Por Santiago Rivadeneira Aguirre

La alegoría del desastre (o de la conmoción social) sirve para ilustrar lo que ahora mismo  está pasando en el país: vivimos a la deriva y muy próximos a un estado de consunción. Porque todo está, literalmente, descompuesto. Esta catástrofe generalizada ha sido provocada por una política ejercida con maledicencia y mala fe, por parte de quienes nos gobernaron antes y quienes ahora nos gobiernan. Porque Moreno y Lasso -además de los socialcristianos- estuvieron coludidos y juntos han cogobernado desde hace cinco años con total impunidad, bajo la excusa perversa de combatir al correismo y la corrupción.

Después de la consulta popular de febrero de 2018 -hay que recordarlo-, se establecieron las condiciones para la fragmentación y polarización del país, las consecutivas violaciones a la constitución, al estado de derecho, la persecución a los líderes y representantes de la revolución ciudadana, principalmente, víctimas del Lawfare; consulta que fue el punto de partida de una debacle económica generalizada que se agudizó con la llegada de la pandemia. Las biblias del fin del progresismo y del izquierdismo, otra vez sirvieron para forjar las nuevas directrices políticas y hacer que la sociedad mirara para otro lado, mientras se consumaba el proyecto ideológico de la derecha: imponer el neoliberalismo y entregar el poder a los banqueros, empresarios y a los medios de comunicación mercantiles.

Pero en este proceso de putrefacción de la democracia ‘procedimental’ y del estado de derecho, también tienen una gran responsabilidad la oposición y algunos sectores del progresismo en los cuales han primado el sectarismo, el oportunismo, las deslealtades, como parte de la paradoja de una noción de democracia que ha terminado descuidando en qué consiste el ejercicio del poder. También están las mentirosas ilusiones iluministas de aquellos sectores que solo han servido para cambiar las relaciones de fuerza a favor de la derecha. Y aquí sigue resonando la frase desventurada de que es mejor un banquero que una dictadura. Hasta que llegamos a octubre de 2019, que marcó la irresponsabilidad maniática de quienes respaldaron las protestas populares pero terminaron negociando con el gobierno embustero de Moreno.

El banquero Guillermo Lasso llegó al gobierno en mayo de 2021, con una lista de ofrecimientos en su morral de campaña que inmediatamente desestimó, porque acababa de acumular beneficios con el concurso de los políticos amanuenses de siempre: la Izquierda Democrática, un sector de Pachakutik e “independientes” de varios tonos y colores. Los ejes del debate se desplazaron al campo de los “acuerdos” y de esa manera, llegó a la presidencia de la Asamblea Nacional una persona que se volvió incondicional al gobierno balbuceante de Lasso. El país pasó aceleradamente del ‘redentorismo’ de Moreno, al desbarajuste institucional y moral de Lasso en menos de seis meses. De tal manera que lo que se extiende en esta administración, no solo es la ineficiencia e ineptitudes anteriores, sino también la ilegalidad e ilegitimidad profundas que han terminado por romper el tejido social.

En ese sentido amplio y simbólico, la metáfora de la catástrofe del país tiene profundos efectos materiales en la economía, la seguridad, la salud (prácticamente los hospitales han colapsado por falta de medicamentos), la educación, la inseguridad, el desempleo, la crisis carcelaria con cientos de asesinatos, etc. Por eso nos atrevemos a sostener que todo el sistema político tradicional ecuatoriano está fuera de la Ley, en la más amplia acepción del término. Entonces: ¿bastaría eso para explicar la “banalidad del mal” del quehacer político? ¿Los movimientos sociales y los partidos de corte progresista, dejaron de ser capaces de generar nuevas formas de legalidad y legitimidad porque también han demostrado su incapacidad para entender la crisis estructural del país? ¿El reflujo del proceso de descomposición general que se hace cada vez más claro al interior de estos movimientos sociales, podría terminar con las expectativas de un nuevo imaginario democrático mucho más radical?

El Ecuador ha pasado, progresivamente, de la ingenuidad al desengaño y viceversa, en menos de lo que canta un gallo. La denuncia internacional contra el presidente Lasso contenida en los Pandora Papers, que podía habernos sacado del derrotismo depresivo que nos dejaron las últimas elecciones, porque habría servido para ensayar un saneamiento integral al estado de derecho, apenas sirvió para constatar que la vieja política ecuatoriana sigue en pie tanto en la derecha como en la izquierda.  El informe de la Comisión de Garantías Constitucionales en la que se descubre parte de los entresijos del supuesto manejo doloso de los dineros de Lasso en paraísos fiscales, la constitución de empresas fantasmas y testaferrismo, seguramente no pasará de la lectura en el Pleno de la Asamblea Nacional, debido a las trabas de los partidos políticos que apoyan al presidente banquero.

El Ecuador, entonces, se enfrenta a sí mismo cuando volvemos a encontrarnos con restauraciones anacrónicas y aparentemente sin ninguna potencia constituyente, tal como acaba de ocurrir con la aprobación de la Ley Económica de Lasso, que pasó directamente al Registro Oficial porque a la bancada de UNES se le “ocurrió” abstenerse en la votación para su archivo, porque entremedio había alguna “razón poderosa”. Salimos del desengaño electoral para regresar abruptamente a la ingenuidad política. ¿La revolución ciudadana está agotada y ese desgaste perjudicará al conjunto de la izquierda y al progresismo? ¿Tenemos que cuidarnos del futuro? Y, por último, ¿se puede entender al progresismo sin la revolución ciudadana? ¿La historia deberá desconocer u olvidar el aporte fundamental de la RC al pensamiento progresista y de izquierda de los últimos 15 años?

Nunca, como en estos momentos, se vuelven necesariamente oportunos los versos de César Vallejo (1892-1938), que fueron escritos para señalar lo que estaba ocurriendo en el interior y en los alrededores de la Guerra Civil Española. España aparta de mí este cáliz (1937) compuesto por 15 poemas y publicado después de la muerte del poeta en París, es un canto a la vida, un llamado a la generosidad del ser humano así como una alerta frente a las pasiones desbordadas y a las ingenuidades.

¡Cuídate, España, de tu propia España! Eso dijo el poeta peruano en el libro mencionado para señalar la impunidad, los rompimientos innecesarios, las disputas y el sectarismo en las filas de quienes combatían contra el fascismo de Franco.  

Demos oído al poema completo:

¡Cuídate, España, de tu propia España!

¡Cuídate de la hoz sin el martillo,

cuídate del martillo sin la hoz!

¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,

del verdugo a pesar suyo

y del indiferente a pesar suyo!

¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,

negárate tres veces,

y del que te negó, después, tres veces!

¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,

y de las tibias sin las calaveras!

¡Cuídate de los nuevos poderosos!

¡Cuídate del que come tus cadáveres,

del que devora muertos a tus vivos!

¡Cuídate del leal ciento por ciento!

¡Cuídate del cielo más acá del aire

y cuídate del aire más allá del cielo!

¡Cuídate de los que te aman!

¡Cuídate de tus héroes!

¡Cuídate de tus muertos!

¡Cuídate de la República!

¡Cuídate del futuro!

Por Editor