Cuando creíamos que los piratas eran cosa del pasado o personajes que veíamos en alguna película o series de Netflix, hoy vemos con asombro no solo como varios países de la región intentan destruir el proceso de integración suramericano, sino como en Ecuador algunas autoridades y empresarios buscan apoderarse de la sede de la Secretaría General de UNASUR y sus bienes.

Los piratas atacaban barcos enemigos en alta mar, usaban la violencia y violaban las leyes en beneficio propio apoderándose de las posesiones de otros, saqueando o robando sus pertenencias. No he encontrado mejor metáfora que ésta para definir el accionar de ciertos personajes del país. Vamos por partes:

En primer lugar hay que recordar que el Tratado Constitutivo de UNASUR fue suscrito en el 2008 por los 12 países de la región con el objetivo de: “construir, de manera participativa y consensuada, un espacio de integración y unión en lo cultural, social, económico y político entre sus pueblos, otorgando prioridad al diálogo político, las políticas sociales, la educación, la energía, la infraestructura, el financiamiento y el medio ambiente, entre otros, con miras a eliminar la desigualdad socioeconómica, lograr la inclusión social y la participación ciudadana, fortalecer la democracia y reducir las asimetrías en el marco del fortalecimiento de la soberanía e independencia de los estados”. Ecuador propuso que la Sede de la Secretaría General sea en nuestro país, la cual fue inaugurada el 5 de diciembre de 2014 en la Mitad del Mundo, en unos predios que el Gobierno Autónomo Descentralizado de la Provincia de Pichincha donó para uso exclusivo de la Sede de UNASUR.

La puesta en marcha de la Secretaría General de UNASUR iba viento en popa, sobre todo cuando asumió el timón el expresidente de Colombia Ernesto Samper quien fue el último Secretario de este organismo hasta inicios de 2017. El deseo de algunos países de impedir su continuación al mando, sumado a la negativa de elegir un nuevo Secretario, fue el preludio de la noticia que vendría poco después desde Colombia, Ecuador, Argentina, Brasil, Chile, Perú y Paraguay de denunciar el tratado e iniciar los trámites de salida. No por casualidad estos países hicieron su anuncio cuando Bolivia asumió la Presidencia Pro Témpore. Vale señalar que en dichos países no solo que llegaron al poder gobiernos conservadores sino que forman parte del Grupo de Lima y han impulsado la creación de un nuevo espacio regional denominado PROSUR en remplazo de UNASUR. 

En Ecuador, las críticas de Moreno a la Unión de Naciones Suramericanas vinieron a la par de su distanciamiento con el anterior gobierno y su alineamiento con la agenda de Washington. Primero calificó a la sede como “el nuevo elefante blanco”, después –justamente hace un año en el marco de la creación de la Secretaría de Educación Bilingüe- el huésped de Carondelet anunció que la sede de UNASUR se convertirá en el Centro de Estudios Superiores Indígenas, decisión celebrada por la dirigencia de la CONAIE. Posteriormente despotricó contra Néstor Kirchner y afirmó que “él no representa los valores y la ética de nuestros pueblos”, y anunció el retiro de la estatua de quien fue el primer Secretario General de UNASUR (pequeño detalle que el licenciado Moreno olvidó) y motivo por el que se colocó dicha efigie a la entrada de la sede. Y finalmente señaló que Ecuador iniciará el proceso de denuncia del tratado de UNASUR.

Con este anuncio, los ojos de otras personas se concentraron en el edificio de UNASUR. Por ejemplo, exalcalde y empresario turístico Roque Sevilla colgó un video en el que cuenta emocionado lo que vio luego de recorrer “absolutamente todo el edificio”. “Lo que tenemos ahí es una joya” manifestó como buen pirata. Su idea, convertir la sede de la integración suramericana en un museo del sol donde se exponga “la esencia misma de la ecuatorianidad”. Desconozco como antropólogo cuál será esa esencia, pero sí intuyo qué intereses tiene el señor Sevilla.

Para intentar cumplir su propósito buscó apoyo en otro pirata de la Plaza Grande y contó de su proyecto al actual alcalde de Quito. Jorge Yunda declaró hace pocos días que el Edificio de la UNASUR formará parte del nuevo corredor turístico de la Mitad del Mundo y que ahí se construirá el museo del sol.

Finalmente, los piratas de Najas, quienes articulan ‘sus buenos oficios’ para acelerar la denuncia del Tratado, se hallan también a la caza de los bienes muebles y equipos para vaciar el barco de la integración.

Es claro que a todos estos actores no les importa lo más mínimo que Ecuador sea sede de un organismo de integración regional que desde sus orígenes buscó asegurar la integridad democrática en las naciones de Suramérica y garantizar la defensa de los derechos humanos de todos sus ciudadanos. 

Vale recordar que si bien varios gobiernos quieren hundir a la Unión, este barco de la integración aún no está a la deriva. Actualmente solo dos países, Colombia y Chile, se han retirado (precisamente los dos países que ni siquiera contemplan en sus pasaportes su adhesión a los procesos subregionales de la CAN y MERCOSUR). Ecuador, de terminar formalmente su denuncia, debe esperar el tratamiento y aprobación en la Asamblea Nacional a partir del envío desde la Presidencia de la República del dictamen previo y vinculante de la Corte Constitucional, lo que todavía no sucede. 

En el caso que estos procesos se cumplan hay que contabilizar seis meses para hacer efectiva la salida de UNASUR según lo estipulado en el Tratado Constitutivo, y ponerse al día en sus obligaciones y cuotas ordinaras que ascienden para Ecuador a más de 700.000 dólares.

Todos aquellos que critican al ‘elefante blanco’, que piensan que UNASUR es un foro ideológico cuando en realidad es de carácter político y que de lo único que hablan es del monto de su construcción (que en sus cuatro años de funcionamiento Ecuador ya recuperó dicha inversión), deberían leer y analizar lo que se avanzó en 11 años dentro de los 23 Consejos Ministeriales, Grupos de Trabajo, Institutos, Escuelas; entre los que se destacan: el Instituto  Suramericano de Gobierno en Salud (ISAGS), el Consejo Electoral Suramericano, la Escuela Suramericana de Defensa, el Grupo de Trabajo de Ciudadanía Suramericano (único espacio que planteó soluciones integrales al tema de la migración intrarregional), entre otros. 

Como bien señala el exsecretario Ernesto Samper, en su carta enviada al Presidente de la Comisión de Soberanía, Integración y Relaciones Internacionales de la Asamblea Nacional, el edificio de UNASUR es mucho más que una sede, que no solo le convirtió a Quito en la capital de Suramérica, sino que es un espacio utilizado por sus vecinos; sobre todo por quienes habitan en San Antonio de Pichincha, Pomasqui o Calacalí, pues diariamente utilizan la biblioteca y el centro de cómputo.  

Y por cierto, a todos aquellos piratas que andan como aves de rapiña esperando quedarse con la ‘joya’ de la integración, les recomiendo que -de llegar a darse la denuncia de Tratado- vayan haciendo fila para hablar con la Prefecta de Pichincha…

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