Ni Lenín Moreno ni todo su “equipo político” pasarán a la historia como demócratas o latinoamericanistas. Todo lo contrario: han sido ya marcados como testaferros de una política hegemónica, imperialista y codiciosa de la peor calaña. Ni una pizca de iniciativa propia, menos aún un sentido de la HISTORIA, así con mayúsculas. Muy lejos de ese legado de Jaime Roldós y de la actual postura de Andrés Manuel López Obrador y de Tabaré Vásquez. A los tres ni siquiera se los ubica en la izquierda bolivariana o marxista leninista ortodoxa, pero asumen un rol soberano y digno frente a la crisis desatada por Donald Trump en Venezuela.
Es evidente que Moreno cuando hablaba de Hugo Chávez o de Nicolás Maduro mentía. Quedan los registros de audio y video y sobre eso lo juzgará la historia. Casi en la misma dimensión de Luis Almagro. Los dos (Moreno y Almagro) representan mucho más que una traición, porque si en ese momento en que alababan el bolivarianismo eran auténticos hoy prueban que se vendieron, fueron cooptados o simplemente se someten por un “utilitarismo” temporal degradante.
Nadie le pide que aplauda a Venezuela y a su presidente. Pero tampoco nadie le ha pedido (menos aún quienes votaron por él en el 2017) que se incline ante todo lo que ordena Trump. Moreno y su “equipo político” saben perfectamente que las dificultades –políticas y económicas- por las que atraviesa la patria de Bolívar y Sucre no son producto de un particular desatino en el manejo económico. Incautar, bloquear y usurpar los bienes, el petróleo y el dinero de los venezolanos en EE.UU. y Europa es un acto de barbarie que solo atenta contra la economía y el bienestar de los más pobres de ese país. Y, al mismo tiempo, hostigarlo mediática, diplomática y/o económicamente agudiza las tensiones internas y externas de Venezuela. ¿Países como Ecuador o Panamá, que están dolarizados, aguantarían un día, un solo día, un bloqueo y sabotaje económico como el que se aplica infamemente contra Venezuela? No, imposible, estaríamos liquidados.
Como Moreno no sabe de lealtades y menos aún de autonomía política ha reconocido a Juan Guaidó inmediatamente después de que Trump exigiera a todos los demás países hacerlo. Su canciller, José Valencia, no atina cómo explicar semejante exabrupto político y diplomático. Peor aún: ¿cómo van a explicarlo en el momento en que (de realizarse elecciones) Maduro sea legitimado por su propio pueblo o la comunidad internacional se vea obligada a retirar el apoyo dado, no en su mayoría, a Guaidó? Medio mundo sabe quién es y para qué sirve el autoproclamado presidente de Venezuela, incluidos los mandatarios de Colombia, Perú, Ecuador, Chile, Argentina y Brasil.
Hoy por hoy estamos frente al mayor fiasco de la historia de la diplomacia ecuatoriana y, sobre todo, a una de las más mediocres expresiones políticas que ha experimentado nuestro país, pero que son aupadas y protegidas por un aparato mediático de derecha, unas élites irresponsables y un gabinete sin vergüenza alguna de su rol. Claro, personajes como Milton Luna que habla de etnocidio refiriéndose a las escuelas del milenio están en el lugar adecuado con un mandatario que piensa muy poco sobre lo conceptual en educación e infraestructura. O la ministra María Paula Romo que no sabe cómo explicar que ocurra un femicidio en sus narices –y casi en cámara lenta- y luego eche la culpa a la gobernadora. O un funcionario como Juan Sebastián Roldán que tiene al subsecretario Iván Granda para los “mandados”, es decir, para echar lodo contra los correístas sin pruebas y asuma esa tarea como su misión “ética”, cual sacerdote de la moral pública.
Pero vamos a lo medular: Venezuela no solo que podrá sortear con sensatez política este momento crítico, a pesar de las amenazas de invasión imperial y el consecuente baño de sangre de su pueblo. También quedarán salvados y aplaudidos por la HISTORIA, aquellos líderes y naciones que se jugaron por sus principios y valoraron el sentido de soberanía y justeza política. Y a ellos sus pueblos los premiarán, sin ninguna duda. Moreno y su gente ya sabemos dónde quedarán para siempre.