Antonio Malo Larrea

En el año 2012 sorpresivamente y sin previo aviso el gobierno de España decidió recortar las becas. El problema de fondo era que ese gasto se iba en contra de lo que los analistas que eran consultados todos los días en la televisión, las radios y los periódicos decían. Para que España salga de la crisis debían recortar el gasto público, desregular el mercado, bajar los impuestos, y recortar los derechos laborales.

Todos los datos muestran que la aplicación de estas políticas incrementó salvajemente la inequidad, y que ahora en España, una de las cinco economías más importantes de Europa, un 28% de la población está en riesgo de pobreza. El coeficiente de Gini de España, el indicador que mide la inequidad, supera en un 20% al promedio europeo. Un informe de UNESCO de 2016 dice que España y Estados Unidos son los países desarrollados donde más se incrementó la inequidad. El hecho comprobable y concreto es sencillo: las políticas que pregonaban no sacaron a España de su crisis, la hundieron más.

España no hizo más que aplicar las políticas llamadas de libre mercado, es decir, que el estado no debe intervenir en la economía, buscar que todo sea privado, que las empresas grandes paguen pocos impuestos (o no los paguen), que los mercados laborales, bancarios, comerciales y productivos no tengan ninguna regulación, y reducir el gasto público al mínimo posible. En el fondo, todo esto sólo significa cumplir los dogmas de fe de la religión y del culto al dios mercado, tan solo implica que el dios mercado sea quien nos provea de servicios y nos garantice nuestros derechos. De esta manera, la definición de lo que es una vida digna ya no surge de un acuerdo social, sino de lo que dictamine y disponga un invisible y fantasmagórico ser.

El culto al dios mercado tiene historia. Hablando de libertad se encarnó por primera vez en el Chile de la dictadura de Pinochet (uno de los dictadores más sanguinarios del siglo XX). En 1979 cobró cuerpo en el Reino Unido bajo la dama hierro Margaret Thatcher. En 1980 se inicia su clímax con la llegada al poder en Estados Unidos de Ronald Reagan, el cowboy que aplicó la austeridad, la desregulación del trabajo, la industria, la agricultura, y la extracción de recursos, además de la liberalización de los poderes finacieros. Es decir, de todas las políticas que causaron la crisis ecuatoriana del 1999, la argentina de 2001, la estadounidense de 2007 y la europea de 2008.

El hecho real y comprobable de toda esta historia es que todos los países del mundo, el 100%, que han aplicado las políticas de desregulación y la liberalización de los mercados han entrado en terribles crisis, y no han conseguido salir de ellas con las mismas políticas. Solamente han superado las crisis quienes han aplicado políticas económicas contracíclicas y heterodoxas como Portugal, o los ayuntamientos de Madrid y Barcelona.

Dicen por ahí que el ser humano es el único animal que intenta, una vez tras otra, conseguir resultados diferentes haciendo exactamente lo mismo. La trole 3, bautizada formalmente como Ley Orgánica de Fomento Productivo, Atracción de Inversiones, Generación de Empleo y Estabilidad y Equilibrio Fiscal, tan sólo vuelve a encomendar al Ecuador a la religión neoliberal, aceptando y aplicando ciegamente los dogmas que han hundido a todos los países que la han idolatrado, y, por supuesto, a nosotros también. Los ojalá no nos pase no caben, tan sólo esperar que el naufragio no nos mate y que nos encuentre cerca de tierra firme y fértil.

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