Antonio Malo Larrea
El sábado 28 de julio de 2018 hubo una nueva marcha del movimiento Con mis hijos no te metas. Este movimiento agrupa a distintos grupos ultraconservadores, unos autoidentificados como católicos y otros como cristianos de diferentes líneas protestantes. La razón de la marcha es la protesta contra lo que han denominado ideología de género, para que ésta no se enseñe en el sistema educativo ecuatoriano.
El discurso sobre la ideología de género se comienza a construir en los años 90, durante y luego de dos conferencias mundiales de la Organización de Naciones Unidas donde se discutía la inequidad de género: la conferencia de 1994 sobre la población y el desarrollo en El Cairo y la conferencia sobre la mujer en Pekín al año siguiente. Este discurso es utilizado por distintos grupos católicos y cristianos que tienen una cosa en común: manejan un discurso ultraconservador sólo equiparable a los peores tiempos del nazismo, el estalinismo o el oscurantismo europeo. Sostienen que la identidad sexo-genérica no existe, que el sexo es una determinación biológico-genética, y que cualquier expresión de sexualidad que sea distinta a la biológico-genética es una aberración y una perversión. Por otro lado, este discurso también mantiene que la única familia posible y que el núcleo de la sociedad es lo que llaman familia natural, oponiéndose radicalmente a las familias homoparentales. Por supuesto, la lucha contra la ideología de género también está en contra de la despenalización del aborto.
El uso de la palabra ideología para referirse a los asuntos de género no es gratuito, no es inocente, tiene una intencionalidad detrás, una clara mala intencionalidad. Es simple, casi todas las constituciones y casi todos los marcos jurídicos de los estados-nación occidentales prohíben que se difundan ideologías específicas en sus sistemas educativos. Esto significa que si consiguen posicionar a los asuntos de género como una ideología tendrían los argumentos jurídicos para impedir que se use el enfoque de género en el sistema educativo. Evidentemente nunca ha existido, ni existe algo llamado ideología de género, pero ese no es el punto. La disputa va más allá de un nombre.
Es claro que científicamente sus argumentos son absurdos, y que humanamente violentan los derechos de quienes no encajan en su discurso (es decir, la mayoría de la humanidad). Pero incluso si dejamos ese debate atrás, vemos que su postura es absolutamente irreal, es una fantasía, una distopia: el mundo real está lleno diversidad cultural, de identidades sexo-genéricas distintas, de hogares homo parentales, existe una diversidad impresionante de configuraciones familiares, y las mujeres abortan, esté o no esté prohibido. En el fondo se oponen a que las niñas y los niños conozcan el mundo real, y que se sientan parias sociales si su realidad no encaja en la lógica de una familia natural patriarcal, heterosexual, blanca, burguesa, con casa, jardín, orquídeas, carros, varias televisiones y celulares, dos hijos y un perro con pedigrí.
Sus objetivos son nefastos y extremadamente peligrosos, pues no sólo pretenden negar la realidad, sino que quieren cambiarla e imponer su mundo distópico al resto de la sociedad. No se trata solamente de que no se enseñe a las niñas y niños cómo es el mundo de verdad, sino que se les enseñe exclusión, marginación y miedo. Sus pretensiones son kafkianas: como el mundo real no se adecúa a sus interpretaciones distorsionadas y torcidas del cristianismo, quieren cambiarlo para que lo haga. Por eso les digo a ustedes: con mis hijos no se metan.