Juan Sebastián Roldán dejó entrever, en una entrevista quién manda y quién organiza la política del Ecuador. Y no es precisamente el presidente Lenín Moreno, no solo por lo que no dice Roldán, sino por las acciones de los ministros: cada uno intenta apuntalar su propia plataforma política (tal como lo transparenta María Paula Romo), su visión limitada de la economía nacional (en la lógica de “consultor” de Richard Martínez) o en el manejo del aparato político clientelar, persecutor y poco lúcido (basta ver los traspiés de Paul Granda), todo eso sin desconocer las “meteduras de pata” de otros secretarios con afanes “onegeneros” antes que de Estado.

Por cierto, la ‘renuncia’ de Fander Falconí, cuando ya Moreno había provocado la “crisis de gabinete”, y su posterior explicación de su gestión vía Twitter, prueba que esta supuesta crisis no tiene otra lectura que la ausencia de liderazgo del “Primer Mandatario”: si es cierto todo lo que dice Falconí, lo que habla Roldán, los exabruptos de Santiago Cuesta y los negocios de Eduardo Jurado, entonces: ¿quién mismo manda en el gobierno? ¿Hay una idea general o estructurada de la gestión administrativa? Bastaría reproducir la respuesta de Roldán cuando se le pregunta por qué la “Primera Dama” tiene más pantalla que su esposo y tramita más recursos que muchos ministerios para entender por dónde medir el vacío de liderazgo o la ausencia de un sentido político de la Presidencia, el Ejecutivo y la gestión administrativa general.

Desde la clásica visión marketera ahora querrán justificar a una ausencia o nula política de comunicación. Pero no: Andrés Michelena no solo ha probado sus límites profesionales, también demuestra a quién del gabinete promociona en sus cadenas y boletines, a quién quiere ver fuera del gobierno y con quién realmente acciona sus supuestas políticas públicas en los medios gubernamentales. No hay comunicación porque no hay qué mostrar, más allá de una agenda diaria precaria y unas cuantas revanchas que ya perdieron impacto. No existe política de comunicación cuando ésta quiere ser el parche de la ausencia de política, mucho más cuando un ministro como Granda pasa tapando escándalos y promoviendo trolls por todas partes. Y más si la disputa entre Michelena y Granda por cuál de ellos queda mejor con su jefe les obliga a inventar más olas de “adhesión” en redes y no en la población, mientras las encuestas retratan la caída de popularidad, credibilidad y aprobación del mandato.

Entre tanto en la derecha más reaccionaria y vengativa se frotan las manos y de la mano de Santiago Cuesta y una parte del equipo de Michelena promueven la campaña #UnTopoMenos. Claro, si Moreno califica a su gobierno “de los empresarios” no cabe duda que todos los ministros y sus aparatos de labores administrativas responden a esa “filosofía” y el plan original de Alianza PAIS estorba.

Por tanto, en su pragmatismo no solo Jaime Nebot sino toda la derecha usará hasta cuando les convenga al gobierno actual y sus principales autoridades. Luego, como pasó con Fabián Alarcón, Jamil Mahuad, Lucio Gutiérrez y Gustavo Noboa, harán el ataque “moral y ético” con el solo fin de asegurar sus negocios y hegemonía, cosa que les resultó imposible en la década pasada.

Lenín Moreno no ha creado una crisis de gabinete (plan que seguramente nació del maniqueísmo de Roldán y Cuesta) sino que revela hasta dónde la ausencia de ideas, las broncas internas, los negocios en disputa, encuentran a un mandatario como simple observador del panorama a la espera de que el tiempo queme las naves y la ciudadanía exija su renuncia, y él parta con su pensión vitalicia, sus familiares y amigos asegurados en algunos cargos y cumpliendo la promesa que en alguna parte hizo: “descorreizar el Ecuador”.

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