Editorial RutaKrítica
Lenín Moreno Garcés acaba de cumplir un año al mando de la Presidencia de la República del Ecuador y en su Informe a la Nación desnudó su real condición política y democrática: no está cumpliendo el Programa de Gobierno de Alianza PAIS por el cual fue elegido.
Podrá ahora resguardar las frases y declaraciones de prensa que hizo antes del 2 de abril del 2017, pero en el fondo no se compadecen con el relato hecho ante la Asamblea Nacional el último 24 de mayo. ¿Por qué? Pues ese relato revela su real y constitutivo modo de ser y hacer política: la década pasada no cuenta en su historia personal, de hecho la rechaza y la niega. Negando no se construye nada. Aunque buena parte de su informe se asienta, sin mencionarlo, en la inercia del producto de diez años de la Revolución Ciudadana. Y no pronunció jamás esas dos últimas palabras. Pero es muy cierto que sin ella, sin el efecto de sus acciones y políticas el mismo Moreno no sería quién es ahora. Si de verdad quería revolucionar la revolución, volverla más ciudadana o al menos corregir los supuestos errores del gobierno anterior habría sido un informe menos retórico y más estadístico, con las referencias concretas de esas correcciones, que a cualquier analista u observador le habrían colocado en la perspectiva de un mejoramiento, pero jamás de un retroceso o estancamiento.
Lleno de gazapos, como aquella supuesta cita de Mark Twain, el Informe a la Nación tuvo más sentido de continuidad del gobierno anterior porque casi todas las cifras citadas son evidentemente producto de la gestión de la que Moreno formó parte los primeros seis años y en los cuatro siguientes no fue ajeno a nada y, por el contrario, siguió siendo el Vicepresidente de AP. Nada de lo dicho, sobre todo en economía, está por fuera del efecto y de la inercia de un modelo donde primó la política pública a favor de los pobres y no de los grupos económicos. De ahí que el proyecto de Ley firmado delante de los asambleístas e invitados a la ceremonia del 24 de mayo ya hace la diferencia y en el futuro cercano será el Programa Económico de un movimiento que no es lo que fue Alianza PAIS ni de los Diez Ejes de la Revolución Ciudadana de la que fue suscriptor y actor protagónico Moreno. Otros dirán que fue simplemente un actor pasivo, pero con sus rúbricas, declaraciones y participación directa en toda la gestión del gobierno de Rafael Correa fue y será señalado por otros como “cómplice y encubridor” de lo que ahora niega y denuncia como nefasto.
Paradójicamente un informe donde se subraya que se recibió la mesa vacía carece de credibilidad y sensatez política; donde no se explica con claridad un crecimiento económico del 3% del año 2017: una “mesa vacía” no permite crecer, en ninguna parte del mundo, ese porcentaje; donde no se transparenta el endeudamiento público y la disminución de la inversión pública, mucho más cuando el precio del petróleo bordea los 80 dólares el barril; donde tampoco está claro de dónde salen las cifras y la pruebas de las 20 mil viviendas y los 140 mil empleos nuevos creados; donde se oculta una desestabilización en la administración del Estado al cambiar a 20 ministros y entregar áreas y sectores a grupos empresariales y amigos como pago de favores de campaña; donde la política exterior ahora está a cargo de una embajada que impone la agenda política cada semana y con la cual se acuerdan convenios y colaboraciones que al más izquierdista del actual gobierno le debería dar roncha y rasquiña.
Y hay dos o tres perlas del informe que bien valen la pena apuntar: jamás se refirió a su Vicepresidenta (que ahora más que antes luce como una figura decorativa) y en cambio asumió que los ecuatorianos elegimos a su esposa para que “gobierne a la familia ecuatoriana”. A doña Rocío González de Moreno la mencionó casi una docena de veces y con ello ha dado paso a la creación de facto de una autoridad pública que no contempla la Constitución. Y para más volvió a un machismo añejo con aquello de vincular a su suegra como sinónimo de la mala política. Eso sin descontar lo que ya se dijo antes: puso en boca de Mark Twain lo que en realidad le pertenece a Bernard Shaw.
De todos modos, lo que cuenta para la historia es que la derecha tuvo su momento de gloria el 24 de mayo último porque vio y escuchó lo que habría querido sentir en la década pasada de un presidente sometido a sus designios y mandatos políticos. No cabe duda que ahora es otro momento político, pero que todavía no satisface del todo a la derecha porque, en su lenguaje, no se ha desmontado el correísmo (con la falacia de la supuesta reinstitucionalización del Estado) y todavía falta que el poder financiero, empresarial y mediático aniquile la Constitución de Montecristi.
Ya lo ha dicho uno de nuestros más reconocidos editorialistas: nos prometieron llevaron al “post correísmo” y lo único que han logrado es colocarnos en el “pre correísmo”. El Informe a la Nación lo prueba en cada una de sus partes.