El testimonio solidario de las Comunidades Eclesiales de Base de Sucumbíos nos provoca, cristianos y no cristianos, a la solidaridad con las causas por las que luchan desde meses. Es sencillamente la defensa de los Derechos Humanos de sus conciudadanos atropellados. Todo lo que se hace a favor o en contra de los demás nos afecta a todos. Por eso no podemos quedarnos de brazos cruzados. Es bueno también preguntarnos cómo se debe ser cristianos hoy.
La solidaridad de la Comunidades Eclesiales de base de Sucumbíos
La Iglesia de Sucumbíos siempre ha sido solidaria con ‘las alegrías y esperanzas, los dolores y sufrimientos’ de su gente y particularmente de los pueblos indígenas. Las Comunidades Eclesiales de Base de esta provincia lo están demostrando ahora con los presos políticos y los enjuiciados después del levamiento popular nacional del mes de octubre. Nos recuerdan la solidaridad que tuvo el Vicariato en tiempos de monseñor Gonzalo López con ‘los 14 presos del Putumayo’ arrestados por supuestamente apoyar a la guerrilla de las FARC de la vecina Colombia. Después de meses de protesta, lograron que los 14 presos salieran libres de todo enjuiciamiento.
Ahora, desde el 13 de octubre las Comunidades Eclesiales de Base mantienen cada noche, frente a la catedral de Nueva Loja, una vigilia de oración, reflexiones, cantos y protestas. Se trata de una expresión legítima de “la no violencia activa y colectiva”, según el ejemplo de Gandhi en India, Adolfo Pérez Esquivel y las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, el pastor Martín Luther King en Estados Unidos, monseñor Leonidas Proaño en Ecuador y muchos más por todo el planeta. Protestan en Sucumbíos por las injusticias cometidas en octubre pasado, debido el estado de excepción, a los atropellos a los derechos humanos, al uso excesivo de la fuerza pública de policías y militares, y a las persecuciones que siguen contra ciudadanos e instituciones. Han sido sentenciadas 9 personas y enjuiciadas otras 6, vulnerando sus derechos y sometiéndolas a procesos judiciales por lo menos ‘sorprendentes’: se parecen a retaliaciones de carácter político, ya que la mayoría de los acusados pertenecen al partido de la Revolución Ciudadana. La Constitución del Ecuador respalda el derecho a la resistencia en su artículo 98 donde dice: “Los individuos y los colectivos podrán ejercer el derecho a la resistencia frente a acciones u omisiones del poder público o de las personas naturales o jurídicas no estatales que vulneran o puedan vulnerar sus derechos constitucionales, y demandar el reconocimiento de nuevos derechos”.
Han pasado más de 100 días sin juzgamiento, postergándose repetidamente las audiencias en Quito. Actualmente unas 10 personas están haciendo en la capital de la República una huelga de hambres desde 10 días. Reclaman por el irrespeto a su derecho a la libre resistencia, a un trato justo, a ser escuchados. Todo esto hace pensar que se quiere silenciar a una de las provincias más pobre del país donde se extrae la mayor cantidad de petróleo del país. La provincia de Sucumbíos reclama, desde el comienzo de “la maldición del petróleo” en 1967, el pago de una deuda histórica ya que no se están cumpliendo por parte del gobierno lo que dice la Ley Amazónica ni los Acuerdos que se hicieron cuando el paro del mes de agosto del año pasado.
El ejemplo singular de las y los compatriotas de Sucumbíos nos invita a la vigilancia, la denuncia, la organización y la solidaridad. Conocemos el dicho: “¡Hoy por ti, mañana por mí!”. Los cristianos y los no cristianos, ¿cómo nos hacemos solidarios con los y las de Sucumbíos, en contra de los atropellos que sufren? Recordemos la parábola de Jesús sobre el juicio: “¡Cada vez que hicieron algo a favor de estos pequeños míos, lo hacían conmigo!”. Esto nos invita a preguntarnos cómo se es cristiano en la realidad actual.
Cómo ser cristianos hoy
En estos tiempos de caos bastante generalizado es bueno volver a lo esencial y para los cristianos tener claras unas ideas fundamentales. Por mi opción de vida diré que “ser cristiano hoy es, a la manera de Jesús de Nazaret, construir la fraternidad, fomentar la belleza en todas partes y comulgar con la verdad del misterio que nos abraza a todas y todos”.
Primero ‘construir la fraternidad’. Hemos nacido por una dinámica de amor, pues la creación y la sexualidad son habitadas por el amor. El amor es nuestra esencia y nuestra meta permanente. Por eso la maldad es la ausencia y la destrucción de la fraternidad. Nuestro mundo padece de fraternidad. Por eso Jesús dio un solo mandamiento: “¡Ámense los unos a los otros!”, es decir, únanse para construir la fraternidad. El Reino inaugurado por él es sobre todo fraternidad.
Luego ‘fomentar la belleza’. Nos hemos alejado demasiado de la naturaleza, por eso hemos perdido el rumbo de la felicidad. “Eres tierra: Enraízate, crece y da. Eres agua: llora, limpia y fluye. Eres aire: Sé calmado, enfocado y decidido. Eres fuego: Quema, ilumina y enciende”. Regresemos a nuestra matriz: somos hijos e hijas del cosmos. Desarrollemos los 4 elementos que nos constituyen. No era por gusto que Jesús hablaba en parábolas sacadas de la misma naturaleza para que regresemos a la fuente de toda belleza: la naturaleza, el cosmos con el que somos una sola unidad con el mismo destino, su destino.
En fin ‘comulguemos con la verdad del misterio’. A este misterio que nos envuelve le hemos dado todos los nombres divinos que inventamos todos los pueblos del planeta: “Es el Dios de los múltiples nombres”, y todavía no terminamos de conocerlo, de sintonizar con él a pesar de que este Misterio es el alma de nuestra alma. Por eso dice el libro del Génesis: ‘Dios sopló sobre una imagen de barro’, que iba a ser el primer ser humano: Somos el ‘soplo’ de Dios. Allí está la semilla de toda verdad, la raíz de nuestra identidad, esta fuerza de vida y de amor que nos abraza y no escapa a la vez. Por eso a Jesús, por lograr ser plenamente humano, tan humano, lo identificamos con Dios. Él tuvo la osadía de decir: “¡Yo soy el camino, la verdad y la vida!”. Pero, ¿nos dedicamos a comulgar con esa verdad, ese Misterio, esa intimidad nuestra más íntima que nosotros mismos?
‘A la manera de Jesús de Nazaret’. Entiendo que todas las religiones van por estos tres objetivos: la fraternidad, la belleza y la verdad. Los Indígenas y los Negros han de andar estos caminos desde sus religiones, cultos y cosmovisiones. Por caminar tras Jesús de Nazaret, he descubierto tres maneras de seguir a Jesús: en comunidad, por el Reino, mediante el culto. Jesús nos llama personalmente a seguirlo en comunidad. Tenemos que integrar comunidades tal como comenzó haciéndolo el mismo Jesús y tal como comenzaron también los primeros cristianos. El Reino es la meta y el camino de estas comunidades. Pues Jesús vino para el Reino. Fuera de construir el Reino, las Iglesias no tienen sentido ni necesidad de existir: nos engañan. El Reino está hecho de nuevas relaciones con un mismo: la dignidad; con los demás: la fraternidad y la justicia; con la naturaleza: la armonía; y con Dios: la comunión. El culto que colectivamente tenemos que rendir a Dios es juntos ofrecernos a él, dignos, fraternos, justos, unidos a todo el cosmos, en la palma de la mano divina. Así entiendo el seguimiento de Jesús a pesar de todas las limitaciones y maldades que invaden mi caminar, personales y ajenas.
Todo esto no es más que cumplir con nuestro bautismo. Allí se nos marcó para siempre con aceite crismal: “¡Tú eres profeta, sacerdote y rey-pastor, para la eternidad!”, revelándonos nuestra triple misión, individual y colectiva. Somos profetas en palabras y hechos cuando, por una parte, denunciamos lo que destruye el Reino y, por otra. anunciamos lo que lo construye. Somos sacerdotes cuando nos ofrecemos como pueblo digno, fraterno, justo y alegre, en la casa y en la calle, en la comunidad y en las luchas, en el silencio y en la fiesta. Somos reyes-pastores cuando nos organizamos para dejar de ser una masa sin rumbo para ser familia, comunidad y pueblo consciente, unido y valiente.
Así entiendo lo esencial de mi fe y de mi manera de ser cristiano siguiendo a Jesús como a tantos héroes y mártires de ayer y de hoy: Proaño y Tránsito, Romero y Berta, Gandhi y Domitila, King y Consuelo, Che y Greta… aportando con ellas y ellos mi granito de arena para un mundo mejor.
No se es cristiano si, primero, no somos humanos. Ayudémonos a desarrollar todas nuestras capacidades y talentos, en particular la solidaridad, porque nos necesitamos unos a otros para ser más felices. ¡Gracias por su testimonio, compañeras y compañeros de Sucumbíos! Ustedes nos animan a ser mejores juntos.