el periódico El Quiteño al doble del precio que otras imprentas ya lo habían hecho en la administración anterior; que el proyecto Quito Cables pagó decenas de miles de dólares para los estudios sin que hasta ahora se haya iniciado la obra; que la ampliación de la vía Guayasamín costó decenas de miles de dólares en publicidad para convencer al país de su utilidad y tampoco se ha hecho nada; que el Parque Bicentenario tiene más de dos años de atrasos en varias obras; y, por último, que el Metro de Quito tenía un conjunto de acciones articuladas a la obra principal y por bajar el presupuesto se las eliminó y ahora no hay modo de sostener su desarrollo porque aunque terminara la construcción implementarlo tiene otro costo, mucho mayor al inicialmente presupuestado.

Y ni qué decir de la ausencia de liderazgo para resolver y afrontar muchas dificultades ocurridas en estos cuatro años. Por ejemplo: el servicio de transporte sigue siendo de pésima calidad, sin criterios para atender el crecimiento poblacional y urbano. Pero mucho más ha sido la incapacidad política para sostener a una institución que solo sobrevive a la inercia de la eficiencia de administraciones anteriores y una cultura quiteña que sobrepasa a personajes de esta naturaleza y hace de su gestión privada la razón de vida cotidiana.

El problema también pasa por una oposición política local de baja calidad y de poca entereza. Alianza PAIS perdió las elecciones del 2014 y desde ahí desaprovechó la iniciativa y se acomodó a la situación a la espera de que pase el tiempo. Y ahora, con la división de CREO, SUMA, VIVE y AP solo favoreció la inercia y dejaron pasar los días y la pésima administración. Ese ha sido el mérito de Rodas: dividir a la oposición, congelarla y situar el problema como un mero asunto de disputas internas, cuando en realidad es el síntoma de una mediocre manera de hacer política, de quien quería ser Presidente de la República.

Jamás Quito ha vivido un vacío tan profundo y por ende una pérdida de confianza, cohesión social y configuración política. Y no hay modo de señalar alguna crítica por lo hecho sino una ácida censura por lo no hecho: casi todo lo que ha inaugurado lo dejó listo o en marcha el ex alcalde Augusto Barrera.

En el informe a la ciudad de diciembre pasado parecía que tocó fondo el descenso de la popularidad, credibilidad y apoyo, pero los escándalos de corrupción, donde también hay indicios de vinculaciones familiares, derramaron la gota del vaso.

En consecuencia y en la perspectiva electoral para renovar a las autoridades municipales no queda más que lamentar también cómo la ciudadanía escoge a sus alcaldes y en el caso de Quito -digno de estudio- por qué votaron por quien sabían que no era precisamente el mejor cuadro para eso. En realidad se votó en contra del gobierno de Rafael Correa y de Augusto Barrera; porque las clases medias y altas capitalinas apostaron por un salto al vacío, tras una campaña mediática bien financiada para aniquilar la imagen de los dos líderes, construir escenarios catastróficos desde noticias y reportajes mal intencionados, donde los únicos que perdieron son los pobres, los procesos y la calidad de vida.

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