Francisco Herrera Aráuz/EcuadorInmediato
Luego del fatídico momento que soporta el Ecuador, debemos entrar en el momento de la reflexión. Tras secarnos las lágrimas y remover el dolor, es momento de asumir en conciencia la necesidad de recuperar el equilibrio y; adoptando una posición autocrítica busquemos corregir lo andado frente a una serie de sucesos que nunca hemos vivido históricamente y que hoy nos cobra una lección duramente aprendida.
Fue el pasado viernes 13 de abril, a las 12h59, y tras cumplirse las 12 horas de ultimátum que el presidente Lenín Moreno había dado a los secuestradores del equipo periodístico del diario El Comercio, que tuvo que informar que habían sido asesinados. En medio del duro momento que enfrentó la nación, Lenin Moreno tuvo palabras para llamar a todos a reflexionar en lo ocurrido y clamar por la paz y la unidad, que justo se habían perdido en estos tiempos. Para ello se abrió a la crítica y enmienda de errores que surjan a modo de catarsis de lo que estamos viviendo para sanear la rabia, indignación, dolor y pesar.
Con el sentimiento y sensibilidad a flor de piel, por la muerte de los tres, es muy difícil hacer un análisis sereno y profundo. De hecho, la rabia e indignación nos generaron una reacción altamente negativa, como la de la noche del jueves 12 contra los ministros de estado, a los que algunos de los periodistas, en una pobrisima rueda de prensa, ante la falta de respuestas llegaron al extremo de pedir sus renuncias y acusarlos de incapacidad para resolver la crisis con la sensación extendida de “¡No hicieron nada!”.
Sin embargo, debemos seguir. El estado ecuatoriano deberá asimilar este hecho como lo que fue: un proceso mal manejado, por ignorancia e inexperiencia, ya que en verdad en muchos sectores, autoridades o grupos y personas “No se supo que hacer”. Hoy pagamos el precio de haber concebido al conflicto vecino como lejano, y tener una actitud cómplice por lo silenciosa como distante.
El presidente Moreno Garcés clamó por la paz y la unidad asumiendo que se ha fallado, ya que se tienen que tomar en cuenta los criterios contrarios y por ello viene este texto que trata de evaluar lo ocurrido, aún en forma temprana.
Lo primero que debe tomarse en cuenta con la tragedia ocurrida es la responsabilidad que insurge en el manejo del frente diplomático y el contexto internacional. Históricamente por más de 60 años Ecuador no se involucró jamás en el conflicto colombiano, que soportó desde las guerrillas hasta el crimen organizado, desde el narcotráfico hasta la guerra de carteles. Qué no hizo Colombia porque asumamos sus problemas directamente, ya que parte de las consecuencias si las hemos soportado con: la migración masiva, los desplazados y refugiados y, la contaminación delictiva en las líneas de frontera con la negociación de precursores químicos, venta clandestina de armas y uniformes, así como víveres y subsistencias para los irregulares.
El pasado 12 de marzo de 2018 en la cita de Pereira-Colombia, los ministros de Defensa de Ecuador y Colombia firmaron un acuerdo para lucha contra el terrorismo en la zona, consiguiendo Colombia su ansiada meta: involucrar directamente a Ecuador en su conflicto y el reconocido “desborde de la paz”. A partir de ello, pareciera que -por las voces de los voceros de ese país- nosotros somos los culpables del narcotráfico, de los guerrilleros y disidentes de las FARC y, de las consecuencias de su accionar irregular, que llegó al punto extremo de la ejecución de los 3 ecuatorianos miembros del equipo periodístico, sin reconocer que si estaban en su territorio y que el delito se cometió en su jurisdicción, sin admitir jamás que ellos también lo perseguían y ejecutaron operativos que pudieron haber generado la reacción violenta de los presuntos guerrilleros.