Lenín Moreno y María Alejandra Vicuña salieron de su propio libreto político con el que llegaron al poder en el 2017, el primero como Presidente y la segunda como ministra y luego Vicepresidenta: tenían credenciales con sello de Revolución Ciudadana y terminan el 2018 con la marca socialcristiana como INRI.
Entregados a una “causa” de supuesta moralización pública no saben ahora cómo explicar a sus aliados y sostén los casos de corrupción que los señala y desdibuja ante sus propios seguidores. Ya no cabe duda que el tiempo comprado con la mayoría de medios y organizaciones se agotó.
Sin una propuesta programática propia, alejados de sus orígenes y conversando y dialogando con sus ex adversarios, para satisfacerlos en todas sus demandas, no encontraron una identidad política para defenderse en caso de crisis económica o de malestar social. Son decenas de marchas y protestas en menos de tres meses, renuncias de ministros y denuncias de corrupción sin respuesta ética ni transparencia efectiva.
Vicuña no exhibe ningún mérito en su gestión tras reemplazar a Jorge Glas, quien va por su quinta semana de huelga de hambre. Por el contrario dentro del gabinete cuenta con más de un adversario que debe frotarse las manos si se produce su salida tras la denuncia de diezmos en su época de legisladora, sin descontar que gracias al bloqueo mediático no proliferaron las denuncias por una plantilla inflada en su despacho y varios de sus familiares en cargos importantes.
Ni ella ni Moreno han podido responder a las lamentables expectativas creadas por un presupuesto general del Estado del 2019 con recortes considerables en lo social. Vicuña coordina el área social y ahí es precisamente donde el recorte es fuerte. Moreno interviene muy poco y cuando lo hace pierde puntos. Sus más cercanos disputan el protagonismo mediático con su propio relato y confunden más porque evidencian que no hay un equipo sino una suma de “figuras”.
Si algo queda de la Revolución Ciudadana es la obra que ahora inauguran las máximas autoridades, el movimiento político que sostiene buena parte de la estructura de apoyo territorial y el anti correísmo utilitario para chantajear el apoyo de los poderes fácticos.
Sin eso nadie imagina de qué color es el ideario del gobierno. Claro, ahora por fin sabemos, por boca del “Primer Mandatario” que este ha sido un gobierno de los empresarios, porque él ha sido un empresario toda la vida y con eso ya entendemos por qué cena con comodidad en las mansiones de los poderosos. Y también ya sabemos por qué no recibe a los estudiantes, maestros, lecheros, agricultores, artesanos y pequeños empresarios en Carondelet.
Poca cuerda le queda a este gobierno. Y si es cierto que la “transición” será un neo “alarconato” de baja monta no sobran dudas que una muerte cruzada se avecina o quizá una renuncia para poner a Elizabeth Cabezas -o a cualquier otro más servicial- en la Presidencia y que sea ella o él quien convoque a elecciones, de modo que se allane el camino para el Caudillo del Puerto. Si eso es lo acordado tras bambalinas y de ese modo se garantiza la impunidad entonces de una vez que nos cuenten quién organizó el caos para que Moreno haga la peor tarea matemática de su vida: la suma le da cero.