Francisco Herrera Aráuz

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Hace unos días atrás visitó Ecuador el señor Edison Lanza, relator especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH). Las expresiones emitidas por el funcionario que ostenta tan pomposo título, tras terminar su presencia en el país, solo dieron a entender que la misma obedeció a la consabida defensa de intereses de la «gran» prensa dejando de lado una serie de vacíos y superficialidades premeditadas. Pero, mas aún, se volvió sospechosa la gestión cumplida por este enviado al comenzar a medirse las acciones que el poder mediático en la nación está logrando para suprimir los derechos ciudadanos y sus libertades.

En los tiempos de las colonias españolas en nuestras tierras cuando surgían incidentes, enfrentamientos o sublevaciones, en medio de un ambiente belicoso y abuso de los conquistadores, la corona no tenía mas opción que enviar a un Comisionado Regio que venga por estos lares a averiguar qué pasó. Huelga decir que el enviado era recibido por los propios abusadores y rodeado con todos los placeres, simulaba escuchar a las partes donde los nativos no tenían voz ni derecho de queja. Invisibilizados por el poderío español los informes que se entregaba al rey solo era una especie de garantía sesgada en la que nunca constaron ni una sola de las posiciones de los afectados, permitiendo tal forzamiento de la realidad a que se sigan con los excesos hasta el nivel del criminal genocidio que se cometió contra nuestra gente para ignominia de la historia.

Asimilen a lo que acaba de pasar con la proclamada presencia del relator especial Lanza.

El propósito de su gestión fue el evaluar el estado y la situación de la libertad de expresión en el Ecuador. Muy bien, amparados en los pactos y acuerdos internacionales firmados, el señor Lanza concurrió hasta la nación con una agenda preparada con anticipación que pesaba mucho para un lado. Sus entrevistas solo se dieron para con el poder, o sea, con la Presidencia de la República, la Asamblea Nacional, importantes medios de comunicación y ciertos periodistas, realizó un conversatorio sobre redes sociales y se agrupó con ciertos sectores de la sociedad civil, encabezados por Fundamedios.

Sin disimular el objetivo político que tenía la visita del señor Lanza, de acuerdo con el comunicado precisamente de ese Fundamedios, que manejo a su antojo la visita del personaje, constó en forma directa que se reunirá con ‘víctimas de violaciones a la libertad de expresión durante el gobierno de Rafael Correa’ (2007-2017). El Telégrafo- Efe 20 de agosto 2018.  Es decir, aquí se notaba ya la premeditación con la que se programó la visita para inscribirle en el cúmulo de acciones que se han dado desde el año pasado para acabar con el correismo y en la que el enviado al parecer se apuntó de manera entusiasta a fin de que crezca la corriente de odio político que pervive en el Ecuador.

Terminada su visita, la evaluación del enviado de la CIDH fue resumida en una frase Lanza “felicitó por la transición que se vive en Ecuador y recordó que en la última década los periodistas, líderes sociales, dirigentes políticos y la Relatoría de la Libertad de Expresión sufrieron “persecución por expresar ideas, por investigar, por hacer su trabajo”.  El enviado exigió que el gobierno “establezca medidas de no repetición y para que el periodismo sea libre”, al tiempo de respaldar los cambios que se deben dar en la ley de comunicación”.  Punto, eso fue todo, ni más ni menos.

La visita del señor Lanza no hizo sino ratificar la concepción que tiene el sistema interamericano, en su condición de mucamo de Washington de considerar a la libertad de expresión como un derecho de la gran prensa, de sus medios y periodistas. Para él y sus partícipes no es aceptable que la libertad de expresión, de pensamiento, de opinión, sean lo que son un DERECHO CIUDADANO, que debe ser protegido y preservado en su integridad y no solo para la prensa y sus operadores.

Si se mira la gestión cumplida por el relator especial en el Ecuador uno se encuentra que el mentado señor Lanza estuvo cercado por los medios, periodistas de la gran prensa y sus fundaciones protegidas desde los Estados Unidos con sueldo y todo. Los halagos del poder suelen seducir a los burócratas internacionales para que se alineen con el mismo, y le sean buenos sirvientes. Esta que es una historia conocida, se ha repetido en este caso.

El condicionado relator nunca se entrevistó con ningún sector ciudadano libre e independiente. Jamás recibió a otros sectores del periodismo que ejerce sus labores en forma alternativa y distinta a los grandes; no tuvo tiempo para escuchar a los trabajadores de la prensa y sus condiciones difíciles para el ejercicio de sus labores. Ni hablar siquiera con los sectores ciudadanos que ejercen la gestión política en oposición al actual gobierno del presidente Moreno Garcés y que son reprimidos con el silencio, la marginación y la exclusión de sus espacios, que se hallan cerrados y anulados para cualquier tendencia de pensamiento distinto al régimen y que se refleja en el pobre accionar de los medios públicos y privados.

Es irónico que el señor Lanza haya felicitado al gobierno por la transición democrática, y nunca se entrevistó con las víctimas de la transición. Lógico es suponer por sus expresiones que no quiso percibir o aceptar del ambiente de odio político que se ha desatado en el país contra todo lo que sea, sepa, huela o se perciba como correismo y correista, pues da la casualidad de la existencia de un impresionante cerco mediático contra ellos. Ni siquiera se tomó el trabajo de averiguar los ataques contra la honra las personas por haber sido funcionarios públicos y pensar ideológicamente con la revolución ciudadana del régimen anterior, dándose una represión selectiva y silenciosa que atropella su derecho a la defensa y expresión o pensamiento.

En su evaluación no cuenta el alto número de periodistas despedidos del estado ecuatoriano, los cuales han sido sacados de sus puestos por disposición de la SECOM, que mediante memorándum público dispuso el despido indiscriminado para una reducción hasta un 40% de los departamentos de comunicación. No habló ni topó para nada el estado de censura que se ha dado contra los periodistas y espacios de la televisión pública, cuyas voces se han callado desde el inicio del régimen actual, o de periodistas perseguidos y emboscados como los casos de Carlos Rabascall y Orlando Pérez, justamente por culpa de los anfitriones del señor Lanza, al que le rodearon y enceguecieron.

Tampoco pudo revisar en forma ordenada, precisa, documentada y sostenida los casos de linchamiento mediático que se han dado en Ecuador en estos días. Muchos de los ciudadanos sufren el asesinato de su imagen en los grandes medios, acusados sin pruebas, sancionados sin juicio, y perseguidos en forma perniciosa sin derecho a réplica en las comisarías periodísticas en las que se han constituido esos espacios de prensa, radio y televisión. El señor Lanza no se tomó la molestia de preguntar siquiera de la existencia de este tipo de comportamiento ilegal de periodistas y de los medios de comunicación que mantienen un ambiente constante de perversidad y zozobra diaria para destruir el espíritu de la nación, bajo la acusación indiscriminada de lo corrupto con el que intoxican a diario al país. Es una actitud de torpeza política dar como solución el que elimine de la ley el linchamiento mediático, sin considerar los porqués con los que se dio esa legislación.

Ni hablar, no se le ocurrió al señor Lanza darles un espacio en su agenda a las Víctimas de la Prensa de Ecuador que, en un número mayor a los 500 casos, mantienen una lucha silenciosa de heridas laceradas por haber sido atacados y enjuiciados por las versiones de la prensa ecuatoriana como el escandaloso caso de Sandra Correa, del cual hay una grave historia que le acusa al Ecuador y su prensa. Esto no mereció la consideración del relator especial y todo porque fue traído con el objetivo político de apoyar a quienes le impusieron en su agenda como victimas del correismo, sesgando de esa manera su presencia y controvirtiendo su papel de juzgador probo e imparcial, ya que si dio oídos justamente a los victimarios de Sandra que se agruparon en cargamontón para exigir reparaciones para ellos sin respetar a quienes fueron sus afectados.

Inútil resulta pensar que el señor Lanza podría averiguar siquiera como se nos margina a los medios digitales en el Ecuador, a los que no se les reconoce validez legal en el país, mientras se les exige cumplir obligaciones. La publicidad es utilizada de manera selectiva a costo de chantaje, tanto por el gobierno como por los grandes anunciantes en complicidad grotesca con las agencias de publicidad que niegan a esta prensa cualquier tipo de anuncio, sin cumplir ni siquiera por asomo con la obligación de entregar al menos el 10% de toda la publicidad a los medios pequeños, locales, regionales o alternativos. No, de eso nada para el relator, ya que ese es un campo intocable para su juzgamiento. Da vergüenza ajena ver tal actitud sometida del funcionario de la CIDH que vino a evaluarnos.

Tan irónica resultó esta visita del relator especial que, mientras daba cumplimento a la orden de evaluar a Ecuador se dieron dos hechos que le enrostraban la realidad diferente que no quiso ver el señor Lanza. Uno fue el asesinato de Mascarilla contra Andrés Delgado Padilla, que fue reprimido en forma brutal por la policía y ejecutado extrajudicialmente por un uniformado que le asestó un tiro por la espalda. Para los medios en su mayoría no fue un crimen sino un enfrentamiento y ataque de contrabandistas, asesinando en forma triple a Delgado Padilla, una por el policía, otra por los medios y una tercera por los organismos de derechos humanos que se callaron en forma cómplice con el gobierno y la gran prensa.

El otro, el despido represivo contra el académico español Fernando Casado quien fue sacado del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) por haber manifestado su critica al gobierno de Lenin Moreno en un programa de televisión. Perseguir la opinión de este ciudadano por pensar diferente mancha a la reputación gobierno ecuatoriano y, lo peor es que fue respaldado por periodistas de la gran televisión que gritan “uno menos” dando entender que hay una lista de futuras victimas de esos medios y del poder a quienes se debe castigar por odio político. Ni una palabra del ilustre personaje, ni una voz se escuchó del señor Lanza, para él eso no es atentado contra libertad de expresión, claro no lo es con uno de los suyos de los que depende y defiende.

Y, siendo lo último, pero no menos importante, el caso del ataque del alcalde de Quito Mauricio Rodas contra Ecuadorinmediato, pese a ser en este país, en esta década, hecho por un funcionario público y con la violación a nuestros derechos de la prensa y sus libertades, el caso no estuvo agendado en la visita del relator especial, así al menos se me informó cuando manifesté mi intención de exponerle al señor Lanza. Y en efecto no lo esta porque nunca lo estuvo en la agenda de la CIDH ya que desde mayo del 2014 a la fecha no se ha hecho justicia con nosotros, que somos un equipo periodístico que cumple con su país y que fuimos perseguidos por ese odio político desatado. No estamos en el grupo del señor Lanza, eso es todo, y por ello hasta ahora se nos deniega justicia con un caso ocultado y demorado en el primer Tribunal de lo Contencioso Administrativo de Quito por mas de 3 años y medio; ya van a cerrar a la SUPERCOM, ya mismo se va Rodas Espinel, y para el señor Lanza no somos dignos de su atención porque al parecer la pleitesía rendida en Quito a su persona siempre da buenos resultados en las personas que se nutren de los halagos y se hartan de la injusticia.

El relator especial de la libertad de expresión de la CIDH ha cumplido con su papel de Comisionado Regio del Imperio.  Su informe será el fiel reflejo de un comportamiento clásico de este tipo de enviados y de estas evaluaciones que nos hacen a las colonias sometidas, que inclinan la cerviz ante estos ilustres que se pasan de comisión en comisión con toda una “media vida”. Es decir, cumplen con aquello que se puede decir con mucha vergüenza que Edison Lanza pasará “media vida hablando de lo que no sabe, y callando lo que si sabe”. En resumen, una visita útil para los serviciales, mediocre en sus afanes y nula en sus resultados, que vergüenza social provoca. (FHA).

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