Por Lucrecia Maldonado

Si por algo se ha caracterizado el gobierno de Lenin Moreno es por ser burdo en todas sus manifestaciones, por ni siquiera guardar las formas y, envalentonado por el apoyo de los poderosos, por enrostrarnos lo poco que le importa que estemos contentos o no con sus acciones y decisiones. También por seguir los libretos impuestos por los estrategas pentagonales de control, amedrentamiento y dominio que se repiten siempre en unos países y otros del ‘patio trasero’. 

Y ahí tenemos, al igual que hiciera en meses pasados Janine Añez, a María Paula Romo, Ministra de Gobierno y Policía (sobre todo lo segundo), hablando de cualquier cosa (eso no importa, la verdad) escoltada por decenas de policías con diversos tipos de uniformes entre los que llama la atención el de camuflaje. 

Ya en una ocasión anterior posó, sonriendo con pose de modelo, para la portada de una revista con una blusa en la que se veía una mujer a quien se le había reventado un ojo, y cuyos humores resbalaban por su rostro trazando una macabra estela sanguinolenta, al igual que se hizo con muchas personas durante las manifestaciones de octubre pasado. 

Ella le resta importancia. Se compró la camiseta hace años, dice. Es obra de una artista feminista que quiere criticar el femicidio, cosas así. Y ahora  seguramente dirá que el batallón de asalariados que nunca aparecen cuando la gente sencilla los necesita de urgencia forman parte de su club de fans, detalle sin importancia, lo hacen por cariño, cosas así, simples de entender. 

Sutil lenguaje que desmiente con la boca pero que confirma con todo el resto del equipo: no se metan conmigo porque les reviento los ojos, y porque tengo una banda entrenada para hacer eso y cosas mucho peores si es que se atreven a contradecirme, denunciarme o censurarme. No importa lo que diga su boca. Es lo de menos. En el trasfondo está el eslogan de la famosa película de terror «La mosca», que nos quería vender su promoción con la famosa frase, no tan justificada como en las fotos de Romo: «Tengan miedo… tengan mucho miedo…» 

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