Por Daniel Kersffeld
Una de las peores herencias que deja el gobierno de Trump es el surgimiento y la consolidación de grupos y organizaciones de ultraderecha que han crecido y se han expandido por todo el país bajo un discurso que toleró o, incluso, que promovió la xenofobia, la discriminación y el desprecio hacia los inmigrantes y los extranjeros.
En este sentido, en el novedoso “trumpismo” abundan hoy organizaciones, sin mayor estructuración, y con líneas coincidentes en su apoyo a Trump. Son los grupos de choque que no reconocen la derrota y que han montado la épica del “fraude” y de la “corrupción” del sistema para enfrentar a una supuesta “nueva izquierda” encabezada por Joe Biden y el Partido Demócrata.
Entre estos grupos pueden mencionarse distintas organizaciones de “supremacistas blancos”, The Base, Atomwaffen Division (incluidas versiones renombradas como National Socialist Order) y Feuerkrieg Division, con cierta estructura de liderazgo. También hay movimientos extremistas laxos que tienen una estructura limitada, especialmente en áreas locales, pero que carecen de una jerarquía e ideología claras. Los ejemplos incluyen los Three Percenters, Oath Keepers, y varias milicias. Con indicios de una mayor organización se encuentra MyMilitia, un sitio para que el interesado se integre a las milicias existentes en los Estados Unidos y con recomendaciones para para iniciar las propias.
De todos ellos, probablemente QAnon sea el más conocido, aunque no necesariamente el más peligroso. Se basa en una teoría sin sustento alguno en la que el presidente Trump habría sido elegido por el líder “Q” (letra que sirve como distintivo) para luchar contra una conspiración surgida del “estado profundo” (Deep State), y compuesta por saboteadores que adoran al diablo y que exaltan la pedofilia. El FBI considera al grupo, surgido en el 2017 en la red 4chan, como una amenaza de “terrorismo doméstico”: se le vincula con muchas acciones violentas y los investigadores sostienen que el peligro va en aumento por su flexibilidad, adaptación y resiliencia.
El otro grupo que ha crecido en los últimos años es el del movimiento Boogaloo, que se opone al gobierno y defiende el derecho a portar armas de acuerdo a la Segunda Enmienda. Sus seguidores apuntan a iniciar una nueva guerra civil en el país. Se organizó en grupos privados en línea, a menudo asociados con la extrema derecha: en 2020 el grupo creó confusión al asistir a las protestas de Black Lives Matter no en solidaridad con los afectados sino para atacar a los cuerpos policiales.
Son reconocibles por la portación de armas y como vestimenta suelen llevar camisas hawaianas.
Los extremistas usan una multitud de plataformas convencionales (como Facebook, Twitter, Instagram, YouTube, Telegram y Reddit), plataformas menos conocidas (como Gab, Discord, Minds y Bitchute), foros (como Stormfront y IronForge) y otras comunidades en línea para instigar la violencia contra afroamericanos, judíos, inmigrantes y otros grupos y comunidades.
Para quienes piensen que se trata de un fenómeno todavía marginal en la política de Estados Unidos, es importante tener en cuenta que el pasado martes 3 de noviembre por primera vez una reconocida activista de QAnon fue elegida como parlamentaria. Se trata de Marjorie Taylor Greene, del Partido Republicano de Georgia. Su campaña se centró en azuzar el miedo a la invasión islamista, en acusar a los negros de “ser esclavos de los demócratas” y en negar la desigualdad. Para ella, el gran perjudicado es el “hombre blanco”, excepto George Soros, judío rico, donante de los demócratas y calificado como “nazi”. Donald Trump la felicitó en agosto por su candidatura como la “futura estrella republicana”.