Verena Hitner
El pasado miércoles los candidatos a la presidencia de Brasil inscribieron sus candidaturas. Ignacio Lula da Silva es candidato, tiene a Fernando Haddad como aspirante a vicepresidente y el apoyo del Partido Comunista del Brasil (PCdoB), que retiró la candidatura de Manuela D’Ávila para defender y respaldar a Lula.
Según la presidenta del Partido de los Trabajadores, Gleisi Hoffman, Fernando Haddad será candidato a vice “hasta la regularización de la situación judicial del ex-presidente Lula”. Según ella, después de ese momento, la candidatura será reformulada para que figure Manuela D’Ávila como vice.
En Brasil es obligatorio que, junto con la candidatura, se inscriba el programa de gobierno. Pensando en lo que podría pasar, si Lula tiene su candidatura inviabilizada, el PT fue creativo en el nombre del programa aprobado por el partido el 20 de julio, que se llama “Plan Lula de Gobierno – Brasil Feliz de Nuevo”.
El programa, coordinado por el vice Fernando Haddad, contó con la participación de importantes intelectuales como Marcio Pochmann, rescatando la perspectiva crítica, que tenían los programas del PT en su inicio.
El Plan de Gobierno gira alrededor de 5 ejes fundamentales:
1) Promover la soberanía nacional y popular en la refundación democrática de Brasil.
2) Iniciar una nueva era de afirmación de derechos.
3) Liderar un nuevo Pacto Federativo para la promoción de Derechos Sociales.
4) Promover un nuevo modelo de desarrollo.
5) Iniciar la transición ecológica para la nueva sociedad del siglo XXI.
A pesar de la aprobación unánime que tuvo el programa, el más controversial de los puntos fue el primero. En este punto, el Partido propone reafirmar “el legado de los gobiernos del PT” y revocar las “medidas golpistas”, como cambios legislativos (como el congelamiento del gasto público por 20 años aprobado como una de las primeras medidas del gobierno de Temer) y las privatizaciones.
Esas propuestas son importantes y necesarias para que podamos en Brasil volver a disminuir las desigualdades estructurales que tenemos. El PT va mas allá y vuelve a defender un tema histórico para los grupos que lo componen que es la “reforma política con participación popular”, la “democratización de los medios de comunicación”, la «reforma del Estado y el combate a los privilegios”, pero defiende también un nuevo “proceso constituyente” para el país.
Es evidente que como está no puede permanecer. El tema de la constituyente está en el debate en muchos países de la región, como instrumento para refundar la República.
La Constitución de Brasil es de 1989. Nace de un proceso de creación de la República después de 20 años de dictadura militar, en la que la sociedad demandaba más derechos. Es una Constitución progresista, en el sentido de garantizar derechos sociales universales, como la salud y la educación. En la actual coyuntura política, cualquier proceso constituyente en Brasil puede resultar en la pérdida de derechos adquiridos por la sociedad.
Estas son, quizá, las elecciones más inciertas de la historia de la democracia en Brasil. Son 13 candidatos inscritos y por lo menos 4 con posibilidades de victoria. La izquierda es minoría en ese espectro político. Los otros candidatos que defienden cambios estructurales como mecanismo de disminución de las desigualdades cumplen un rol importante en la campaña, especialmente con Lula en la cárcel. El Frente amplio de la izquierda, si bien no existe formalmente, debería existir informalmente con la finalidad de defender las conquistas del pueblo: los derechos universales y un sentido pro público del Estado.