Compañeras y compañeros correístas,

Estamos a escasos trece meses de las elecciones presidenciales y legislativas en Ecuador. Para el país será la oportunidad de enderezarlo todo; para las y los correístas Febrero de 2021 puede ser el despertar de una pesadilla. La responsabilidad de que eso ocurra es casi exclusivamente nuestra. Es una tarea titánica, pero proporcional a nuestras potencialidades como militancia correísta. Somos el más grande y más importante movimiento político de la historia del Ecuador, que se erigió y se sustenta gracias a la fe de un pueblo y al incuestionable liderazgo del Presidente Rafael Correa. Pese a esa fuerza política, llegamos a un momento de inflexión. Solos, los correístas no ganaremos las elecciones.

Esa musculatura existe gracias a la fusión perfecta y sin intermediarios entre gran parte de la ciudadanía y el Mashi. Tanto es así que juntos han logrado vencer la voracidad de los ataques mediáticos manteniendo a la Revolución Ciudadana como la principal fuerza electoral de cara a 2021. Es un fenómeno extraordinario en la política latinoamericana, un ex presidente que se comunica desde su cuenta de Twitter y es apoyado por millones de ciudadanas y ciudadanos que manejan voluntariamente miles de fanpages en Facebook, chats de WhatsApp, canales de Telegram y cuentas en Twitter. Es así que han defendido la reputación del Presidente, sus colaboradores, su gestión, su Revolución a lo largo de tres años de ataques diarios por parte de casi 2 mil empresas de comunicación nacionales y otras tantas internacionales. Incluso, han enfrentado la inédita censura de Facebook a la página oficial del Presidente. Nada de eso ha podido doblegar al maravilloso trabajo comunicacional de tantos. Esa es la amalgama que mantiene al Presidente Correa como el protagonista político central que define la agenda nacional.

La comunicación ciudadana se sustenta en el hecho de que no hay ni una sola esquina del Ecuador en que no exista una obra, un logro y un derecho conquistado durante la Década Ganada. Los argumentos de las y los correísta son tangibles, incluso para quienes son reacios a aceptar que la Revolución Ciudadana les dio una mejor vida.

Y es hacia esos otros sectores que debemos avanzar. Hay que dialogar más allá de nuestros círculos de afinidad ideológica, conversar en el tú a tú, en el puerta a puerta, saliendo de nuestra burbuja virtual para conquistar las calles del país. Hay que mirar a los ojos a las personas para conversar y, principalmente, para escucharlas con mucha humildad. Durante los diez exitosos años de gobierno nos acostumbramos a hablar de manera unidireccional, sin prestarle la debida atención a las dinámicas sociales que ocurrían en nuestro entorno. Las fortalezas comunicacionales de la gestión pública sustituyeron la fracasada labor del Movimiento Alianza PAIS –en ese entonces nuestro Movimiento- en crear conciencia y coordinar la acción política de los más amplios sectores sociales populares y progresistas del Ecuador. Imperó la visión tecnocrática de que si arrasábamos en las elecciones, era por que ya habíamos construido una fuerza social dispuesta a darlo todo para defender sus conquistas. Nada más lejos de la realidad. Hemos comprobamos algunas verdades incómodas: parte de la ciudadanía no siente las conquistas como suyas; otros sectores no están dispuestos a darlo todo para defenderlas; y la más dura de todas: fallamos enormemente en las candidaturas a asambleístas y a presidente de la República que debían profundizar desde la institucionalidad el legado de la Revolución Ciudadana. Pese a que Moreno era un infiltrado en nuestras filas, cooptado por los EE.UU. para liquidarnos, lo que expuso la fragilidad de nuestro Movimiento como instrumento político se evidencia en que 46 de los 74 asambleístas electos por ser correístas nos traicionaron por plata.

Es pertinente recordar que el candidato del Presidente Correa para sustituirlo era el vicepresidente Jorge Glas y no Moreno. Fueron sectores de la Revolución Ciudadana, principalmente de la Sierra, de extracción académica y aparentemente progresistas, quienes impulsaron a Moreno como candidato nuestro. Esos mismos sectores permitieron la instalación del relato del “Lawfare” con el Caso Odebrecht afectando sensiblemente la proyección de nuestro querido vicepresidente en las encuestas. Rafael Correa como el hombre leal y coherente que es, junto a otros sectores, actuó al lado del Vicepresidente hasta el final. Lo irónico es que esos mismos sectores que apoyaron a Moreno son los que hoy creen que es necesaria una “autocrítica”, tercerizando su responsabilidad sobre el hecho de que Moreno haya sido nuestro candidato. El Presidente Correa inúmeras veces ha pedido disculpas públicas por el error a diferencia de ellos que se han lavado las manos.

Llegamos a un momento crucial en el que debemos hacer una campaña electoral, sin tener un partido y una estructura nacional, bajo una violenta persecución del gobierno que ha asesinado, mutilado y encarcelado a miles de personas por hacer oposición. Estas son las condiciones reales para definir una lista de candidatas y candidatos para la Asamblea Nacional, el binomio presidencial, la estructura de movilización territorial, la defensa del voto etc. El acercamiento al momento de definir estos espacios genera una ansiedad muy grande en las bases correístas y provoca tensiones con la Dirección del Movimiento, lo que nace del hecho de que naturalmente compañeras y compañeros tienen legítimas aspiraciones de estar en las listas y ser parte de las direcciones provinciales. Hay un miedo a que el proceso de definición de quién será candidato y quien dirigirá el partido en las provincias sea igual al de la anterior elección nacional.

En este ambiente también debemos avanzar en otra tarea que el correísmo debe resolver: la impostergable construcción de un partido. Esta labor no debe estar condicionada a los tiempos electorales. Ganar elecciones es indispensable, pero no es suficiente. Esa fuerza correísta, difusa y desorganizada, debe ser encauzada. La persecución de Moreno nos robó Alianza PAIS y ha impedido que obtengamos un nuevo casillero electoral en el Consejo Nacional Electoral. Pero es eso, apenas un casillero vulnerado por las instancias del Estado que nos persigue. En este momento la Revolución Ciudadana opera junto a Compromiso Social, Lista 5. La labor del equipo humano que participa de la Dirección de la Revolución Ciudadana debe ser apoyada incondicionalmente. Ellas y ellos tienen la responsabilidad de cumplir ambos desafíos y para ello están trabajando día y noche. Es mucho trabajo para un mismo equipo, en un período de tiempo muy corto. Indudablemente avanzaremos mucho.

En estos momentos nos rondan sujetos expertos en pescar en río revuelto, así que debemos estar atentos. Hay que desconfiar de quienes se hacen pasar por “militantes” y “dirigentes” de la Revolución Ciudadana y no dicen las cosas de frente; aquellos que chismean, que usa el nombre de terceros, que condicionan con “peros” su militancia correísta, esos que no se sabe si son de izquierda o de derecha, que miran con desprecio a los que no poseen posgrado; oportunistas que susurran que “Correa fue un mal necesario”, que dicen que van a “crear una nueva izquierda” y que “hay que superar el correísmo”. Hay otros que se quedaron en silencio durante la persecución política a otros compañeros y que apoyaron al gobierno de Moreno; esos que no defienden a capa y espada a las y los detenidos, que creen que una izquierda es posible sin el correísmo. Que todas y todos lo tengan clarito: no hay desarrollo social y económico posible sin la Revolución Ciudadana. No hay Revolución Ciudadana sin correísmo. No hay correísmo sin Correa.

Un verdadero militante correísta no se ofrece a sí mismo para un cargo, ni se niega a cumplir una tarea. Aquellos que se dicen militantes porque esperan un trabajo en el gobierno o un cargo en el partido son absolutamente prescindibles. De esos tuvimos muchos y la mayoría se fueron con Lenín Moreno.

Nosotros tenemos la obligación de construir puentes con diversos sectores de la sociedad, principalmente con aquellos que creen en el Estado de Derecho y están dispuestos a luchar por su país. Debemos dialogar con los que no están en nuestro mismo barco ideológico. Lo que no se puede es estar en dos orillas distintas. Sin claudicar de nuestra posición de izquierda, ciudadana, orientada al bienestar de las grandes mayorías y comenzando por los que más necesitan, debemos dialogar con todos para llegar a acuerdos mínimos, pero firmes en nuestras convicciones. Hay muchos matices políticos y la falta de debate nos ha dejado daltónicos. Ahora es hora de construir nuestro compromiso como militantes con el objetivo de crear conciencia, pactos, consensos y actuar para ganar en 2021. Sólo el correísmo, articulada con demás sectores de la sociedad, puede evitar que la derecha socialcristiana con carita de bebé y apellido impronunciable acabe de entregar a la Patria y a la ciudadanía para beneficio de unos cuantos.

Por Editor