Verena Hitner

La semana pasada ocurrió en Córdoba la Conferencia Regional de Educación Superior de UNESCO, a propósito de los 100 años de las reformas universitarias que tuvieron impacto decisivo en la concepción de Universidad en América Latina y que introdujeron nuestra Universidad en la era moderna. La conmemoración en Ecuador vino antes, con la nueva Ley de Educación Superior, que reestructura el sistema universitario del país bajando la calidad, disminuyendo la democracia interna y quitándole peso al sistema público.

Las demandas para que la educación superior se adapte a las transformaciones sociales no son recientes. Por el contario, un análisis histórico de las instituciones de educación superior muestra que son esencialmente dinámicas.

Para América Latina, el significado del Movimiento de Córdoba emerge de la propia historia de la educación superior en la región. Así, en 1918, los estudiantes argentinos se levantaron contra lo que consideraban reminiscencias medievales en una sociedad moderna, primero en Córdoba —símbolo provincial del atraso—, después en el resto del país. Además de exigir la modernización de los métodos de enseñanza a partir de la incorporación de la función de investigación y la preservación de la libertad académica, el movimiento de Córdoba reivindicaba también la participación de los alumnos, profesores y egresados en el cogobierno universitario, anticipando la demanda que emergería con fuerza mucho después con los movimientos de 1968. La absoluta gratuidad de la educación superior como garantía de democratización del acceso, otro tema que sólo ganaría relevancia en otras regiones años después, también estuvo presente en Córdoba, así como el reconocimiento de la misión social de la universidad.

Todo eso hace que las ideas de aquel movimiento sean extremamente actuales. Dialogar con esas tendencias progresistas en la actualidad significa disputar con las fuerzas privatistas y mercantilizadoras.

En Ecuador, a pesar de la transformación radical por la que pasó la educación superior en el país en la última década, se puede verificar que aún hay mucho que hacer. La reciente aprobación de las reformas a la Ley Orgánica de Educación Superior demuestra cómo es fácil retroceder en los pasos avanzados.

Dicha reforma, que contó con los votos favorables de todos los grupos políticos en la Asamblea Nacional actual, representa un retroceso en términos de democracia, autonomía y calidad. Es el retorno de la mediocridad.

Analizo apenas la nueva relación entre democracia y autonomía, temas fundamentales para Córdoba. Especialmente en lo que dice respeto al nuevo Consejo de Regentes.  

Sobre la autonomía universitaria, el principal cambio establecido en el Sistema de Educación Superior en los últimos años había sido poner a la pertinencia como la otra cara de la autonomía. En la educación superior existe una dialéctica de conservación y cambio que está anclada, por un lado, en la dependencia financiera de la universidad, y, por otro, en los mecanismos sociales e institucionales que les confiere autonomía relativa.

En otras palabras: en tanto que son dependientes financieramente —en general, pero no solamente del Estado—, las universidades necesitan legitimarse socialmente, lo que las obliga a responder a las demandas económicas, políticas y sociales, formuladas desde la sociedad. Son instituciones en las que las presiones de la sociedad inciden de forma mediada, ya que su funcionamiento institucional les asegura una autonomía relativa bastante significativa.

Es por esa razón que la simple existencia de Consejo de regentes, que pasa a existir en Ecuador con las reformas a esta Ley, limita la democracia interna de la universidad, que pasa a responder a intereses que no son formulados ni en la academia ni en la sociedad. Limita también la autonomía ya que las decisiones financieras dejan de ser tomadas por la comunidad universitaria y pasan a ser tomadas por un pequeño grupo externo, que carece de legitimidad interna.

Las fotografías que salieron en los periódicos, con hombres blancos y viejos de un lado y estudiantes en el otro lado de calle, separados por portones, rejas y policías, nos da la clara dimensión del problema. Es triste pensar que después de tantos años, en el centenario de las reformas de Córdoba, las reivindicaciones sigan siendo por más democracia en la Universidad.

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