Hernán Reyes Aguinaga

Los ecuatorianos conocemos poco del Ecuador, y nos conocemos poco entre nosotros. Los enclaves regionales, étnicos, generacionales y de clase, entre otros, han marcado las fracturas económicas y políticas de nuestra historia desde antes aun de que seamos República. Por eso algunos dicen que lo único que coyunturalmente nos une como país es la selección nacional de fútbol o la soledad que nos atraviesa cuando estamos lejos del país y escuchamos los acordes del himno, alguna desgarrada voz pasillera o brindamos con alguna marca de cerveza que mediante el millonario patrocinio deportivo ha logrado instalarse como señal de identidad ecuatoriana.

Nuestra memoria colectiva es frágil, ya sea por la desastrosa didáctica sobre la “Historia del Ecuador” a la que nos somete el sistema educativo o bien por la extrema fragmentación y opacidad acerca de la realidad a la que nos conduce día a día la “lógica informativa” de los medios masivos. Quizá por ambas cosas –juntas-, lo cierto es que la gran mayoría de nosotros vive obsesivamente en un ingenuo presentismo, y estamos convencidos que es mejor olvidar que aprender del pasado. Por eso cometemos y repetimos tantos errores. Y por eso es que la política es como es en el Ecuador. 

Hace unos días, Jaime Nebot subió a Quito, o al menos estuvo cerca de Quito, en Cumbayá. Días antes, las redes sociales anunciaban el motivo: dar una conferencia magistral alrededor del tema “Los caminos del desarrollo”, organizada por la Cámara de Comercio de Quito. No sólo empezó llamando la atención a que sean los grandes empresarios de la Capital quienes inviten al Alcalde guayaquileño a Quito, sino también  el nombre de su partner en el escenario: nada menos que el expresidente chileno Ricardo Lagos, reconocido como uno de los artífices de la transición desde la sangrienta dictadura pinochetista hacia la democracia de la concertación y el consenso, rasgos que se convirtieron en dos de los ejes centrales –junto con la del desarrollo económico  acelerado,  de la “marca país” con la que se ubica hoy en día a la sureña nación de la estrella solitaria-. Lagos al lado de Nebot, ni más ni menos. Curioso signo de los nuevos tiempos post-progresistas.

Curiosa la dupla Nebot-Lagos, dos políticos, en apariencia, pertenecientes a orillas ideológicas opuestas, unidos en un mismo acto. Con seguridad, la presencia de Lagos fue cuidadosamente diseñada por algún team conjunto de asesores de imagen y de marketeros políticos de la Cámara y de la Alcaldía guayaquileña. Así como Lasso tiene a su inefable Aznar, había que buscarle una coteja a Nebot, pero una que pueda irradiar una postura menos cercana a la derecha pura y dura, y además relacionada con lo que es percibido como un “modelo exitoso”, el chileno, y no como en el caso de Aznar cercano a un proceso fallido para la derecha como es el español, donde Rajoy recién fue destituido y su vergonzosa salida  lleva el estigma de una camarilla de corruptos que fungieron como sus ministros, asesores y altos dirigentes del Partido Popular, razones más que suficientes para que, seguramente, ya no veamos más a Aznar por estos lares. O peor a Rajoy, figureteando en algún acto político de CREO.

No se puede negar que el evento contó con audiencia: más de mil asistentes, entre los cuales estaba la actual Presidenta de la Asamblea, ex–ferviente correísta reconvertida, y la Ministra de la Producción, vieja figura empresarial relacionada con la social-democracia criolla. Esas presencias femeninas en su cercanía, al igual que la de la Vicealcaldesa guayaquileña o de la ex-asambleísta a la que ha apostado para reemplazarlo en el Cabildo porteño, no hacen sino ayudar a suavizar la nueva imagen de Nebot que se busca ir borroneando de cara al 2021: un líder que es capaz de debatir tolerantemente pero solo sobre temas ya consagrados como irrebatibles, tales como el pragmatismo económico (sinónimo del triunfo del modelo neoliberal actualizado), el indispensable “equilibrio” entre un Estado pequeño y empresa privada grande, el empleo como una potestad del sector privado que invierte al que hay que cuidar y retribuir,  la imposibilidad de un desarrollo social serio sin crecimiento económico, la integración desplegada en lo comercial, el combate a la corrupción y la importancia de la libertad de expresión asentada únicamente en la existencia de una prensa “independiente y responsable”.

Metamorfosis: parecer lo que no se es para volver a ser

Pero más allá de estos actos de limpia, nadie puede dudar que Nebot carga con un pasado violento, demasiado pesado para ser olvidado. Como recuerdo haber leído hace unos años en un artículo del portal GkillCity, su autora, sin ocultar un claro cuestionamiento al estilo de gobierno de Correa afirmaba categóricamente de Nebot: “todo este discurso sobre la democracia, las libertades y la familia es solo una fachada. Una mascarada que busca reemplazar una prepotencia por otra”. Quienes lo conocen de cerca saben que Nebot siempre está gritando y carajeando, y que el tono es peor aun cuando alguien lo contradice abiertamente. Varias veces las escenas de violencia dentro y fuera del Concejo Municipal guayaquileño así lo han confirmado: manotazos en las mesas, papelazos en el rostro de algún juez que se atrevió a desafiarlo, palabras soeces para justificar el coraje de alguna marcha por él convocada.

Sí, dirán los más incautos. Nebot ha sido algo duro y pendenciero, pero no es un tirano. O como dirán otros, queriendo justificar lo injustificable, sí, pero todos cambian y él también ha cambiado. Por el contrario, nosotros creemos que si así ha actuado al tener las riendas de la mayor ciudad del país, lo que nos podría esperar si tiene el poder total sería catastrófico. O, por decir lo menos, volver a repetir los mayores errores del pasado reciente, y reiterar lo peor de la cultura política ecuatoriana

Basta revisar algunos estudios serios sobre su administración municipal para descubrir lo de fondo. Una investigación de FLACSO no duda en afirmar que el socialcristianismo se apoderó del poder en esa ciudad “sin una ideología política expresa, declarando su disposición al servicio ciudadano y mostrando un “distanciamiento de lo político”, Febres-Cordero y Nebot apuntalaron un discurso para “reconstruir” una identidad política-hegemónica porteña”. Se puede decir también que las desastrosas administraciones anteriores le dejaron servida la mesa a LFC y a Nebot, quienes legitimaron su poder sobre “la idea de “pueblo” basado en un eje de oposición orden versus caos, limpieza versus suciedad, honestidad versus corrupción, civismo versus destrucción de la ciudad. Es decir se formó un eje de oposición frente a los llamados enemigos de la ciudad, todos los relacionados al CFP y PRE.”

Y así gobernaron la ciudad por décadas, sobre la base de lo que los estudiosos llaman la “corporativización de la política”, configurando un modelo donde las élites no sólo tienen el poder económico sino que son intocables, puesto que poseen el prestigio en el plano simbólico, convirtiéndose en los modelos imposibles de dejar de seguir pero inalcanzables de ser.

Sí, debemos escuchar a quienes han vivido de cerca lo que ahora se quiere ocultar y conocen la verdadera personalidad que guía el accionar político de Nebot en Guayaquil, “hay que saber que la metamorfosis de Nebot no es más que un disfraz electorero”, se decía en GkillCity. Metamorfosis camaleónica para disimular su trayectoria de homofobia y de machismo expresado tantas veces y con tanta virulencia verbal: “ven acá ara mearte, enano h.d.p”. Metamorfosis que borre todo rastro de la oscura época de regresión extrema contra toda forma de disidencia social y política en los ‘80s, cuando como cachorro del león fungió como gobernador del Guayas, sin que hasta ahora se hayan castigado esos crímenes de lesa humanidad y se haya reparado los derechos humanos de tantas víctimas.

Metamorfosis extrema que de lo que ha sido siempre y ahora se pretende que olvidemos de cara a las elecciones del 2021.

 

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