¿Cuántas puertas hemos golpeado esta semana? Esa pregunta debe retumbar en nuestras cabezas todos los días hasta la victoria en el 2021. ¿Con cuántas personas hemos podido hablar para reconstruir el futuro del Ecuador? Con humildad y certezas debemos estar en constante movilización para ganar las elecciones. Debemos dialogar con el máximo número de sectores para construir un acuerdo común y componer una mayoría social que devuelva nuestro país a la senda del desarrollo. No podemos esperar el inicio del período electoral para crear nuestras propias iniciativas en nuestro entorno familiar, el cercano y el más amplio, nuestros barrios, en nuestro trabajo y círculos sociales. Debemos despertarnos todas las mañanas sabiendo lo que debemos hacer en ese día para ganar la presidencia de la república en primera vuelta y la mayoría en la Asamblea Nacional.
Esperar que se definan candidatas y candidatos para salir a las calles es un error. Para arrancar no hace falta que tengamos un partido con estructuras nacionales, provinciales y municipales, peor aún que se elija a las personas que dirigirán esas instancias. Hasta que eso ocurra cada uno de nosotros, en nuestros hogares, con nuestras redes y con nuestro palabreo tenemos el compromiso de ampliar el espectro de personas que depositarán su esperanza en la Revolución Ciudadana. Cuando los equipos creativos de la coordinación nacional desarrollen la campaña comunicacional y la dirección baje líneas, ya debemos haber cumplido con nuestra tarea de ganar la confianza de la gente y conquistar todas las esquinas de este maravilloso país. Debemos entrar al período electoral con la elección ganada, sino será casi imposible lograrlo. Y para eso nada mejor que la fortaleza de las y los militantes correístas.
El desafío es monumental. Hay que superarnos y tener la capacidad de ganar elecciones, de la misma forma la tuvimos hace algunos años. Las victorias heroicas de Paola Pabón y Leonardo Orlando son un ejemplo concreto de nuestras competencias. Durante la Revolución Ciudadana fueron 14 victorias consecutivas –pese a considerar 2014 una derrota-. En ese entonces teníamos al Presidente Rafael Correa en el Ecuador gobernando junto a la gente. Por eso logramos tener mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Ahora disputaremos una elección en un país que vive en un velado estado de sitio y gobernado por una dictadura contemporánea capaz de sacar los militares a la calle para asesinar a la gente.
Las victorias se sustentaban en la capacidad del gobierno del Presidente Correa, en percibir las necesidades del país y en su gestión. No obstante, debemos considerar que la asimetría entre una comunicación relativamente efectiva y una articulación política relativamente deficitaria produjo un relato en el país de que hablábamos mucho y escuchábamos poco. La Revolución Ciudadana fue un proceso de transformación del país que “socializaba” de arriba hacia abajo las decisiones, y que por más acertadas que fueran –e indiscutiblemente la gran mayoría lo era- no calaron el sentido de participación de la sociedad en la toma de esa decisión y consecuentemente de pertenencia. Cuando existe un proceso de construcción colectiva el sentido de pertenencia es indefectible e inclusive, permite identificar si realmente la ciudadanía tiene la información suficiente para poder entender o no una obra o una ley. Ahora debemos desplegarnos a militar invirtiendo esa lógica y creando las condiciones para que los sectores sociales no correístas se sientan parte de la construcción de las candidaturas y propuestas.
Desde las bases debemos apoyar las labores de nuestra dirigencia nacional. Nuestra movilización ayudará a ampliar ese esfuerzo sustituyendo la tecnocrática e ineficiente “socialización” para una construcción colectiva de consensos. Hay que bajar al pueblo. Porque fue del pueblo y con el pueblo que se originó la Revolución que lidera el Presidente Correa. Un ejemplo simple y práctico: no esperemos a que nos incluyan en un grupo de WhatsApp con los voceros de la Revolución Ciudadana para hacer nuestros propios chats con nuestro entorno para poder organizarnos, enviar información, generar movilización, reuniones, mingas etc.
El desastre causado por el neoliberalismo y corrupción del gobierno socialcristiano de Lenín Moreno y Otto Sonnenhozlner fue una gran oportunidad para descubrir una cantidad despreciable de oportunistas que parasitaron en la Revolución, pero también para corregir lo que tengamos que corregir. A su vez, la ciudadanía podrá contrastar lo que era ser gobernado por el Correísmo y lo que significa el neoliberalismo.
Para eso es indispensable que el Movimiento se conecte con esa ciudadanía que hace patria a diario no para pedirle el voto, sino para hacerlos protagonistas de esta nueva gesta. El Presidente Correa antes de ser PhD en economía de la Universidad de Illinois viajó en bus como mochilero por todo el Ecuador, llegando a vivir con los indígenas en el corazón de los Andes ecuatorianos a 4 mil metros de altura. Vivenció las condiciones de desigualdad e injusticia que sufre gran parte de nuestra gente. Esa vivencia permitió entender las urgencias reales del país y conocer como la amplia mayoría del país vivía. Durante 10 años desgastamos la “construcción del tejido social” declamando unidireccionalmente papers que citan a Laclau. Las estructuras que deberían fortalecer el vínculo inquebrantable entre el Presidente Correa y la militancia se desgastaron abriendo brechas para el accionar de la derecha. Y para eso hay que bajar al pueblo y aprender de esa ciudadanía que hace patria a diario. Dejar de frecuentar tanto Lucía para ir más a la Caraguay, y no es ir a pegarse un ceviche de concha una vez al año y hacerse un selfie. Es conversar con la madrina al punto que sepa tu nombre, que tengas conocimiento real de lo que es importante para ella y su familia, para que ella vea reflejado en los correístas a un revolucionario, a un patriota dispuesto a darlo todo por el país.
Por eso es hora de continuar apoyando las labores de nuestra dirigencia y ampliar desde las bases el diálogo constructivo con todos los sectores del país. De la tecnocrática e ineficiente “socialización” debemos pasar a la construcción colectiva de consensos. Bajar al pueblo nos permitirá ejercer la humildad de mirar a los ojos a las distintas ciudadanías que habitan el país y reencontrarnos con ellos. El actual gobierno es de derecha, la peor que existe en el país y ha hecho sufrir mucho a casi todos los sectores de la sociedad. Es muy probable que ahora los indecisos y los secuestrados por el anti correísmo perciban que vivían mejor cuando Rafael Correa era presidente. Eso no quiere decir que votarán por la Revolución Ciudadana. Por eso la derecha ha actuado para instalar el relato de que la crisis actual que vive el país es resultado de la corrupción y mala gestión del Correísmo. Debemos dar la cara sin miedo a ser criticados. Nuestro trabajo es quebrar ese discurso, para eso tenemos incontables argumentos tangibles a nuestro favor.
Debemos salir de la cómoda seguridad de los retweets a nosotros mismos. En las calles encontraremos a las y los no correístas que construyeron su percepción sobre la Revolución Ciudadana a partir de nuestros errores y aciertos, pero principalmente de los ataques de las empresas de comunicación. En este primer momento escuchemos lo que nos dicen para entender lo que nos distancia, y a raíz de eso, empezar a hablar. Para recuperar ese vínculo con la ciudadanía no podemos imponer nuestras posiciones. No podemos dar por sentado que nuestras preocupaciones sobre lo que vive el país – por más justas y genuinas que sean- son las mismas del resto de la gente. No podemos creer que sabemos más que nuestros interlocutores sobre sus dinámicas territoriales, la idiosincrasia de sus entornos, de cómo se organizan para construir un gran consenso para salir del lodazal en que se encuentra el Ecuador.
Todo indica que el gobierno socialcristiano de Moreno va a lanzar a Otto Sonnenholzner. Para elegirlo harán todo lo posible para impedir que participemos de las elecciones. Ya existe una arremetida del gobierno en contra de nuestra legítima participación, y desde hace tres años una persecución e intimidación a las y los correístas porque saben que nosotros podemos vencerlos en las urnas. Para lograr resistir a este atropello al Estado de Derecho debemos haber logrado que las distintas ciudadanías del país sientan que ese ataque no afecta a una agrupación política, sino su derecho de decidir sobre el futuro del país y consecuentemente, a quienes ellos puedan elegir para representarlos. Trabajemos desde ahora para lograr que esa representación sean todas y todos los correístas y no correístas que creen en un mejor país.