La Paz no es la ausencia de conflicto: las manifestaciones de violencia continúan y esta sociedad insiste en descalificarse mutuamente, como si no fuera suficiente lo acontecido. No se aprendió nada. Lo que se respira es una tensa calma que no aporta a la reconstrucción social.
¿Democracia en crisis? Debería ser una señal de alarma que la única manera para que el pueblo sea escuchado sea a través de la paralización de un país, debería ser otra señal que el gobierno no sea capaz de garantizar la seguridad ciudadana de los suyos y los reprima, y debería ser aún más preocupante, la propensión de la población a la anarquía, la barbarie y el desconocimiento de cualquier orden.
Los resentimientos que el sistema (violento) ha generado entre los privilegiados y los excluidos, los blancos y los negros, las personas de bien y los indios, nosotros y aquellos, todo esto sumado a una década de desgaste emocional polarizante realmente dejaron su huella. Pero pareciera que nadie fue capaz de sobreponerse a ello, al contrario, parece que todos permitieron que su peor sentimiento aflorara causando el mayor daño posible e infligiéndoselo a sí mismos. No veo que se asuman responsabilidades colectivas, veo una victimización y una ligereza peligrosa que culpabiliza a cualquiera que represente una amenaza. Aún más preocupante, afirmar que el decreto fue derogado y celebrarlo. Aquí nadie ganó.
Urge un cambio estructural -social y cultural- que permita que este pueblo se Reconozca y se acepte. Tal vez así pueda generarse una conciencia de respeto. Quizá pueda hablarse de empatía y de construcción desde el disenso, la diferencia y el diálogo. No existe proceso más complejo que el de recuperar el tejido social en un ambiente de incertidumbre y franca desconfianza entre sus propios ciudadanos. Sin embargo, esto no se consigue únicamente con el esfuerzo colectivo de las masas, es necesario que el gobierno dé claras muestras de democratización y de inclusión de los intereses de todos los grupos de interés que habitan el territorio ecuatoriano, este inesperado giro hacia el capitalismo más férreo tiene un clarísimo impacto social que nos sitúa en la incertidumbre de décadas pasadas en donde Ecuador era considerado uno de los estados más inestables de la región.