Estimada ministra:

Confieso que he pensado mucho antes de decidirme a escribirle. Entiendo que podrían haber reacciones de todo tipo, desde alusiones personales hasta acciones de los trolls a su favor y en su contra, como ya es usual en la política insana de las redes sociales, de la cual usted no es ajena. Y le confieso que tampoco dudo de ciertas retaliaciones, que no necesariamente saldrán de su puño y letra, sino de ese “aparato” del que me parece usted es víctima, posiblemente porque no lo conoce a fondo y actúa desde unas directivas no precisamente muy soberanas ni autónomas.

Yo la invito a que esta carta sea tomada por usted, su gobierno y su entorno, como la base para ampliar el debate político legítimo, real, abierto, plural y democrático y no como una prueba o instrumento para judicializar las divergencias y las críticas. Lo ocurrido en octubre de 2019 nos dejará marcados, no cabe duda. Pero precisamente por lo que usted pudo hacer a favor de un salto democrático a otro escenario para la solución de una “controversia nacional”. Lo que venga en el 2020 nos exige a todos pensar más allá del poder y de los cargos, de los pasados y de las revanchas. Por eso, también, me atreví a escribirle.

La decisión urgente de escribirle la tomé tras escuchar su entrevista en una radio capitalina, el lunes pasado, donde usted hizo un balance del año. Y lo primero que me saltó a la memoria es nuestra experiencia común: discusiones, reflexiones, desvelos y hasta divergencias cuando trabajamos en la Asamblea Constituyente de Montecristi. Ahí, conocí a una política joven con un nivel de autocrítica muy elevado y unos valores democráticos que daban lugar a otro modo de pensarse a sí misma como dirigente y lideresa.

¿Se acuerda del libro de Jorge Volpi del que hablamos un verano del 2008? Decíamos cosas que -ahora -parecen tan ajenas y lejanas, si vemos las cifras del déficit democrático del Ecuador. ¿O ya se olvidó lo que comentábamos del libro de Osvaldo Hurtado, El poder político en Ecuador? Y no estoy seguro si fue usted precisamente, quien me recomendó leer ese fabuloso libro de Luisa Valenzuela, Realidad nacional desde la cama, donde me quedó claro algo de esta autora argentina que imaginé usted podría tener siempre presente, donde quiera que la llamase el deber patrio:  “Parecería que en estos momentos estamos viviendo tal cambio, entre fascinante y aterrador, que implica salirse de este status quo del aquí y ahora, del ‘lo quiero ya’. Estamos con un pie en otra era y esta nueva era, en toda su convulsión, nos trae también vientos de esperanza”.

En esa entrevista no escuché una pizca de autocrítica sobre su labor política en el gobierno de Lenín Moreno; cero mirada retrospectiva del significado de la lucha popular, del sentido real de la política cuando no se asume como un escenario de disputas y hasta de conflictos personales. Al contrario, me ha sorprendido el modo de asumir la gestión de un gobierno, cuando por muchos es conocido el nivel de divergencia interna que usted y otros viven por no saber quién impone la agenda política, militar, económica, de seguridad y hasta de persecución.

Amigos comunes me han comentado el lamentable estado de las relaciones entre algunos ministros, no solo por su postura, sino por su franca oposición a un conjunto de nombramientos y hasta de decretos que nadie sabe dónde se redactan. ¿Ya procesó el significado histórico de haber retirado el asilo a Julian Assange? ¿Está convencida, como abogada y política, de que fue una determinación absolutamente soberana del Ecuador o la de una potencia que define lo que debe hacer un país pequeño en geografía y que optó por desafiar a los poderes mundiales por salvar la vida de un periodista valiente, que desnudó la mayor acción depredadora de un aparato militar?

Cero autocrítica a su propia labor política en calidad de feminista y de mujer de izquierda, como se autocalifica, tras lo ocurrido en la ciudad de Ibarra con la joven Diana Carolina. Usted, en ese caso, no solo era jefa de la Policía sino que llevaba sobre sus hombros y consciencia la memoria de la lucha de las mujeres y que cuando se tiene poder se actúa sin dilación sobre acontecimientos que nos revelan en nuestra visión, ideología y hasta militancia íntima. No puede y no debe desconocer su grado de responsabilidad por no actuar como mujer y ministra, como feminista y como política con un cierto recorrido en el poder y en la toma de decisiones. Ese día, pensé varias veces en llamarla por teléfono para saber qué pasó, pero la versión de la gobernadora de Imbabura fue suficiente. No concibo que ahora evalúe su trabajo diciendo que el autor ya está condenado y el tema pasó a ser una cifra más de un caso cerrado: en ese caso hay un complejo sistema de valores que no solo prueban a “nuestra Policía”, como usted la llama, sino a una sociedad que no va a cambiar porque “apliquemos la ley y condemos a los culpables”. Lo siento.

Pero lo más doloroso es escucharla presentar el balance de lo ocurrido en octubre de 2019. ¡¿En serio?! No puedo creer que tenga esa mirada de un acontecimiento (quizá el más lamentable en varias décadas) y caiga el peso de su reflexión en echarle la culpa, de nuevo, al “correísmo”. Usted pasaría a la historia si reconociera, aunque sea con tristeza, algún grado de responsabilidad de su gobierno en todo lo ocurrido. La Policía que usted dirige no actuó (como lo afirman los informes de la ONU y la CIDH) con la prudencia y responsabilidad en el uso progresivo de la fuerza para una protesta natural y sensata frente a un decreto que ya sabemos conllevaría una reacción política, pero sobre todo porque el decreto 883 contenía una “bomba de tiempo” social y  económica solo parecida a la de la crisis de 1999, y usted -al parecer- conocía el riesgo: eso es lo que comentan sus allegados, y validan los informes de Inteligencia, a los que, sin duda, debió tener acceso porque luego fueron filtrados a un portal.

La Fuerza Pública violentó derechos y no hace falta que lo diga yo. ¿Y de eso usted no hace ninguna autocrítica? ¿Se quedará con la versión de quienes le asesoran -y ahora condecoran- en seguridad? ¿No se dio el trabajo de hablar con otros analistas y personas con cierto grado de sensatez, tal como usted pedía en Montecristi frente a situaciones extremas que ameritaban la toma de decisiones difíciles? ¿Por qué lo que fue válido para usted en el pasado no lo hizo en este presente y al menos aceptó una recomendación? No le digo que debió renunciar (ese ya es otro tema).  Aunque, si usted en octubre no hubiera formado parte del gobierno, habría pedido la renuncia a cualquier ministro o ministra, al constatar el nivel de violencia que se evidenció en el número de heridos, detenidos y muertos en una manifestación legítima. ¿O no?

Y no quiero dejar de mencionar algo doloroso para usted, como para mí y otras personas que, en algún momento, compartimos hasta un plato de comida y largas discusiones sobre el sentido de la democracia en un proyecto revolucionario de izquierda: ¿Por qué avaló o permitió llevar a la cárcel a Paola Pabón, Virgilio Hernández y Christian González? ¿De dónde salieron todos los argumentos, pruebas y evidencias para ello? ¿De la misma fuente que la llevó a decir que Ola Bini viajaba con Ricardo Patiño y era un hacker ruso? ¿De la misma persona o aparato policial que acusó a 17 ciudadanos venezolanos de intentar atentar contra la vida del Presidente de la República? ¿De los mismos que detienen a 14 ciudadanos señalados de incendiar la Contraloría y ahora están libres porque no hay pruebas?

No me olvido sus críticas al fiscal Washington Pesántez cuando pasó por aquel momento trágico en el que estaba involucrada su esposa; tampoco de todos los argumentos de su lógica jurídica para pedir un juicio político al Fiscal General del Estado de ese tiempo. ¿La Fiscal de ahora, bajo su lógica de entonces, no comete errores más graves que Pesántez? ¿Y usted los legitima, como lo hizo en la entrevista radial?

Ahora recuerdo, además, que usted y Ruptura de los 25 se fueron del gobierno de Rafael Correa en el año 2011 bajo el argumento de que ese gobierno “metía la mano” en la justicia, ¿verdad? ¿Cuántas reuniones han mantenido con la Fiscal, la presidenta de la Judicatura, el Contralor y otras autoridades del poder judicial y de control para configurar la persecución contra el “correísmo”? Le hago la pregunta porque por absoluta transparencia eso debería saberse. A mí me llegan “chismes” de esas reuniones y no quiero quedarme en el nivel de las versiones no confirmadas. Por eso, le pido, ministra, que hagamos justicia con algunos postulados democráticos y hagamos públicas las evidencias de la supuesta insurgencia para saldar cuentas con la historia, para no quedarnos con la duda eterna, pues cuando la Ruptura salía a pintar las paredes en los tiempos de Lucio Gutiérrez, si se habría ordenado la detención por rebelión a usted, sobre todo usted, habría dicho todo lo que ahora dicen los “correístas” con justa razón.

Sinceramente, es muy doloroso escucharla poniendo sobre la mesa argumentos que parecería que ni usted se los cree o al menos no los identificó, contrastó ni verificó antes de lanzar a todo el aparato policial contra los correístas. Ola Bini, Christian González y Paola Pabón perdieron su libertad más de 70 días y no hay pruebas para justificar su detención. ¿Qué le dice su conciencia tras la orden de prisión contra Virgilio Hernández si lo conoce perfectamente y sabe de qué es capaz y de qué no, un hombre modesto, humilde, franco, abierto a cualquier divergencia sin una frase de más y menos actuando por debajo? No pongo mis manos al fuego por nadie, pero le aseguro que conozco tanto a Virgilio y a Paola, como la conozco a usted, y sé que son inocentes de lo que se los acusa y, en el fondo, usted sabe (por las escuchas realizadas a sus celulares) que nada del informe de la Fiscalía (del cual filtraron partes a los medios) tiene sentido. Ese documento ya forma parte de la triste historia del lawfare nacional.

No quiero tampoco dejar de lado algo que lo pude comprobar en mi calidad de periodista: ¿Por qué aceptó que la Policía detuviera a cientos de personas sin parte policial? Usted sabe que hubo muchos manifestantes que estuvieron perdidos por horas hasta ser encontrados por sus familiares o por el defensor público. No sé si efectivamente hubo torturas o algo por el estilo, eso lo sabrán decir quienes están a cargo de la Comisión de Verdad y Justicia. Uno de sus grandes amigos forma parte de esa comisión. Aspiro que, al menos, no medie la amistad o la injerencia de nadie para que se diga todo lo que ocurrió. Y lo digo porque yo sí fui víctima de tortura en el gobierno de León Febres Cordero y sé de lo que se trata.

¿Usted vio las imágenes del momento de la detención de Paola Pabón cuando entra a la habitación un policía varón y ella está en ropa interior? ¿Una ministra feminista justifica una acción así? ¿Hizo alguna autocrítica al respecto? A mí se me fueron las lágrimas. Lloré de verdad porque parecía que esa imagen me regresa a esos tiempos indescriptibles, donde nuestros compañeros desaparecían o llegaban al SIC destrozados, prácticamente aniquilados en su integridad moral y física. Y lloré porque a Paola usted no tiene por qué considerarla una enemiga, menos aún si se considera de izquierda y feminista. Mientras usted era parte de una acción política para meterla presa, pocos días después se reunía con la alcaldesa de Guayaquil, de cuyo partido sabe tanto como yo el pasado siniestro que le condena. ¿Se acuerda lo que conversamos en Montecristi sobre la conducta moral y política de los socialcristianos? ¿Se olvidó ya lo que dijeron de usted cuando hablaba de la defensa del aborto y el matrimonio igualitario?

Como defensora de los derechos humanos, no puede y no debe señalar a los asilados en la embajada de México como prófugos o “escondidos”. Si a usted le habría ocurrido algo parecido, no dudo que con todo derecho habría hecho lo mismo, y yo habría ido a visitarla y a darle todo mi apoyo.

No hable, por favor, para que los medios la aplaudan. Hable para la historia y diga toda la verdad de lo que sintió y vivió en esos días. En honor a la amistad que nos permitimos por algunos años, le pido que le diga a la Historia, con mayúsculas, por qué temen a un adversario político si tienen todo el poder, incluso el poder simbólico de unos medios y unos periodistas acolitadores.

Le he pedido más de una vez entrevistarla para que otros sectores y audiencias escuchen su versión de los hechos y, para variar, solo va donde hay periodistas “concesivos”. Esa negación permanente de usted, de Juan Sebastián Roldán o del mismo Presidente, para hablar con otros medios me preocupa. No porque a mí en particular me afecte, sino porque la prensa a la que usted acude es la más desprestigiada según las encuestas de diversas firmas. Usted fue una ferviente defensora de una Ley de comunicación que defendiera los derechos de los ciudadanos, no de los medios ni de los periodistas. ¿Se acuerda de ese famoso titular de El Universo, de que una reforma se aprobó en 20 minutos? Usted bajó a la Sala de Prensa de la Asamblea y encaró al periodista por esa patraña. ¿Ya se le olvidó? Esa es la prensa que ahora la defiende. ¿Se olvida de lo que hicieron con usted? ¿De las horrendas caricaturas de un tal Bonil sobre usted?

Nunca imaginé que su gobierno ordenara allanar y cerrar la radio Pichincha Universal, bloquear la señal de TeleSUR y de RT, además de bloquear portales de Internet. Y mucho menos pensé que usted lo justificase. Si están convencidos de que se secuestró a periodistas, ¿por qué no hay un solo preso por ese grave delito?

No me extiendo más. Insisto, quisiera que esta carta sea un buen motivo para abrir un debate democrático y plural, no conmigo, sino con algún colectivo, para entender cómo sobrellevaremos el 2020 tras todo lo ocurrido en el 2019. Usted tiene la inteligencia y la sensibilidad para entender a fondo lo que aquí le expreso. Me habría gustado tomarme un café y hablar de esto con la misma franqueza y alegría como lo hacíamos en Montecristi. Pero ya sé que desde el poder no se mira a los amigos de la misma forma, lastimosamente. Mucho más cuando hay tanto de qué preocuparse ante un país que hace agua por todas partes. Si su agenda no lo permite, nos hablaremos en el futuro, cuando tengamos la distancia y la consciencia de qué hizo cada uno en función de la Patria y de los pobres, que es y ha sido siempre mi mayor preocupación.

Un abrazo fraterno,

Orlando

Por Editor