Francisco Herrera Aráuz
En medio de festejos, halagos y saludos pomposos por el día del periodista en Ecuador, bien se puede regresar a mirar la vista sobre nuestro espacio de trabajo, para encontrarnos con un mal momento que vive la prensa y los periodistas en la nación. Es un tormentoso momento de enfrentamientos y contradicciones, que nos están afectando seriamente, y que debemos hacer conciencia urgente, porque el odio mata y peor si es dirigido en forma indiscriminada con las debidas consecuencias que hay que enfrentarlas. La prensa de Ecuador es víctima del odio político engendrado.
Nunca hemos estado tan frágiles y tan divididos en la prensa nacional. Lo digo con pleno conocimiento de causa y los debidos antecedentes. Fue el 8 de marzo de 2007, cuando un grupo de empresarios de la comunicación junto a los “grandes” medios entre periódicos, radio y televisión, que se tomaron el nombre de todos y resolvieron pasar al papel de activistas políticos para enfrentarse con el expresidente Rafael Correa. El famoso comunicado titulado “Intolerable” marcó la división en la prensa, promoviendo la confrontación política y el alineamiento sesgado para presentar los hechos a modo de noticias. El resultado más desastroso para la prensa fue la pérdida de la objetividad, causando una seria afectación al destruir la credibilidad ante la sociedad nacional.
Digamos con un sentido autocrítico que “entre todos nos hicimos daño”, sea por acción u omisión. Lo cierto es que el enfrentamiento generalizado fue la pauta que marcó la década de la revolución ciudadana contra y con la prensa. La reacción del expresidente Correa ante esta posición del empresariado mediático fue altamente perjudicial para todos por la generalización que hizo con aquello de “prensa corrupta”, sin que nunca aclare contra quien iba el calificativo, pese al pedido insistente de muchos que lo hicimos exigiendo precisiones, particularizaciones necesarias, el mandatario nunca respondió concretamente. La “gran” prensa también cayó en esa generalización para dividir en forma maniquea del “o conmigo o contra mí” fragmentándose en “opositora” que agrupó a aquellos que daban batalla política, partidista y de defensa de los grupos de poder o sus intereses; frente a un gran grupo de medios, periodistas y comunicadores que mantuvimos la lucha con principios de objetividad, pluralismo y justicia informativa, que para el grupo dominante opositor fuimos tildados en forma despectiva como “gobiernistas” por no estar de acuerdo con ellos ni prestarnos a su lucha por el poder.
El enfrentamiento fue cruento, entre el expresidente Correa Delgado y la “gran” prensa se lanzaron mutuas acusaciones, se sobredimensionaron los errores de parte y parte, se desinformó a la población, se manipularon las noticias, se reaccionó con dureza para la rectificación necesaria, se impusieron normas y una ley sin el debido consenso y se aplicaron las sanciones con el rigor necesario que victimizó a quienes se sintieron afectados. Los gremios de periodistas y de propietarios de la prensa jugaron un papel nefasto por rastrero y alineado en favor de sus patronos, perdiendo el rol que les correspondía. Las denuncias pasaron de la justicia nacional al campo internacional exacerbando los ánimos al grado extremo del cuestionamiento infamante de los medios al gobierno, y del gobierno a los sistemas donde fueron cuestionados.
Como nunca antes en la vida nacional, de todo esto queda una huella profunda en grabaciones, audios, videos, escritos con poses y posiciones en una condición de víctimas regadas en el campo de batalla. Si se quiere escribir la historia de este triste papel de actor político de la “gran” prensa ecuatoriana está para siempre a disposición de público todo lo expuesto a los largo de la década pasada. Al final, pese a que Rafael Correa perdió el poder, salió airoso del conato al haber puesto en evidencia a “esa” prensa, a la cual le minó en forma imponente su credibilidad, al grado extremo de acercarse a una autodestrucción propia.
Al mismo tiempo que se vivía este enfrentamiento, en un parte de la ciudadanía la tecnología corrió a su favor con el fortalecimiento del internet que democratizó la comunicación, surgiendo muchos medios alternativos como el nuestro, que consideramos desde otra óptica esta lucha del poder, y asumimos el rol de exposición de la comunicación sin ser parte del enfrentamiento que se sigue viviendo en Ecuador desde la prensa tradicional contra el gobierno de turno. Es más, el fenómeno extendido de las redes sociales ha sido una especie de “robar el fuego a los dioses” que le permite hoy por hoy al ciudadano hacer su propia comunicación, difundir su mensaje, tomar la palabra, escoger que medios le informen y criticar abiertamente, a veces en forma indebida, a lo que cree negativo o falso, en tanto que aplaude las posiciones positivas y a los medios que las hemos difundido. Y lo digo, tanto por nosotros como por un alto número de medios, periodistas y actores sociales que asumimos este nuevo rol del periodismo y la comunicación.
Sin embargo, la situación para la prensa ecuatoriana sigue siendo tensa y cuestionada. A los problemas de calidad de la información se han añadido dos males que nos perjudican seriamente; lo uno es el odio político que nos enfrenta con saña, mientras que, lo otro es el fanatismo con el que se defienden posiciones al grado extremo de la ofensa y calumnia regados tal cuales manchas de indignidad en la profesión.
Muy pronto, al asumir el nuevo gobierno, la “gran” prensa opositora pasó a convertirse en “morenista” alineándose en defensa del régimen del presidente Moreno Garcés, callando muchas noticias, ocultando otras, disimulando las más, evitando la crítica, al tiempo de expandir el odio contra quienes sigue acusando de correistas, a fin de mantener vivo el conflicto con el expresidente. Voceras y analistas, periodistas de esas filas, insisten en atacar a todo aquel que no está con sus resentimientos, o por el contrario si dice verdades que no les gustan. Un ejemplo nítido de este caso es el de los periodistas contertulios Fabricio Vela y Alexis Moncayo, del noticiero “A Primera Hora” de Radio Majestad, quienes exponen desde siempre sus criterios en forma objetiva, con verdades que puedan favorecer o no al régimen anterior y criticar al actual, provocando la iracunda reacción de los odiadores que llegan al extremo de la ofensa o amenaza contra estos periodistas. Eso es un claro atentado contra la libertad de expresión o pensamiento, este y muchos más que se están imponiendo en la nación por el mero hecho de acusar de “correista” a alguien al que se le deben negar sus derechos por ese calificativo.
Peor efecto insurge desde el fanatismo de algunos, especialmente desde el lado de algunos de los partidarios del expresidente, quienes se sienten sin un liderazgo presente y quieren que uno asuma esa conducción de manera forzada, comprándose pleito ajeno, y de paso ser utilizado para canalizar su venganza particular. Y, lo digo por mí mismo ya que al haber optado por el retiro temporal debido a mi enfermedad, justo en estos momentos del conflicto con el presidente Moreno, una persona que presume ser correista me escribió el pasado mes de octubre/2018, en el canal de YouTube reclamando mi presencia con estos términos sumamente desconsiderados: “MONICA ANDRADE Usted Francisco Herrera se vendió al cuántico traidor. Usted dijo que no hace su programa radial porque está enfermo y aquí se lo ve bien, hablando (impublicable…) en estos momentos en que el país se hunde. Cuánta plata le dio judas para que suprima su programa…Usted resultó ser de lo peor, otro que nos traicionó.”. Y, como mi caso hay algunos, bastantes más, de quienes a este mal criterio deberíamos distorsionar nuestro papel para asumir el conflicto político, como lo hizo la “gran” prensa, en perjuicio de la ciudadanía, sesgando nuestras conductas. Por supuesto que la señora está equivocada, más aún en mí caso que he manifestado la frontalidad de lo escrito ante la ausencia de la palabra, pero esto deja entrever el fanatismo en su grado extremo que ataca ciegamente sin mirar con la debida objetividad que papel estamos cumpliendo muchos periodistas y trabajadores de la comunicación en salvaguarda de la credibilidad de la prensa en Ecuador.
A todo esto, el gobierno del presidente Moreno Garcés completa el panorama con una serie de acciones consideradas, desde mi estricto punto de vista, perjudicial y nefasta para la comunicación en Ecuador. Usa una soterrada complicidad con algunos medios para ocultar, acallar y manipular la información en su favor, medios que de paso se prestan para crear un cerco mediático cerrado contra la oposición, contra Correa, contra toda reacción que le cuestione al régimen. Tiene un discurso contradictorio y confuso de los voceros que confunden cada día más a la nación, o no pueden explicar las fallas, errores o presuntos delitos en el régimen. Manejan de manera siniestra el caso de los periodistas del diario El Comercio, sin dar explicación, sin decir la verdad, sin la transparencia necesaria para aclarar el crimen. Tratan de reformar la Ley de Comunicación desapareciendo a la misma, pero sin disimulo con la corruptela de las frecuencias, se calla ante el intento de seguir usufructuando con la renovación automática. Esa forma de actuar tan velada no es digna de Ecuador.
Manipulan una imagen de aires de libertad con una supuesta liberalidad rescatada, mientras persiguen y encarcelan a periodistas de medios públicos como los hermanos Marco y Carlos Bravo Segovia; cierran medios públicos como la agencia ANDES y denuncian la quiebra de los canales incautados al tiempo de proclamar su venta no cumplida. Con el fin de evitar las voces críticas usan y manipulan la publicidad estatal para premiar o castigar a la prensa y sus periodistas. Así, – esto lo denunciamos públicamente- ponen como cancerbero al Secretario de prensa Andrés Michelena a llamar a las empresas como CNT para exigir que se le retire la pauta publicitaria, como lo hizo en noviembre pasado contra Ecuadorinmediato y otros medios más, todo con el fin de evitar la crítica o la corrección. Si no son igual que los gobiernos anteriores, quizás resultan peor con el accionar de este funcionario que resulta muy servicial a los intereses extranjeros en perjuicio de su propia nación. Y pese a todo eso, el régimen saluda efusivamente a los periodistas en su día, mientras corroe la comunicación alternativa contra su propio pueblo.
El resultado de todo esto es: la desmovilización de la nación frente a tanto atropello. El gran motivo para que la gente no se mueva, no reclame, es el atosigamiento con la manipulación de la conciencia colectiva, con escándalo semanal, con acusaciones por montones sin pruebas, la persecución selectiva y silenciosa de la prensa, la complicidad de los medios y periodistas ayer no más críticos, que hoy justifican todo lo que hace el régimen, todo por odio, o el ataque por fanatismo. Por eso no hay reacción ni respuesta y la prensa, la gran prensa tiene culpa total y completa. Nada peor que una sociedad que vive engañada todo el tiempo, y reacciona con ese engaño en forma equivocada, el camino siempre será el más perverso porque la tienen esclavizada. (FHA)