Por Juan Baldeón y Samantha Romero

Derramado sobre una silla, despreocupado y burlón, descansa el cuerpo de Guillermo Lasso, el banquero candidato presidencial por tercera vez consecutiva. La multitud no lo alienta. A duras penas, le aplauden sus aliados. Pese a ello, el banquero sonríe y decide jugar con su más reciente chispazo de marketing político. En plena pandemia, con estrictas medidas de control vigentes, Lasso invita al público a incumplir la ley. “Si te tomas una cerveza en la calle, ¡ya que chucha hermano!, te tomas la cerveza”, grita el banquero.

“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se le olvidó agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa” (Marx, 2015, p.151). La reflexión de Marx brinda una guía para la lectura del presente. Guillermo Lasso fue uno de los rostros de la tragedia del Feriado Bancario. Las lágrimas de nuestros compatriotas y el sudor de nuestros migrantes enmarcaron la trágica política económica secundada por Lasso. Ahora, 20 años después, la sonrisa del banquero se repite, pero ya no como tragedia, sino, evidentemente, como una vergonzosa farsa.

A nivel discursivo, el banquero busca posicionarse como “el gobierno del cambio”, adoptando una actitud juvenil y, aparentemente, despreocupada. A la vez, pretende ocultar sus vínculos con la época de ajuste neoliberal en el país; no negando su rol activo dentro de la misma, sino afirmando que “ese ya es un tema berreado”.

Sin embargo, parece ser que esos fantasmas no han dejado de acechar la imagen -y el plan de gobierno- de Guillermo. Basta aguantarse sus discursos en medios o stalkearlo en Twitter, para evidenciar el eje que guía su accionar: el capital financiero. Bajo un discurso que pretende potenciar el emprendimiento, las oportunidades y la independencia económica, Lasso pretende universalizar los intereses del sector financiero y convencernos de que el bienestar de la banca es coincidente con el bienestar nacional.

A puertas del 2021, Lasso no pretende ser la imagen del continuismo de un gobierno cuyos índices de credibilidad se han ubicado entre los más bajos en la historia del país. Así, el discurso de Lasso, si bien carga con rezagos de las últimas elecciones, no pretende posicionar al candidato, exclusivamente como quien propone un cambio radical ante un gobierno progresista de larga data. El Guillermo Lasso del 2017, figura fuerte y principal captor de un voto de odio, no es el mismo Guillermo Lasso al que se enfrenta el Ecuador en el 2021. Guillermo Lasso 2021 es, ahora, un candidato abiertamente elegido y respaldado para representar a la élite burguesa del Ecuador.

Estas élites del país, cuyo portavoz es Lasso, conforman un álbum de empresarios y representantes del gran capital, caracterizados por un origen oligárquico, una fuerte dependencia del capital extranjero, una evidente carencia de proyectos nacionales y un vergonzoso quechuchismo. Tales atributos de nuestra clase dominante son factores estructurales que permiten apreciar cómo la figura de Lasso les rinde un justo homenaje.

En primer lugar, nuestras élites son herederas de una rancia clase terrateniente. No irrumpieron con fuerza en la escena nacional para demandar una modernización de las relaciones de producción, sino que, al contrario, acomodaron las viejas estructuras productivas a su conveniencia. Con el pacto oligárquico de 1912, la burguesía ecuatoriana sepultó el liberalismo de Alfaro y optó por desarrollarse a la sombra del capital extranjero.

Marx dice que los hombres hacen su propia historia, pero “bajo aquellas circunstancias con las que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”. Lasso no puede desligarse de esas estructuras que, históricamente, marcan la condición de una burguesía ecuatoriana conservadora y dependiente. El fanatismo del candidato de la banca por la inversión extranjera y los acuerdos de libre comercio es síntoma de la clase que representa y su afán por perpetuar el subdesarrollo.

No sorprende, entonces, la siguiente característica de la burguesía ecuatoriana: una exacerbada dependencia frente al capital extranjero. Se trata de la misma élite que, en 1992, firmó unilateralmente una renuncia a la prescripción de la deuda externa ecuatoriana, violando todos los acuerdos de garantía financiera internacionales. Es una élite que, renegociación tras renegociación, nunca ha tenido intenciones de minimizar el pago de la deuda externa, sino sólo garantizar el máximo rendimiento para los grupos más acomodados, representantes del capital financiero del país. Es la misma burguesía a la que, recientemente, Richard Martínez, Ministro de Economía y Finanzas (2018-2020), garantizó el pago de más de 340 millones de dólares en bonos de deuda externa, en plena crisis sanitaria.

Estas élites, también, son tristemente célebres por fracasar en el impulso del desarrollo del país. Sin embargo, el pecado de la burguesía ecuatoriana no es su incapacidad, sino, fundamentalmente, su interés de perpetuar las condiciones de acumulación de los sectores opulentos, a costa del empobrecimiento de las grandes mayorías. Las élites de nuestro país no son portadoras de un proyecto de Estado-Nación. Brillantemente, Rafael Correa menciona que nuestras élites padecen de una “incapacidad o falta de voluntad para construir verdaderos proyectos nacionales en función del desarrollo de nuestros países” (Correa, p.161). Por tanto, si depuramos el discurso de Lasso de su falsa condición “juvenil” o graciosa, nos quedamos con un vacío, un silencio incómodo. La burguesía no tiene un proyecto nacional para ofrecerle al electorado, nunca lo ha tenido.

El nuevo eslogan de campaña de Lasso revela mucho sobre el improvisado modus operandi de las élites ecuatorianas, caracterizadas por basar sus decisiones en un inescrupuloso, y muy peligroso, quechuchismo.

En su análisis sobre el proceso de dolarización en el Ecuador, Rafael Correa ejemplifica esta situación con el caso de Gustavo Noboa, quien, al repentinamente asumir la presidencia y, sin obtener respuestas sobre cómo proceder frente a la gran crisis nacional causada a raíz de la dolarización, decidió continuar con ella.  Históricamente, el neoliberalismo ha disimulado su irresponsabilidad e incapacidad en tiempos de crisis, con una fachada de decisión y valentía en la resolución de problemas. En suma, el “¡ya que chucha!” elevado a política de Estado.

Este collage de características de nuestra clase dominante muestra atributos de todos sectores de la burguesía ecuatoriana. Aunque en la papeleta de este 2021, el bendecido por el auspicio de las élites es Lasso, el resto de candidatos – salvo la opción del progresismo – tienen por patrimonio las mismas características de la clase que aúpa al banquero.

La clase cuyo esbozo hemos ofrecido ahora se esfuerza por continuar avasallando el poder político. No obstante, como demuestra la coyuntura latinoamericana, las oportunidades de que nuestra clase dominante se perpetúe en el poder son escasas, frente al ingente respaldo popular a un proyecto nacional real, consagrado en la opción del progresismo.

Pese a la cercanía de la derrota, la burguesía defenderá hasta el último, y con todo tipo de artimañas, su interés por mantener a su servicio el aparato estatal. Lasso pretende institucionalizar la hegemonía del capital a nivel de proyecto de Gobierno. Como bien señaló el ahora candidato Andrés Arauz, “El capital se expresa no solo en dinero o en maquinaria, sino fundamentalmente en relaciones sociales. El capital no puede permitirse que un espacio de esa trascendencia esté fuera de su alcance. Por eso, el capital se re-expresa como partidos políticos” (Arauz, 2020).

Un principio básico de la historia de la comunicación nos recuerda: no hay inocencia en la comunicación. Por tanto, el desesperado grito Lasso no es un desliz o una inocente jugada graciosa, es el síntoma más visible de una clase en decadencia.

Bibliografía

Arauz, A. (03 de Febrero de 2019). Captura corporativa en la Corte Constitucional. Obtenido de Ruta Krítica: https://rutakritica.org/blog/2019/02/03/captura-corporativa-en-la-corte-constitucional/?v=3fd6b696867d

Correa, R. (2012). Ecuador: de Banana Republic a la No República. Penguin Random House.

Marx, K. (2015). Antología. En K. Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Buenos Aires: Siglo XXI.

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