Consuelo Bowen
La prensa ecuatoriana empleada en y por los grandes medios de comunicación del Ecuador, es la principal aliada del gobierno de Lenín Moreno, con él alcanzó grandes éxitos en el fenecido 2018, evidenciando lo que bien dijo Francisco Zaro: “Un pueblo puede agitarse por lo que la prensa diga, pero puede morir por lo que la prensa calla”.
El primero fue la “normalización” del viraje ideológico de Moreno. En el 2018 el gobierno de Lenín Moreno se consolidó como de derecha, aunque haya ganado con discursos de izquierda. La transformación se basó en que es un empresario atrapado por más de diez años en un cuerpo de burócrata. La prensa se encargó de explicar la dislocación atribuyéndola a la caída en cuenta de un supuesto mal manejo económico del gobierno anterior.
El segundo y que simboliza la manera taimada de hacer política del “morenismo” fue el tan denostado “dinero electrónico”, al que se llegó a calificar como una moneda paralela, hasta que pasó a la banca privada, y cambió hasta de nombre conjurando cualquier mal recuerdo, “billetera móvil” se llama ahora, bautizo por el cual ya no es un peligro para la “dolarización”, sin embargo la prensa no da cuenta del avance de esta iniciativa. La prensa calla los fracasos del gobierno y que no son pocos.
Tercero, y no menos importante, fue la promoción de la Consulta popular impulsada por Moreno. Obviamente la prensa recurrió a la sin duda dramática situación del abuso sexual en el ámbito educativo, para que la ciudadanía se pronunciara masivamente y en general positivamente sobre las materias consultadas, lo curioso es que como consecuencia de sus resultados, se derogó rápidamente la Ley Orgánica para evitar la Especulación sobre el valor de las Tierras, que gravaba la ganancia extraordinaria, léase especulativa en las ventas de bienes inmuebles, evitando valores ilegítimos en la transferencia de la tierra, como su nombre lo indica, obligando a los municipios a actualizar su catastro. Ahora ya nadie controla el gran tráfico de tierra y el abuso sexual a niños y niñas en el ámbito educativo se relegó a una Comisión ocasional en la Asamblea Nacional, que elaboró un informe.
Cuarto, hasta junio de 2018, el gobierno pudo avanzar en cambiar el logo gubernamental pero solo logró ejecutar el 23% del presupuesto, en otras palabras, el Estado no funcionó adecuadamente y lo que no camina bien debe ser disminuido por sentido común. Ahora, el estribillo del necesario “achicamiento” del sector público y el son de la privatización son un hit en hidroeléctricas y carreteras con supuestas fallas que han sido luego desmentidas por los propios funcionarios morenistas. ¿Sabían que en EE.UU. la empresa privada se encarga hasta de las cárceles? Y la prensa todos los días nos repite que el sector privado es el indicado para manejar los bienes del sector público.
Quinto, la ‘desaguisada’ denuncia realizada por un periodista sobre cobros no autorizados de las cuentas bancarias por un seguro denominado GEA, y la posterior vinculación de Eduardo Jurado colaborador cercano de Lenín Moreno, quedó relegada a una línea telefónica instaurada por el gobierno, procesos interminables de devolución de los bancos, y por supuesto una prensa que dio la espalda a uno de los suyos.
Sexto, la culpa es “del dispositivo electrónico”, así concluyó la prensa en sus arduas y profundas investigaciones sobre el “escape” de Fernando Alvarado. Días y días de reportajes acerca de lo mal que funcionaban estos equipos adquiridos en el gobierno anterior, sirvieron para explicar la incompetencia demostrada por quienes debían de verificar su funcionamiento en la actual administración. Como dirían las abuelitas, la culpa es del dueño de la cama no de quien la ensucia.
Séptimo, el mal manejo de la crisis en frontera norte, por parte del gobierno de Lenín Moreno, con el impagable costo de la vida de ciudadanos ecuatorianos incluyendo periodistas, fue superado en base de demostraciones plañideras de la prensa ecuatoriana. Marchas, lutos y toda suerte de espectáculos, incluyendo la muestra de dolor de colegas de medios de comunicación, frente a los féretros, sirvieron para que olvidemos que hay otras víctimas de las organizaciones delictivas, que la propia policía estuvo bajo sospecha y que el lazo negro que adorna el logo de diario El Comercio no es explicación suficiente para sus familias.
Octavo, el despido masivo de servidores públicos, que la prensa ecuatoriana consiguió que doliera menos porque se trata de burócratas. La imagen de la secretaria limándose las uñas tras una ventanilla de alguna institución pública, fue fortalecida por el periodismo que resaltó lo prescindibles que son los trabajadores públicos, que consumen el erario nacional. Se logró así desvanecer cualquier idea de que se trata de profesores, médicos, policías, u otro profesional, que con esfuerzo nos presta un servicio y por el cual gana un sueldo con el que mantiene a su familia.
Noveno, y fundamental éxito fue la reforma a la Ley Orgánica de Comunicación, aprobada en la Asamblea Nacional primero y en la misma sesión, en que el Presupuesto General del Estado pasó sin que el gobierno haya hecho mayores cambios. Y es que el orden de los factores sí alteró el producto. La prensa está expectante de las decisiones del Ejecutivo frente a las reformas, mientras cumple su rol de alienación social. El poder de los medios de comunicación social es de doble filo y Lenín lo sabe.
Décimo, y el más reciente. La prensa logró que el alza de combustibles, incluyendo el diésel sea “comprendido” por el pueblo, producto de un año en que posicionó la “culpa de Correa”. Terminamos el 2018 e iniciamos el 2019 con gasolina “súper” a precio internacional, y sectores productivos afectados por el incremento del costo del diésel, pero muy agradecidos por los aires de libertad y diálogo, al menos así dice la prensa ecuatoriana, y por lo cual tenemos un alza de 9 dólares al Salario Básico Unificado, que es todo un ‘milagro navideño’.
¿Y así nos preparamos para los nuevos éxitos de la prensa ecuatoriana en el 2019? ¿O seremos capaces de reaccionar como ciudadanos y ciudadanas que debemos exigir información veraz, para construir nuestra opinión sin que los medios nos digan qué hacer o cómo pensar?