Iván Sierra
Al pan, pan y al orgasmo, orgasmo.
La semana pasada, en su artículo Un chasqui diligente, Carol Murillo hizo una puntualización muy precisa sobre el uso del término cuántico: “cuando se lee objetivamente qué significa en el mundo científico lo cuántico caemos en la cuenta de que tal como lo usan el mandatario y quienes califican los actos de su gobierno, en realidad denigran a los investigadores que por años estudian con seriedad e inteligencia un campo de la física y sus múltiples teorías…”
La mecánica cuántica, en palabras sencillas, es la rama de la física que estudia la materia a escalas muy reducidas, incluso subatómicas; en tales escalas la conducta de la materia es diferente de, por ejemplo, un océano, un planeta o una galaxia. Es como si se condensara en espacio-tiempos mínimos (denominados cuantos o cuantios) una dosis importante de vida inteligente.
Construyendo sobre lo anterior, llamar cuántico al presidente Moreno, a sus subalternos incondicionales y a la mayor parte de los actos de gobierno es, cuando menos, irónico, sino acaso brutalmente impreciso. Es tan grande la distancia entre el significado del término y la torpeza del proceder gubernamental que deberíamos buscar otros adjetivos, otras metáforas, otras ironías.
Otra imprecisión importante es el uso del término fascista para calificar el estilo del gobierno actual. Aunque los atropellos legales y constitucionales de los últimos meses son indignos de una república y de una democracia, fascista es un adjetivo que no le va al gobierno de Moreno.
El fascismo de Mussolini y sus primos el nacionalsocialismo alemán y el nacionalcatolicismo franquista fueron gobiernos totalitarios con consecuencias catastróficas que la historia recuerda, sin embargo hay tres características fundamentales que no hay que perderlas de vista: La reivindicación del nacionalismo, la presencia pública frecuente del líder máximo y la movilización de las masas.
Si hacemos una abstracción de los horrores de los regímenes de Hitler, Mussolini y Franco, deberíamos convenir en que un sano nacionalismo, un líder cercano al pueblo y un pueblo organizado y movilizado son elementos saludables -aunque no suficientes- para promover la cohesión social y el desarrollo de las naciones.
El gobierno de Moreno no reivindica el nacionalismo y la soberanía, los entrega. El presidente Moreno, con una aceptación de gestión por debajo del 40%, está muy lejos del pueblo que lo eligió; ya ni siquiera los cambios de guardia de los lunes se pueden efectuar sin previo vallado y filtros policiales. El presidente aparece cada vez menos y ante cada vez menos personas.
El calificativo de fascista, por muy duro que parezca, se asemeja poco al perfil del morenato. Deberíamos buscar otro término, otras taxonomías, otras analogías.
Finalmente tenemos el símbolo del plato de lentejas. Este gobierno se sostiene, entre otras razones, por una estrategia comunicacional que Alvin Toffler en Future Shock denominó information overload, que consiste en saturar de información para lograr que las audiencias se queden solo con los titulares; el objetivo parece ser propender hacia la desideologización de la ciudadanía, el asco por la política y la demonización de Rafael Correa y su gobierno.
Para todo ello es necesario el apoyo de la prensa y una gavilla de voceros de todos los partidos con los que se ha pactado, dispuestos a hacer la carpintería a cambio de espacios de poder, a cambio de… un plato de lentejas.
La analogía del plato, sin embargo, es muy fina para la procacidad con que se han cargado la institucionalidad del Estado. Es igual que llamar cuántico a un gobierno torpe, o fascista a un gobierno que declina la soberanía y que carece de poder de convocatoria.
Este gobierno no es cuántico, es ilegítimo y desleal, por cuanto ganó la elección con un plan y está ejecutando otro. Todo lo demás se desprende de esta génesis.
Este gobierno ni siquiera “llega” a fascista (que implicaría cierta sofisticación ideológica) es autoritario nomás, es violento; ha permitido o promovido el irrespeto a otras funciones del Estado, a la institucionalidad y a la Constitución.
En cuanto a las lentejas, no se las han dado en un plato sino apenas en una tarrina. Si tuviera que crear un ícono de la prensa y la clase política al servicio del gobierno dibujaría eso: una tarrina de lentejas.