Es una película estadounidense que describe la difícil búsqueda de un paracaidista que ha perdido a sus tres hermanos, después del desembarco de Normandía en la Segunda Guerra Mundial. La complejidad de la trama es casi idéntica a la que sufren varios analistas ecuatorianos en la defensa del modelo económico chileno, instaurado en la dictadura militar de Pinochet. Ellos saben que han perdido la última batalla por la “optimización del sistema de subsidios a los combustibles”, tal como señala la carta de intención del FMI, y que sus propuestas son cada vez menos aceptadas en el país.

Les sorprende las protestas, sin categorizarlas de masivas. Invocan los “excelentes” resultados de Chile sin preguntarse por qué no han sido más profundos, y cuando lo hacen, señalan dudas de la gestión de los gobiernos posteriores al fin de la dictadura. El referente, el modelo, para quienes proponen una economía libre, se sustenta en el PIB per cápita más alto de la región, estabilidad macroeconómica, el índice de desarrollo humano (IDH), y el coeficiente de Gini. Este último, es una medida sintética de la desigualdad de la distribución del ingreso (no de la riqueza).

Estos analistas, en su empresa de salvar a la única economía que les otorga algo de credibilidad en Latinoamérica, no encuentran otro argumento que las “fuerzas externas” motivan e impulsan el descontento en Chile (algo parecido sucede en la película donde encuentran a un soldado con el mismo nombre, pero no era tal). No obstante, los mismos indicadores citados, son la evidencia y razón del levantamiento popular: i) el coeficiente de Gini ha descendido tanto como el de otros países, por ejemplo, Ecuador, pero sigue siendo alto; y, ii) el IDH es muy alto (puesto 44), con poca diferencia al de otro país latinoamericano, Argentina (47) (Ecuador, ostenta un IDH alto). Si Chile es el país con el mayor PIB per cápita de la región, pero con un alto coeficiente de Gini, explica las protestas masivas. Esto sin contar con el análisis de la concentración de la RIQUEZA, donde hay mayores y mejores argumentos.

Sin embargo, más allá de las frías cifras, me remito al bestseller de Acemoglu y Robinson, Why nations fail?, donde analizan el progreso (o estancamiento) de los países y señalan que existen instituciones inclusivas y extractivas derivadas de otra tipología llamada instituciones políticas y económicas, y cito “las instituciones económicas inclusivas implican la existencia de derechos de propiedad y oportunidades económicas no solamente para la élite, sino también para la mayor parte de la sociedad”. Acaso, ¿esto último, más allá de los mecanismos de mercado, no es el “soldado Ryan” que deben buscar los neoliberales y el que, como en la película de Steven Spielberg, muchos se niegan hacerlo? Menos “chivos expiatorios” y falacias, y más inclusión social. 

Por Editor