Durante los últimos 20 años, los empresarios y economistas neoliberales se llenaron la boca con palabras en defensa de la dolarización. Ahora, en cambio, no dicen nada. ¿Por qué? Supongamos que no sabemos la respuesta y mejor recordemos algunas cosas que los ciudadanos debemos conocer para defendernos de los abusos que están preparando.

1-. El ABC de la dolarización. En una época de pandemia y gobiernos incapaces, hablemos con sencillez para organizarnos como sociedad y entender nuestras opciones de acción. Las “sutilezas” y “matices” del análisis pueden consultarse en cualquier libro de texto. Lo importante es ir al punto.

A diferencia de otros países, Ecuador no puede controlar a plenitud la oferta de dinero. En última instancia, aunque exista un sistema financiero que multiplique el dinero, la cantidad de billetes y monedas de dólar que circulan en nuestras manos dependen de lo que pase con los ingresos de dinero por exportaciones, por remesas o por inversión extranjera directa.

Si disminuye la cantidad de dólares que ingresan por una de estas tres vías, la oferta monetaria inicialmente disponible disminuirá también. Esto es así en circunstancias normales… pero no vivimos en esos tiempos.

Aunque disminuyese la masa monetaria inicial, no habría razón para preocuparse si los dólares se quedasen en el país. Pero eso no sucede así. Los pocos dólares que Ecuador tiene (y tendrá) disminuyen cada vez que las empresas pagan por las importaciones que traen de otros países, cada vez que los empresarios sacan “su dinero” hacia Lima o cada vez que los funcionarios públicos pagan el capital y los intereses a los acreedores de la deuda externa.

Detrás de estas u otras acciones que merman la cantidad de dólares inicialmente existentes en la oferta monetaria, se encuentran ciudadanos que decidieron comprar un nuevo teléfono celular para mantenerse “online”, ciudadanos que aplauden a la derecha “libertaria” para sentirse menos criollos o ciudadanos que no golpean una cacerola para rechazar a los ineptos en el poder.

Miles de argumentos pueden aducirse para justificar el caos que nuestras conductas individuales cotidianas generan en la macroeconomía ecuatoriana. No obstante, mientras las conexiones perversas entre lo micro y lo macro no cambien sustantivamente, no habrá pretexto válido. Los dólares seguirán saliendo.

2-. Los gobiernos existen para resolver los problemas. El cambio cultural toma tiempo. Y eso es, precisamente, lo que no tenemos. Millones de personas que actúan independiente, descoordinada y autónomamente entre sí constituyen la esencia de “el mercado” en las sociedades capitalistas. Sea real o ficticia, la libertad para hacer lo que uno quiera es lo que mueve a nuestras economías.

A consecuencia del relajo que esa “libertad” propicia, los costos de las acciones individuales suelen, normalmente, reflejarse en crisis periódicas mediante las cuales las personas podrían darse cuenta de su equivocación y enmendar a futuro. Aquel optimista, emprendedor, audaz o tonto que se compra un auto sin tener un trabajo fijo, se dará cuenta de su poca racionalidad económica cuando se quede sin ingresos o ahorros durante varios meses y se vea obligado a vender el auto para pagar la deuda. Normalmente, las fuerzas impersonales de la economía evidencian la torpeza individual y ofrecen oportunidades para corregirla. Normalmente. 

En estos momentos, ¿imagina Usted a alguien que compre un auto nuevo? Salvo que esa persona quiera resguardar sus ahorros o lavar dinero, semejante adquisición es insensata y perjudicial en un país dolarizado cuyas exportaciones, remesas y captación de capitales tienden hacia la baja.

Como nación, no podemos esperar que la gente enmiende por sí sola. A pesar de fomentar las conductas egocentristas, el capitalismo tolera la existencia del poder público para evitar su colapso como forma de organización social.  Cuando la catástrofe económica se avecina, el gobierno es quien debe actuar y utilizar sus instrumentos para contener la irracionalidad individual o colectiva.

En coyunturas como la actual es cuando SE NECESITA UN GOBIERNO. La situación camina hacia el resultado que nadie quiere admitir en público por temor a ser reprimido, perseguido y vetado. Y nadie lo dirá… porque, en Ecuador, la clase política espera que otros lancen “la primera palabra” para que sobre ellos se descargue la furia de quienes controlan el poder. Aquí no hay líderes.

3-. Los cuánticos no responderán nada ni harán nada. No espero que el Presidente Lenin Moreno y sus funcionarios hagan algo sustantivo para mantener el régimen monetario vigente en Ecuador. Ya han demostrado que no pueden ni siquiera con asuntos más sencillos y factibles. Por tanto, estas preguntas no están dirigidas a ellos:

¿Cuándo se impondrán las salvaguardas para la defensa de la balanza de pagos admisibles en la normativa de la Organización Mundial del Comercio?

¿Cómo podría ampliarse la oferta monetaria? ¿Podría fomentarse una mayor velocidad en la circulación del dinero? ¿Cuáles opciones existen para facilitar la creación secundaria de dinero?

¿Qué alternativas podrían implementarse para intentar corregir los efectos de la caída de remesas?

Como dije, no espero respuestas del gobierno cuántico. Su apego al pensamiento mágico les hace suponer que… ya mismito… ya mismito… el Fondo, el Banco o el Trump nos ayudarán.

Tampoco espero respuestas a una pregunta que solía utilizarse para verificar si los estudiantes de economía comprendieron la relación entre lo externo y lo interno o entre lo real y lo financiero:

Según los últimos datos del Banco Central del Ecuador, ¿cuántos meses de importaciones podría cubrir el actual nivel de las reservas monetarias?

La pregunta es clásica… como lo eran aquellos eruditos profesores que hubiesen respondido…

“Ni para los tabacos, muchacho”.

Por Editor