Por Jimmy Herrera
“Nos sentimos felices de hacer lo que hacemos más de 25 años. Tenemos un acumulado de 12 años (en la radio), felices de conocerles. Y de que sigamos en el proceso aprendiendo”.
Disfraz / Programa Radial Boom Box del 12 de diciembre de 2024
Paúl Moposita, Disfraz, papá y mamá del Boom Box (fotos de su Facebook)
El hip hop en Ecuador merodea por más de cuarenta añitos, los jóvenes historiadores Argüello, Benalcázar y Ramírez en su reciente publicación[1] detectaron que a inicios de los 80 se encontraron las huellas del naciente breakdance y grafiti en Guayaquil, y del rap cerca a los 90, momentos en los que la escena también tomó vida en Quito. Esta cultura ganó un nombre de a poco, y camina con soltura marcando el ritmo en varias direcciones de la vida urbana. Mugre Sur representa un ícono del rap por su estilo de crítica política franca y un montaje escénico rico en símbolos populares y el juego irónico del Disfraz. Su trayectoria provino de las calles del barrio 5 de Junio, en las faldas del Panecillo, sector chiro construido de las invasiones a las haciendas en los 70s y 80s, donde el brakedance se hizo cargando sus cartones para colocar en el piso y no joderse la espalda, los codos y las rodillas.
De la nada, el rap creó espacios para las batallas en esquinas de barrio, parques, plazas, festivales y, sobre todo, incidió en otros géneros musicales como la cumbia, el pop, el reguetón, la electrónica, el sanjuanito, el pasillo. Algo parecido sucedió con el brakedance que ha trascendido con nuevos estilos como el trapdance, y más contundente en la danza, coreografía y puesta en escena contemporáneas que incluye a los elencos nacionales. Asimismo, el grafiti se ha desbordado a lo largo y ancho de las ciudades, y ha marcado con su alma al arte urbano. Lo llevan a los museos, a la academia, al periodismo e incluso a cierta gestión cultural pública que intuye su trascendencia en los espacios de jóvenes. El hip hop con sus cuatro elementos (rap, dj, grafiti y breakdance) se proyecta en festivales, ferias y prácticas de las economías culturales. Hace rato que le ganó a la persecución estatal, aunque ésta se mantenga cruel, con penalizaciones y, ahora, la pretensión de mirarlo como opositor al gobierno nacional.
El vacío institucional en las políticas culturales nacionales (y tantos sectores más) evidencia la cantaleta de la seguridad interna bajo la directriz de la persecución a la oposición política, sea de partidos, movimientos sociales y a los protagonistas culturales. El docente y actor Hugo Palacios en su artículo de opinión[2] analiza el desatino de las declaraciones de la Ministra de Cultura, Romina Muñoz, junto a sus corifeos en el Consejo metropolitano, la Asamblea Nacional y medios de comunicación del oficialismo, quienes se manifestaron en contra del performance con el muñeco de cartón (símbolo del presidente Noboa) realizado por Mugre Sur en el Quitofest del 5 de diciembre, en el marco de las fiestas de Quito. Sin embargo, ese vacío estatal responde a la línea represiva que se maneja desde el Ministerio de Defensa, como bien lo ubica el catedrático Ramiro Noriega en su red de WhatsApp.
“Hemos abierto el debate un montón y, por redes de todos los artistas, es infinito. Les quiero agradecer a todos los que apoyan y a los que no, también, porque está sucediendo este debate”, lo dijo el conductor del programa radial Boom Box que cada jueves se realiza en el dial de la Radio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Paúl Moposita, rapero de Mugre Sur. Por otro lado, Pedro Bonfim del grupo Lolaboom, en el programa radial de periodismo cultural La Noche Boca Arriba de la semana pasada, sostuvo que “es vergonzoso que la ministra asome para la censura. Es ofensivo. (…) No solo somos artistas, sino que estamos en condiciones de trabajadores informales y queremos seguridades elementales, todo es precario (…) Violento es tener que hacer las cosas como si fuéramos delincuentes (…)”. Además, recordó que Mugre Sur se expande más allá de los escenarios: “está en las marchas, hay que estar abierto como un paracaídas, nos ha dicho siempre (…) En el 2019 hizo un sainete de Nebot y les quisieron apagar el micrófono. El arte tiene estas posibilidades (…) Este país tiene una riqueza musical increíble”, proyectó.
Lolaboom también participó en el QuitoFest al día siguiente de los Mugre Sur, cuando Juan Pablo Rosales de Curare, la banda emblemática del rock nacional, se manifestó solidario al hip hop y criticó “la porquería de modelo a la que nos están sometiendo. No hay que darles poder político a los que ya tienen el poder económico, ya basta. Hay que ponerle reglas a que no se aprovechen de la gente”.
Paúl Moposita, al participar en la creación de una red cultural de jóvenes en el 2008, declaró que fue a raíz de la muerte de Paúl Guañuna que hubo un reconocimiento social al hip hop y de las autoridades hacia las culturas urbanas: “que lástima que haya habido que tener un muerto para que nos tomen en cuenta” [3].
Jimmy Herrera
[1] Argüello (Gabriela), Benalcázar (Vinicio) y Ramírez (Carlos). Escritores de firma: testimonio visual de una presencia urbana. Memoria de la visualidad grafiti en Quito. Repositorio de investigaciones de la UASB. Quito, 2019.
[2] https://www.facebook.com/share/p/15ja5hkA9q/
[3] Memorias del evento. Archivo personal.