Por Pedro Pierre
Actualmente en Ecuador la vida de las personas bien poco vale por el grado que ha alcanzado la violencia. El empobrecimiento es la mayor violencia. Esta ha desencadenado la violencia del sicariato, de la extorsión, de los asesinatos por doquier y de la migración forzada. Está la violencia de las drogas que destruye a las personas que la consumen y que provoca las matanzas en las cárceles y entre las bandas que la distribuyen. Ahora está la violencia de la policía y del ejército que ha salido en la calle para combatir a los grupos narco delincuentes. Quienes pagan el precio alto son los pobres y, entre ellos, los jóvenes, sacrificados sobre el altar de la patria. ¡Muy grandes son los desafíos de la paz y de la defensa y promoción de la vida! Todo un sistema de muerte nos está arrasando.
LOS SACRIFICADOS SOBRE EL ALTAR DE LA PATRIA
Comenzaré recordando la frase de Dios a través del profeta Isaías: “Te tengo grabado en la palma de mis manos”. Dios nos tiene grabado a todos -o como dice el papa Francisco: “Todos, todos y todos”- en la palma de sus manos y en el interior de su corazón… Digo eso porque, en nuestros días, hay demasiada maldad en nuestra patria.
Para resolver los problemas de la delincuencia, la violencia callejera, los asesinatos, el tráfico de drogas, o el fin de los grupos narco-terroristas, unos piden la pena de muerte, otros el libre porte de armas, otros el regreso de ‘salvadores’ como Pinochet o León FebrésCordero, otros la intervención del ejército norteamericana. Estas actitudes me pareces bastantes perversas y cobardes. Esconden el fracaso de estas personas que no han podido o no han colaborado a construir un Ecuador de justicia y fraternidad. Tienen poca dignidad personal y poco orgullo nacional porque creen que aquí nadie, como persona o como grupo, sea capaz de ayudarnos a todos a ser un Ecuador mejor, equitativo y en paz.
Después de unas 2 semanas de intervención de las fuerzas armadas y policiales con derecho a matar, uno de los resultados es el arresto de unos 1,500 jóvenes. ¿Por qué no están perseguidos y castigados los verdaderos traficantes de drogas -los de ‘cuello blanco’- que se encuentran tranquilos y felices en otros países, en algunos ministerios de los 2 últimos gobiernos, en las instituciones judiciales o en la misma policía y ejército? Por otra parte el maltratado a jóvenes apresados es evidente: En Esmeraldas uno falleció, tal como lo denuncia valientemente el obispo de la ciudad.
Es cierto que hay que combatir y detener la actual situación de tráfico de drogas, violencia mortal, sicariatos, robos, extorsión… Es cierto también que los autores de tales delitos deben ser castigados; por eso están las leyes existentes y los decretos presidenciales. Pero falta subsanar lo más importante que resumiré en 2 aspectos: el desempleo y el quemeimportismo.
Comencemos por el desempleo. ¿Por qué tantos jóvenes desde 2 décadas o más se dedican cada vez más al tráfico de drogas? Simplemente porque no encuentran más alternativa. No tienen oportunidades de trabajo, muchos viven en casas indecentes, comen mal, no tienen acceso a una atención sanitaria y educativa satisfactoria… Se sienten juzgados y condenados porque los últimos gobiernos desatienden estas responsabilidades suyas y porque la mayoría de los ciudadanos nos reclamamos la vigencia de sus derechos básicos. Más bien apoyamos y hemos votado por un sistema económico y político que destruye estos derechos por concentrar más privilegios y riquezas en una minoría de personas que nos mienten, nos engañan y terminan matando a nuestra juventud. Somos cómplices y encubridores de la delincuencia de nuestros jóvenes, porque no trabajamos a la vigencia de los derechos elementales que les corresponden, como es el empleo el primero de ellos.
Pasemos al quemeimportismo. ¿Quién de nosotros, cuando niño o adolescente, no hemos realizado alguna travesura o, digamos, tal vez alguna fechoría más grave? ¿Cómo se han portado nuestros padres? Han tenido 2 actitudes. Por una parte, nos han dado el merecido castigo para que nuestro cuerpo se acuerde que tiene que haber respeto a un orden convivial. Por otra parte, siendo padres y madres, y dejando pasar algo de tiempo, nos han vuelto a aconsejar, nos han abrazado y han continuado de amarnos. Para un padre y una madre no hay hijos malos, sino sólo hijos y siempre hijos.
Cuando los problemas son nacionales como en este momento, está de por medio “la madre patria”, que debe tener estas mismas actitudes de nuestros padres: la corrección, la educación y el abrazo. La ‘madre patria’ somos todos nosotros junto a nuestras autoridades. ¿Por qué hoy es la patria, -o sea, todos nosotros-, sólo la que corrige y castiga sin piedad, hasta matar a veces? ¿Por qué hoy es la patria, -o sea, todos nosotros-, tan poco educadora y testimonio ejemplar? ¿Por qué hoy la paria, -o sea, todos nosotros-, se ha olvidado tanto de amar y abrazar a jóvenes que tanto lo necesitan? ¡Cuánto quemeimportismo entre nosotros y nosotras! ¡Qué perdida de humanidad en nuestras relaciones! ¡Qué poca inteligencia para entender que Ecuador somos una sola familia! ¡Qué pobre corazón el nuestro cuando descuidamos los mejor de una nación: nuestros hijos menores, adolescentes y jóvenes! ¡Qué tan bajo en la animalidad hemos caído! ¡Qué poca fe cristiana es la nuestra, traicionando así el rostro amoroso de Dios como padre y madre!
El futuro lo preparamos nosotros hoy, los amasamos nosotros hoy, los sembramos nosotros hoy, junto a nuestros niños, adolescentes y jóvenes: ¿Acaso no son ellos los frutos de nuestras entrañas? Ecuador es en este momento un país fallido, porques estamos fallando nosotros los adultos. Y ¡feliz año! seguimos diciendo a diestra y siniestra. Somos unos hipócritas y cobardes si dejamos a nuestros jóvenes siendo maltratados, humillados, muertos, sin consejos ni abrazos. ¿Qué más que desesperación pueden sentir en su desgracia? Esa es la conmoción nacional que deberíamos sentir en estos momentos. ¿Cuándo vamos a perder el miedo a ser verdaderamente humanos, es decir, a ser nuevamente hermanos, hijos e hijas todos y todas de la única patria ecuatoriana? ¿A quiénes se está ‘sacrificando’ actualmente en el altar de la patria: los jóvenes presos de las drogas? ¿Y por qué no a los cobardes, los qumeimportistas, los hipócritas, los cómplices, los encubridores, los altos responsables? ¿No tendríamos que ‘sacrificarnos’ todos y todas un poco más sobre el suelo patrio? O bien ¿es que Dios va a desaparecer el tatuaje de nuestros nombres que tiene grabado en la palma de sus manos y al interior de su corazón?
VIVIR Y MORIR POR UNA CAUSA NOBLE
Cada vez más personas y colectivos se levantan para denunciar los abusos de ‘la guerra’ contra los jóvenes ecuatorianos pobres: Madres de jóvenes arrestados y maltratados, otros grupos denuncian irrespeto a los derechos humanos, el obispo de Esmeraldas denuncia la muerte de un joven apresado, responsables barriales reconocen decenas de desaparecidos, ausencia de informaciones sobre los lugares de detención, la muerte de 13 personas el primer día de las operaciones conjuntas de la policía y el ejército. ¿Y los demás días?
Nos matamos entre nosotros. Esto vale para los policías y los militares como para los grupos delincuenciales. “Un reino divido entre sí no puede subsistir”, decía Jesús. Y en su tiempo el profeta Isaías: “¿Para qué van a gastar en lo que no es pan y dar su salario por cosas que no alimentan?” Todo esto es una invitación para preguntarnos: ¿En qué me gasto la vida?
No faltan las personas y los grupos que nos dan ejemplo de vida entregada hasta la muerte por una causa justa, noble, grandiosa. Acabamos de enterarnos de la muerte de la senadora colombiana Piedad Córdoba que pasó su vida defendiendo los derechos humanos, trabajó incansablemente por la paz entre las guerrillas y el gobierno, defendió la dignidad de sus compatriotas negros… Chico Méndez en Brasil fue asesinado por defender la Amazonía, en Estados Unidos el pastor Martin Luther King por los derechos de los negros, Nelson Mandela en África del Sur por el fin de la colonización en su país, Mahatma Gandhi por la independencia de India, monseñor Oscar Romero por defender a los pobres de su país asesinados por el ejército salvadoreño, Ernesto Che Guevara por la liberación de Cuba, varios países de África, Bolivia, América Latina… No faltan colectivos internacionales que se dedican, hasta el don de la vida, por las causas de la paz, la salud, la educación, el agua, la ecología, la defensa de pueblos indígenas…
Por eso pregunto: ¿Por qué tantos jóvenes se dedican a apoyar el tráfico de droga, el sicariato, el robo, la extracción…? cuando se sabe que es una apuesta para la muerte, muchas muertes: muertes de los consumidores con tantos daños para sus familiares, muertes de personas inocentes por la espiral de la violencia, muertes en las bandas que se enfrentan por más territorio, muertes ahora de tantos jóvenes en manos de la policía y el ejército… mientras los verdaderos responsables viven tranquilos en urbanizaciones privadas y exclusivas o en residencias de lujo de Estados Unidos. “Sabemos bien que la guerra contra las drogas es poco más que un pretexto para mantener el dominio imperial estadounidense, pero quienes pagan el precio son los pobres, especialmente los jóvenes.” ¿Hasta cuándo permitiremos tales masacres?… hasta que desterremos el sistema neoliberal que nos gobierna y que, por inconsciencia, ignorancia, indiferencia y complicidad mantenemos vigente en nuestro país.
Monseñor Luis Cabrera, arzobispo de Guayaquil, recientemente expuso en el cierre del XXVIII Congreso Interamericano de Educaciónsu punto de vista sobre la situación actual de violencia en nuestro país.
“Cuando hablo de ese tema, vienen a mi mente todos los cientos de miles de niños que se encuentran en estas zonas sin estudio, sin trabajo, sin salud… ¿Qué van a hacer? Desde luego, no quiero justificar de ninguna manera, pero son condiciones que explican sus actuaciones…La violencia es un síntoma de algo más profundo… Comienza por la falta de educación, salud, vivienda y trabajo. Este es el caldo de cultivo donde fácilmente los grupos organizados hacen presa fácil a niños y jóvenes para convertirlos en sicarios y extorsionadores. Son problemas estructurales que vienen de décadas atrás, pueblos completamente abandonados y eso nos parte el alma. Quizá la principal causa, la más desafiante, es la pobreza.”
“Estamos llamados a vivir en un ambiente donde puedan encontrarse como seres humanos, como compañeros, amigos y porque no, como hermanos… Como Iglesia hacemos nuestra parte, pero sabemos que no es suficiente… ¿Qué pasa con los miles y millones de personas abandonados a su suerte?”
“Yo creo que debemos sensibilizarnos con hechos concretos, expresiones reales, de tal manera que no se quede en un sentimentalismo, una quimera, un sueño lejano porque al final las personas seguirán muriendo de hambre y nada haremos… Invito a las autoridades a ir a las causas de los problemas… Exhorto al Estado a invertir en salud, educación, vivienda y trabajo, para que las personas tengan los medios dignos para vivir como seres humanos y no busquen otras salidas. Invitamos a las entidades estatales y la sociedad civil a unir fuerzas, voluntades y corazones, para que las personas puedan recuperar la paz.”
El compromiso está claro: Es el de ‘las entidades estatales y el de la sociedad civil’, sabiendo que las unas, entidades estatales, son como ‘la cabeza’ y la otra, ‘la sociedad civil’ o sea todos nosotros, somos como ‘los pies’. En un cuerpo humano, la cabeza va adónde van los pies. Recordemos: ‘La cabeza piensa según el lugar donde pisan los pies’. Eso significa que nosotras y nosotros, como ciudadanos, tenemos la mayor responsabilidad: Conducir la cabeza adónde tiene que ir todo el cuerpo. Para lograr esto tenemos que estar organizados y capacitados. Si no tenemos información acorde a la realidad, somos como ciegos sin rumbo. Si no nos capacitamos para desvelar las causas de nuestras desgracias, siendo aquellas en la mayoría de los casos estructurales, seguiremos como borregos que nos llevan sin que nos demos cuenta, a la ‘casa de la esclavitud’ o a la ‘jaula dorada’ del capitalismo feroz. Nosotras y nosotros, conscientes, unidos, organizados y valientes, somos los actores del destino que nos merecemos, o sea, una vida digna, fraterna y equitativa. Tenemos a nuestra disposición suficientes talentos, sabidurías y oportunidades para lograrlo. Por eso nos dice el libro bíblico del Deuteronomio: “Puse delante de ti la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivan tú y tu descendencia”.