David Chávez
El que hayan escogido la “Oda a la alegría” como ‘intermedio musical’ del Informe a la Nación pasado resulta sencillamente fascinante. Fuera de lugar si se contrasta con los últimos informes en que se privilegiaba la música popular. Un truco político bastante barato que buscaba –si prestamos atención a las palabras iniciales de Moreno- ilustrar el nuevo momento de “hermandad y paz” entre los ecuatorianos. Y es que las pretensiones sofisticadas de ciertos asesores y funcionarios gubernamentales combinada con la crasa ignorancia de otros, nos entregaron un exquisito espectáculo ideológico.
El filósofo Slavoj Žižek en su Guía perversa de la ideología explica de modo brillante el sentido que adquiere este fragmento de la Novena Sinfonía. Llama la atención sobre la “adaptabilidad universal” que esta aparenta tener en el campo político. Frecuentemente utilizada por los nazis, himno –en la versión de Karajan- de la Unión Europea, muy valorada por los soviéticos y una de las pocas excepciones de la “purga estética” que tuvo lugar con la Revolución Cultural de Mao, al tiempo que señalada como su sinfonía preferida por el siniestro Presidente Gonzalo. Pareciera –dice Žižek- que efectivamente hermana a unos y otros sin importar su posición política. Y esa es justamente la función de la ideología, configurar un “contenedor vacío” en el que pueden caber todos los significados posibles. “El mundo es de todos”, “el país de todos”, “el primer año de todos”.
El problema es que la ideología suprime las contradicciones reales, suprime el drama histórico que torna imposible esa “reconciliación universal”. Žižek aclara que es el propio Beethoven el que hace esa crítica de la ideología en la pura forma musical. De acuerdo al filósofo, si se escucha la segunda parte de ese movimiento de la sinfonía se capta la tensión y el disturbio que la apoteosis musical provoca sobre tal ideal incumplido. Por eso la más popular es la primera parte, no la segunda.
Y es que la disipación imaginaria de los antagonismos reales de la sociedad es uno de los recursos más utilizados por la llamada “post-política”, esa forma de la política propia del capitalismo contemporáneo que moraliza y difumina los problemas estructurales de las sociedades en los modos de representarla. Los discursos políticos que de ella emanan son simulaciones permanentes. El discurso de Moreno es una simulación repetida hasta el cansancio.
Más allá de los malos chistes, los lugares comunes y los recursos fatuos de la “auto-ayuda”, los pocos datos mencionados por Moreno muestran absurdos, inconsistencias, incoherencias que pasan desapercibidos y son celebrados por quienes han legitimado su gobierno a partir de la vendetta política y la gran hermandad nacional de los justicieros. Unos cuantos ejemplos, Moreno vuelve sobre el manido lema de que no había “mesa servida”, añade que no había nada y que se robaron todo. Pocos minutos después refiere altas cifras de inversión pública en diversas áreas, al cabo de un rato habla de una economía en recuperación. ¿Cómo es posible todo eso con la catástrofe económica que se ha empeñado en simular durante todo este año, con una crisis política fabricada por él y varios interesados en que la estabilidad política estalle en pedazos o con la sucesión de ministros de economía que –según la versión oficial- no hicieron bien su trabajo? Estaríamos frente a un verdadero prodigio económico, ¡en menos de un año la destrucción de la economía nacional por parte de la “mafia” fue superada! Los ecuatorianos deberíamos pensar seriamente en nominar al presidente para el Premio Nobel de Economía.
En otro momento habla de los institutos técnicos que su gobierno ha creado. Todos corresponden a proyectos del gobierno anterior. Obviamente ese detalle queda fuera de su insípida alocución. Después habla de las casas, veinte mil casas en un año, pero los datos de la EP Casa para todos registran no más de 1500 viviendas en ejecución y 2100 por contratar. En una nota de Expreso del 23 de febrero de 2018 se recogía que voceros gubernamentales prometían las 20 mil viviendas para julio, hasta ese momento lo que había eran apenas algo que denominaban “manifestaciones de interés” por parte de constructores.
Instantes después cuenta una historia de terror sobre las hidroeléctricas. De los ocho proyectos iniciados por el gobierno anterior solo funcionan tres. Y eso es cierto según datos de prensa, pero lo que cuánticamente evita decir es que –de acuerdo a El Comercio del 23 de febrero de 2017- los tres constituyen el 72% de la oferta de energía del total de esos proyectos y que la suspensión y retraso de los otros se debió a la crisis de hace algunos años y al incumplimiento de los contratistas. Con esos arrebatos forzados de enojo -tan suyos- advierte que él inició el cobro de garantías, la nota de El Comercio indica que –al menos en un caso- el “dictador” anterior dio un “sabatinazo” para la terminación unilateral del contrato y el cobro de garantías.
Creo que Elizabeth Cabezas fue quien mejor entendió esta forma falaz de hacer política. ¿Acaso no resultó evidente la demoledora crítica que hizo de la política de Moreno? Prefiero citarla textualmente: “cuando un político de cualquier orientación asume que el ciudadano prefiere el escándalo y el insulto, simplemente ofende la inteligencia del pueblo ecuatoriano y olvida que tarde o temprano la sabiduría popular censura este tipo de conductas”. Por ahora, su artilugio para medrar de los casos de corrupción del gobierno anterior, la estigmatización del correísmo y la necesidad de venganza política de buena parte de la sociedad ha servido para que los insultos y los escándalos encubran su incompetencia y sus pactos tras bastidores. Si Cabezas tiene razón esto no aguantará por mucho tiempo.