Los análisis de las últimas elecciones locales son variopintos. Muchos de ellos tuercen los hechos para hallar ganadores y perdedores, sobredimensionan algunos mientras subestiman otros. Es recurrente la ausencia de contexto. Por ello, se debe considerar que estas elecciones ocurren en un escenario de crisis del sistema político. De ahí la fragmentación y dispersión del voto. Como se ha dicho de la economía, también la crisis política es inducida. El objetivo político principal de la alianza cuántica ha sido destruir al correísmo. Para dar al traste con una fuerza política que –de manera inédita en el país- había hegemonizado el campo político por una década con una abrumadora legitimidad electoral y con resultados de gestión gubernamental muy significativos, el pacto cuántico halló el camino idóneo: llevarse por delante la emergente institucionalidad del país. La vergonzosa actuación del CNE en la última elección debería bastar para constatar cuál es el estado actual de las instituciones, ahora manejadas por los que daban alaridos diciendo que el correísmo había “desinstitucionalizado” el país.

Como consecuencia de eso, el gobierno y sus aliados dieron lugar a un enorme vacío de poder que no puede ser llenado por ninguna fuerza política o alianza política. Las recientes elecciones se realizaron en medio del descrédito de la política y del retorno a la política de fuste municipal que ha caracterizado a la maltrecha democracia ecuatoriana.

Más allá de ciertos fanatismos enfermizos, se puede decir que son tres fuerzas políticas las que destacan en estas seccionales: el PSC, la Revolución Ciudadana y Pachakutik. El triunfo del PSC es bastante claro, obtiene alcaldías en seis capitales de provincia, varias de ellas en ciudades en las que no han tenido presencia significativa como Riobamba o Azogues. En cuanto a las prefecturas, consigue ocho, y se repite su triunfo en provincias en las que tradicionalmente representaban una fuerza marginal como Bolívar, Pastaza o Imbabura. Si bien pierden algunos de sus bastiones como El Oro y Machala, es más lo que ganan.

Pachakutik había perdido mucho terreno electoral, pero estos comicios lo dejan posicionado como un importante movimiento político también. Logra tres alcaldías en capitales de provincia y cinco prefecturas. A diferencia de los socialcristianos, este movimiento recupera su presencia en zonas en las que tradicionalmente ha sido fuerte, aunque también pierde algunos de sus fortines como Bolívar. La prefectura de Azuay alcanzada por Yaku Pérez es uno de sus resultados más destacados.

El correísmo presenta resultados más modestos en términos del número de dignidades alcanzadas. Como es sabido, alcanzan dos de las más importantes prefecturas: Pichincha y Manabí. No obtienen alcaldías, aunque la votación de Luisa Maldonado en Quito es muy significativa y ha sido uno de los hechos más representativos de esta elección para todo el país.

Las lecturas desatentas dicen que este es el orden de importancia de las fuerzas políticas en el Ecuador posterior al 24 de marzo. No obstante, al menos dos factores se deben considerar para tener un mejor balance. En primer lugar, el número de votos alcanzados. Por ejemplo, si bien Pachakutik obtiene más prefecturas que el correísmo, este último consigue una suma total de alrededor de 442 mil votos, frente a los aproximadamente 315 mil votos de Pachakutik. El desempeño electoral del PSC en este aspecto es categórico, en las prefecturas que logran suman algo más de un millón de votos.

Hay un segundo elemento a considerarse. En el intento de aprovechar la ventaja de tener al correísmo maniatado, el PSC y Pachakutik tuvieron una extendida participación en estas elecciones, considerablemente mayor que la de la Revolución Ciudadana. Así por ejemplo, en las alcaldías de las capitales de provincia, el PSC presentó 21 candidaturas, Pachakutik 16, la Unidad Popular 13 y el correísmo 11. Esto parece evidenciar que una tendencia generalizada en las fragmentadas fuerzas políticas fue su intento por “nacionalizarse” en estas elecciones con la proyección de las presidenciales de 2021. Aquí es más notorio el límite de la estrategia del PSC y Pachakutik, no alcanzaron a convertirse en eso y a sustituir a CREO que venía consolidándose como una fuerza con proyección nacional que fracasó dramáticamente en estas elecciones.

Otra cuestión que merece tenerse en cuenta son las alianzas. Buena parte de los triunfos locales del PSC y Pachakutik se consiguen con alianzas entre distintas fuerzas, algunas de ellas configuran un tinglado numeroso de fuerzas políticas y otras tienen un cariz no muy santo. De las seis alcaldías de provincia conseguidas por el PSC, tres corresponden a alianzas. Hay alianzas curiosas como la de Ibarra, en la que se coaligaron con partidos como Avanza, Democracia Sí y la ID. De igual modo, de las 8 prefecturas que ganaron, 4 son resultado de alianzas. El caso de Pachakutik es similar, de las tres alcaldías de capitales de provincia, dos responden a alianzas, en tanto que una de las prefecturas obtenidas se da bajo esa modalidad.

Pero el criterio más importante para evaluar los resultados tiene que ver con las condiciones en las que estas agrupaciones han desarrollado su actividad política en los últimos dos años. Mientras el PSC y Pachakutik tuvieron todo a favor, el correísmo tuvo todo en contra. Esto se debe principalmente a que ambos partidos han sido parte del “pacto cuántico” y el gobierno de Moreno ha trabajado para beneficiarlos. Prácticamente no hay alto organismo del Estado que no haya sido resultado del pacto –implícito o explícito, no importa- entre estas dos fuerzas políticas.

En contraste con ello, el correísmo ha tenido las peores condiciones para el desarrollo de su actividad política. Una poderosa coalición político-empresarial-mediática, con el evidente apoyo de los EE.UU. y las derechas regionales de Sudamérica, es –nada más ni nada menos- lo que los correístas han debido enfrentar. Sin partido político, con el desgaste que el bloqueo institucional permanente y una cada vez más vergonzosa persecución política operada por el control que el pacto cuántico tiene de la Justicia en el país, en medio de una clausura mediática de lo más escandalosa. Difícil imaginar una fuerza política así de proscrita que consiga un resultado electoral tan importante.

Quizá el efecto más llamativo de estas elecciones sea el severo debilitamiento del pacto cuántico. Aunque en la “república de los señoritos” se hagan esfuerzos colosales por retorcer la realidad para minimizar el triunfo del correísmo, se debe decir que la desesperación torpe del gobierno y las empresas privadas de información en esta primera semana son la mejor muestra de cuánto les preocupa eso. Esto sumado a la hábil estrategia socialcristiana por desmarcarse de las idioteces cuánticas de la Asamblea Nacional o el CNE hablan de un escenario futuro complejo en el que las fuerzas del pacto cuántico se enfrentan a un dilema serio: abandonar su coalición para no embarrarse de la ineptitud e impopularidad de Moreno y su gobierno a riesgo de fortalecer al correísmo, o mantener la alianza para resistir mejor al correísmo a riesgo de… fortalecerlo. Podría venirse una tormenta política para la bufonada que llamamos gobierno en el Ecuador.

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