Por Rodrigo Rangles Lara

Educados en la norteamericana Harvard o en la inglesa Oxford, universidades preferidas  de los pelucones ecuatorianos, donde se  prepara ese ejército privilegiado de inteligencias, adiestradas  en los  secretos de gobernar bajo la doctrina del gran capital.

La desbordante sabiduría de esas inteligencias, desde las alturas del poder, mira a los de abajo como piezas de ajedrez donde los reyes son el centro de los privilegios y las fichas se mueven en salvaguarda de sus intereses.

No solamente son dueños del capital, esencia del poder, sino también propietarios de la verdad que imponen usando organizaciones,  instrumentos, mecanismos y especialistas que moldean la conciencia colectiva a su gusto y sabor.

“Convencer es vencer” reza una máxima militar que los inteligentes dueños del sistema utilizan para dominar los pueblos a través de doctrinas religiosas, educación, medios de difusión, partidos políticos del “statu quo” y una inmensa red de organizaciones económicas, jurídicas y sociales que terminan domesticando la mente humana.

Esa invisible dictadura del Estado que, a través de todos esos medios,  impone imágenes engañosas de felicidad, libertad o democracia, chocan a menudo con una realidad incontrastable, dando origen a líderes y movimientos  que contradicen al sistema, exigen modificarlo, cambiarlo  o transformarlo.

El imperio del capital, cuando se siente en peligro o amenazadas sus estructuras, activa los métodos para – según el caso- aliarse, neutralizar, comprar, chantajear o  destruir con fake news o lawfare a los adversarios y, si todo eso falla, porque  salieron de control, entonces, actúa “el gran garrote” en sus múltiples y variadas formas represivas.

Esa ha sido y es la trágica historia de la humanidad y de nuestra patria. Don Eloy y los alfaros – para recordar a los desmemoriados  empeñados en ocultar todavía  ese crimen de odio –  terminaron arrastrados, descuartizados y en una pira, por la fanaticada instigada desde los púlpitos de frailes enardecidos contra el laicismo, que dio derechos al pueblo y, tras esas viles sotanas, los latifundistas conservadores unidos a traidores liberales ansiosos de recobrar el poder, para seguir el vergonzoso disfrute a costa de los más pobres.

Un siglo más tarde, la tragedia se repite. Una despiadada persecución contra aquellos que pretendieron romper las injusticias, dar pan, trabajo y techo al pueblo, educación, salud, reivindicar lo público, dignificar al ser humano, apoyar la producción nacional,   ejercer la soberanía e impulsar la integración de la Patria Grande.

Pecado sin nombre  para los “inteligentes” dueños de la república que criminalizaron y marcaron de “borregos”, “levanta manos”, “correistas”  a los que militaron, apoyaron o simpatizaron con la Revolución Ciudadana  y tildaron de “tirano” al líder de las reivindicaciones y de los derechos de los olvidados de siempre.

“Los inteligentes”, incapaces de comprender el creciente apoyo a la Revolución Ciudadana – a pesar de la  infame campaña de persecución y desprestigio contra sus líderes-  centran su encono contra esos “borregos” porque se niegan a escuchar sus truculentos cantos de sirena, irradiados desde  las  poderosas maquinarias  mediáticas mercantiles y los desgastados discursos de los autodenominados “redentores de la patria”.

Esas élites, enancadas en el peor gobierno de la historia, no perdonan ni perdonarán la decisión inquebrantable de los seguidores “correistas” de apoyar a los gestores de la “década ganada”; tampoco su reiterada voluntad de castigar con el voto a Moreno y la comparsa de autócratas traidores, en el proceso electoral en marcha, como demuestran sondeos de opinión de propios y extraños, ante lo cual, esos anti patria y los cogobernantes de ocasión, maniobran de mil maneras para seguir disfrutando las mieles del poder, sin descartar el mañoso fraude.

En esas correrías andan – seguros de perder las elecciones – bajo la guía de  inteligencias  extranjeras,  acudiendo a conocidos mercenarios de la pluma inventores del “Arroz Verde”, que terminaron en ridículas sentencias de “influjo síquico” y, ahora, vuelven a confabular forjando una supuesta red ilegal de espionaje, con la intensión de aplicar sus manidos lawfare contra los responsables de la campaña electoral de Andrés Arauz y  Unión por la Esperanza.   

Se han acostumbrado, según les conviene, a gritar fraude cuando pierden elecciones limpiamente realizadas o a festejar su democracia si el fraude o las bayonetas les encumbran al poder. Esa careta se les cayó cuando aplaudieron y defendieron el genocidio de los Pinochet, Videla, Somoza, Pérez Giménez, Batistas,  Flores, Plazas Gutiérrez, Vintimilla, Castro Jijón y tantos sátrapas que,  bañaron y bañan de sangre la patria y  el continente.

Son expertos en formar camarillas de corruptos, asaltantes de fondos públicos,  o  arrimarse a vende patrias como el Cuántico de nuestros días, chantajeado para subordinarse a los intereses de grandes empresarios y banqueros y  llevarse el Ecuador en peso, sin importar el dolor provocado al pueblo que, dicen, falsamente, redimir.

Para los “inteligentes” de Oxford o Harvard y sus panegiristas, los que marchan en contravía de sus opiniones e intereses, son rebaños sin criterio, masas de incultos, cholerío crecido, indios alzados que merecen “palo y bala”, con mayor rigor si atentan contra “la propiedad privada y las buenas costumbres”.

¿Serán rebaños de manipulados borregos – digo yo – los que usan la inteligencia para comprender su entorno de injustica, dar sentido a las cosas y pretender cambiarlas?  ¿Serán borregos – insisto – si la inteligencia  les permitió aprender de las dolorosas experiencias y engaños que sufrieron desde siempre a causa de “los amos“ y “señoritos”, para  tomar iniciativas liberadoras?

Los pueblos latinoamericanos y el ecuatoriano – por supuesto- sustentados en las tristes vivencias del pasado, utilizan su inteligencia para crear nuevos contenidos políticos, económicos y sociales, rompiendo desgastados e impresentables paradigmas, dogmas premisas y recetas del “capitalismo salvaje” neoliberal, en su sueño por construir un mundo humano, solidario, justo y ético.

Estamos, entonces, frente a dos usos de la inteligencia, válidas según el parecer de cada uno de esos contradictorios y discrepantes  mundos. Si la inteligencia humana sirve para construir o destruir; hacer el bien o el mal; amar u odiar, matar o defender la vida, y debemos escoger entre esas opciones, sin reparos nos sumamos a los “borregos” que, cansados del yugo de la dominación, buscan cambiar la historia, cristalizar sueños,   esperanzas e ilusiones en una patria de justicia social, solidaria, con seres humanos  insuflados de valores y principios, deseosos de compartir en comunidad las riquezas de la naturaleza y los bienes transformados con su inteligencia.

¿Con cuál está la suya?

RRL

20.11.2020

Por Editor