Editorial RutaKrítica

Como Ruta Krítica estamos en la obligación de hacer preguntas:

¿Por qué no hay suficiente información sobre la acción de los gobiernos de Colombia y Ecuador sobre el secuestro y muerte de los tres trabajadores de El Comercio?

¿Cómo se entiende la “prudencia” que no trajo sino muerte, desolación y tristeza? ¿Es posible tener datos reales, creíbles y evidencias contundentes del trabajo político, militar y policial para aclarar por qué han ocurrido sabotajes y enfrentamientos en la frontera común en la provincia de Esmeraldas y el departamento de Nariño?

¿Qué alcances tiene el convenio de lucha antiterrorista firmado en Pereira entre las más altas autoridades de Defensa y Seguridad de Ecuador y Colombia este año?

Y las respuestas no pueden ni deben venir acompañadas de declaraciones con inculpaciones al pasado ni para satisfacer odios políticos. El secuestro del equipo periodístico de El Comercio y la muerte de los militares ocurrieron en 2018 y en circunstancias que no pueden referir a otros gobiernos ni a otras autoridades. Esto sucedió bajo la responsabilidad de las actuales autoridades y del gobierno colombiano.

Colombia y Ecuador estamos en una encrucijada: la paz es un bien supremo y las actuaciones de los dos gobiernos nos están involucrando en una espiral de violencia, solo comparada con la ocurrida en México cuando el presidente Felipe Calderón llevó la guerra contra el narcotráfico a las calles de las principales ciudades de ese país.

Los expertos de seguridad nos advierten: “Menos fuerza y más cabeza”. Si quieren que la violencia de las bandas criminales sea una razón para armarnos hasta los dientes y con eso satisfacer el hambre de militarismo de cierta potencia pues ya no nos faltarán tres ecuatorianos sino muchos más en el futuro próximo.

El llamado y disposición a formar parte de un Plan Sudamérica solo tiene un propósito: el control militar de la región y con ello implementar métodos para atacar a gobiernos desafectos con EE.UU. y consolidar una suerte de Plan Cóndor para estos tiempos.

Ecuador no tiene por qué meterse en una guerra ajena y tampoco dar paso a la violencia criminal en nuestro territorio. Son dos cosas absolutamente distintas. Que Colombia controle su frontera Sur y garantice la paz real para sus ciudadanos. Y que Ecuador, ejerciendo soberanía y respeto, defienda a su población dentro de sus fronteras para garantizar lo que ha sido estos años: una zona de paz y convivencia sin dejar de actuar con firmeza ante el crimen organizado y las bandas criminales.

 

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