Por Rebeca Sánchez
A las puertas de las elecciones presidenciales del 7 de febrero, la candidatura del banquero Guillermo Lasso se desinfla, alejándose cada vez más de su sueño de ocupar Carondelet, en lo que se perfila como el ocaso de su carrera política tras varios intentos fallidos (2013, 2017 y 2021).
El principal candidato de la derecha se lanzó nuevamente al ruedo con su plan de gobierno “Por un Ecuador Justo, Próspero y Solidario”, donde recicla en 87 páginas, sus propuestas neoliberales ya aplicadas por el co-gobierno de Moreno-Lasso y que, en el contexto de la pandemia, han ratificado sus efectos devastadores: cientos de muertes producto de una nefasta gestión de la pandemia del Covid-19, destrucción de miles puestos de empleo al permitir que los empresarios apliquen medidas de shock, amparados en la pandemia. Esto ha dado lugar al aumento de la pobreza y la miseria, revirtiendo la tendencia de reducción durante la década anterior.
En el contexto actual se impone como sentido común la importancia del Estado y de la inversión pública para atender la crisis del Covid-19. Contrario a ello, Lasso insiste en su empeño por seguir imponiendo una agenda neoliberal como ha hecho Lenín Moreno durante cuatro años.
En su programa de gobierno, el empresario asegura que “El crecimiento del Estado y el centralismo son los problemas de fondo” de la economía ecuatoriana. Por tanto, propone “un Estado mínimo” como “lo ideal”. Para Lasso, “Ecuador no puede seguir con el lujo de la ineficiencia en el gasto público”, en su opinión “se necesita eliminar los gastos improductivos”. Estas palabras, viniendo de uno de los principales íconos del sector financiero-empresarial, se traducen en recortes sociales.
Propone igualmente la precarización laboral, defendiendo la “libertad de contratación”, “la contratación por horas y el contrato a plazo fijo”, así como el “perfeccionamiento de las modalidades de contrato estacional y la contratación por tareas”. Esto en combinación con otras propuestas que benefician claramente los intereses de los gremios empresariales a los que representa, como por ejemplo, la eliminación de distintos impuestos. En resumen, el mercado laboral estará sujeto a los designios de los empresarios.
Su improvisada propuesta de ultima hora de subir el sueldo básico a 500 dólares tuvo un efecto boomerang y le hizo aparecer como incoherente, un pecado capital en el desarrollo de una campaña electoral. No sirvió para detener su caída en las encuestas, mucho menos para borrar del imaginario colectivo su protagonismo en las crisis bancaria del 99, tampoco sus acuerdos con el gobierno de Moreno en el desastroso manejo económico y en la llamada “descorreización” del Ecuador, bajo el respaldo conjunto de las bancadas legislativas de CREO y Alianza PAIS.
El otro candidato del anticorreísmo es Carlos Pérez Guartambel, quien se autodefine como ecologista, contrario al extractivismo minero, pero que apoyó la candidatura de Guillermo Lasso en las elecciones presidenciales del 2017, al declarar públicamente que “es preferible un banquero que una dictadura”, y que más tarde contribuyó al fortalecimiento del gobierno de Lenín Moreno, junto a su movimiento Pachakutik.
Carlos Pérez Guartambel debuta en las elecciones presidenciales de 2021 con nuevo nombre: Yaku Pérez (cambiado en 2017), en representación de la “izquierda ecológica que defiende los derechos de las personas y la naturaleza y entiende a las comunidades indígenas”.
Su programa de gobierno titulado “Minka por la Vida” consta de 42 páginas y está estructurado en cuatro apartados, nombrados con terminología quichua: “Samay (aire): Minka de las ecologías, armonía con la naturaleza y la sociedad”; “Allpa (tierra): Minka de la Economía, cuidar la vida”; “Nina (fuego): Minka educación para la vida”; “Yaku (agua): Minka ética por un gobierno comunitario y transparente”.
Una propuesta de elevado nivel retórico sin asidero en estrategias concretas para su implementación. Así ocurre, por ejemplo, con su promesa de “incrementar el presupuesto público para el cuidado de todas las personas, especialmente para las dependientes y vulnerables”, sin detallar el número de personas y de dónde se obtendrán los recursos para este incremento presupuestaria.
Sin embargo, lo más llamativo de la propuesta electoral de Yaku no está precisamente en el documento entregado ante el CNE, sino en algunas de sus alocuciones públicas en las que propone eliminar el impuesto a la salida de divisas, coincidiendo en este punto con Lasso en una de sus iniciativas más controvertidas que beneficia a las élites económicas que suelen tener su fortuna en paraísos fiscales donde trasladan continuamente su activo financiero.
Yaku Pérez ha traicionado a las propias bases del movimiento indígena al pactar con el gobierno luego de las protestas de octubre de 2019; posteriormente con el lanzamiento de su candidatura irrespetando los procesos democráticos internos de Pachakutik, en connivencia con la dirigencia de dicho movimiento. Esto provocó el distanciamiento de Leonidas Iza y Jaime Vargas, dirigentes que protagonizaron las movilizaciones de octubre y que ahora se acercan al correísmo. Pero la colaboración entre el gobierno de Lenín Moreno y Pachakutik se ha producido a lo largo de los últimos cuatro años, en primer lugar en las iniciativas legislativas neoliberales en la Asamblea Nacional, Poder Legislativo. En segundo lugar, el respaldo del movimiento a la consulta popular celebrada en febrero de 2018 del “siete veces sí” que dio paso al desmantelamiento del Estado de Derecho en Ecuador, mediante la destitución ilegal de autoridades de los organismos de control del Estado. Por último, no podemos dejar de mencionar la colaboración indirecta con la violación de derechos humanos sistemática y generalizada al permanecer mudo ante la persecución política por parte del gobierno de Moreno contra los líderes y militantes del correísmo
La estrategia de la derecha en estas elecciones es camuflarse en Yaku Pérez para captar aquellos sectores decepcionados del correísmo y del morenismo, pero que no están dispuestos a dar un viraje hacia el neoliberalismo de Lasso. De este modo, y como advierte Gonzalo Sánchez, el “voto de protesta sería anulado por el propio sistema”.
Una de las imágenes más representativas de esta estrategia de la derecha circula de hoy en las redes sociales y puede resumirse en la siguiente frase: Yaku es Lasso.