A diferencia de Argentina, donde el FMI tiene una oficina en el edificio del Banco Central, acá en Ecuador está en la cabeza de las autoridades, en su gestión diaria y en la ejecución de las políticas económicas. Y por eso la proforma presupuestaria del 2019 tiene el mismo perfil y filosofía de documento aprobado en Buenos Aires.

Y si el diseño de un presupuesto revela el espíritu de un gobierno, la filosofía del proyecto político del mandatario y/o las prioridades económicas, bastaría ver el cuadro de inversiones para entender que no hay ninguna intención de mejorar los índices sociales. La disminución que exponemos a continuación solo da una pista de lo que será la economía ecuatoriana en el 2019:

  • Educación: – 375 millones
  • Salud: -194 millones
  • Agrícola: -35%
  • Bono de Desarrollo: -34%
  • Agua: -38 millones
  • Vivienda: -49 millones
  • Universidades: -145 millones

En ese panorama queda claro que el gobierno de Lenín Moreno tiene el programa económico del FMI que se somete al fijarse la meta (por obvias razones bastante neoliberal) de reducción del déficit fiscal en los próximos tres años, empezando por el 2019. No hay un programa o un modelo pensando en la realidad del país, de las demandas sociales y de las expectativas de los propios empresarios y cámaras de la producción, por más que renieguen del modelo del anterior gobierno.

Además, la proforma presupuestaria (hasta ahora en manos de una comisión –no especializada- de la Asamblea) no tiene una estructura técnica para valorar su adecuado cumplimiento, incluso en función de los intereses del FMI. Los técnicos han hecho sus señalamientos puntuales, además de las observaciones de legisladores de la derecha, que ahora son los aliados de Moreno. Bastaría revisar la cifra del PIB para entender que algo no anda bien o que fingiendo hacer una gestión austera vamos a crecer en otras áreas sin considerar la inversión.

Incluso: ese afán de demostrarse lo más austeros y los que menos se endeudan (porque estigmatizaron la deuda), la proforma muestra todo lo contrario porque incrementan el gasto corriente (sobre todo el subsidio a combustibles) y también las necesidades de endeudamiento.

En definitiva, el gobierno y sus aliados han confirmado su verdadero rostro: neoliberal, al servicio de las élites empresariales, en particular al sector importador y a las transnacionales petroleras. No queda por ningún lado una pizca de sentido social y mucho menos una identidad con el desarrollo que para los dos últimos años de esta década se contemplaba en el programa de gobierno de Alianza PAIS y que fue el plan presentado ante el CNE.

Y si esto se mira así, se entenderá por qué los sectores sociales ya han empezado a expresarse en las calles y carreteras, y tendremos por delante una temporada convulsa y, por supuesto, represión, sin lugar a dudas. De hecho, en este escenario no caben las justificaciones que apelan a la corrupción y a la supuesta mala administración del gobierno anterior. El presupuesto 2019 es de absoluta responsabilidad de Lenín Moreno y sus adeptos. Y en consecuencia: ante la historia quedará marcada su enjundia política.

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